La devaluación del dólar

Eduardo Sarmiento
03 de octubre de 2009 - 06:30 a. m.

La crisis mundial precipitó la quiebra de los bancos de inversión, cerró los mercados de intercambio comercial y ahora provoca una monumental devaluación del dólar que pone en entredicho la moneda de reserva. En días pasados el presidente del Banco Mundial anunció que los días del dólar como moneda única de reserva están contados.

Como no existe un diagnóstico de la crisis, no se sabe de dónde viene la devaluación del dólar y, mucho menos, que se trata de una secuela paralela. La caída generalizada de las exportaciones y el cierre de los mercados internacionales ocasionó la reducción a la fuerza de los superávits y déficits en cuenta corriente. Los superávits de los países asiáticos y el déficit de los Estados Unidos disminuyeron en seis meses en la tercera parte, pero los efectos son muy distintos en los dos tipos de economías.

La reducción de los superávits de los países asiáticos se compensó con la ampliación del gasto público y con la aplicación de medidas proteccionistas. En cambio, el déficit estructural de Estados Unidos se mantiene incólume y los programas de estimulo fiscal y la reactivación lo agravan. En este contexto, los faltantes financieros de Estados Unidos tienden a superar los excedentes del resto del mundo presionando la devaluación del dólar.

No hay mucho que hacer. La mejoría de la economía de Estados Unidos está fundamentada en los estímulos fiscales que operan por una sola vez y no pueden incrementarse indefinidamente.

Las autoridades encuentran que la única forma de activar la economía es con un aumento de las exportaciones y la reducción de las importaciones. La gran duda es si el resultado se logra en un país tan grande por la vía de la devaluación. En general, se sabe que la devaluación aumenta los volúmenes de exportación con respecto a las importaciones a cambio de bajar los ingresos y elevar el ahorro que contrarrestan el efecto inicial.

Así, la disminución reciente del déficit en cuenta corriente ha sido más que compensada por la elevación del ahorro personal, revelando la falta de fundamentos en la economía estadounidense para una recuperación sostenida.

El expediente quiebra las normas de la flotación cambiaria. Estados Unidos interviene abiertamente en el mercado, como si se tratara de un tipo de cambio fijo, para inundar el mundo de liquidez y colocar la tasa de interés cerca de cero. Los países con tipos de cambio flexible pierden su control; no tienen forma de establecer la tasa de interés a niveles que eviten el ingreso de capitales y la presión revaluacionista sobre el tipo de cambio.

Estas economías quedan expuestas a procesos crecientes de apreciación que desmantelan la industria y la agricultura, y propician la sustitución de la mano de obra por materias primas y bienes de capital importados. Se configura un perfil de desarrollo altamente dependiente de la inversión extranjera y de los recursos naturales que, como se vio en la experiencia de Colombia antes de la crisis, no genera empleo ni es sostenible, y a la larga resulta en bajas tasas de crecimiento.

Lo más grave es que las expectativas de devaluación del dólar y la tasa de interés cercana a cero plantean serias dudas sobre su credibilidad como moneda de reserva.

Nadie está dispuesto a colocar sus reservas en un activo que se desvaloriza y no da mayor rendimiento. De hecho, el dólar está expuesto a corridas que pueden llevar a un colapso mundial más severo que el provocado por la desvalorización de activos de la crisis. Frente a una eventualidad de esta naturaleza, lo menos que pueden hacer los líderes del G-8 es avanzar hacia una canasta de monedas de reserva, conformada por el dólar, el euro, el yen o el yuan.

Las nuevas condiciones mundiales adquieren la forma de una devaluación indefinida del dólar que no garantiza la normalización de la economía de Estados Unidos, significa un riesgo mundial y coloca en desventaja a las economías con tipos de cambio flexible.

La actitud de los países representantes de América Latina en el G-20 no puede ser distinta a la de sumarse al clamor en favor de un sistema de monedas de reserva múltiple que elimine los peligros y las asimetrías de la modalidad única.

En lo que respecta a los países emergentes intermedios, no tienen más alternativa que adoptar tipos de cambio fijos o intervenir en forma anunciada el mercado cambiario para evitar la destrucción de sus sectores productivos y el empleo.

 

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