Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Con un enfoque innovador, Amor Perfecto ha logrado posicionar a Colombia como exportador de café tostado de especialidad, ampliando el acceso a cafés únicos y de alta calidad para consumidores locales e internacionales. Esta marca ha contribuido al desarrollo sostenible de las comunidades caficultoras y a cambiar la percepción global sobre el café colombiano.
Nos tomamos un café con Luis Fernando Vélez, fundador y presidente de Amor Perfecto, para conversar sobre los retos y las oportunidades que enfrenta el mercado mundial de este producto, la exportación, la dignidad cafetera y los recientes cambios en aranceles internacionales.
Amor Perfecto nació con la misión de promover una cultura de café de la más alta calidad en Colombia. ¿Cómo ha evolucionado esa razón social desde sus inicios hasta hoy y qué logros destacaría en ese camino?
Comenzamos de una manera muy curiosa: como una tienda de regalos donde se ofrecía café en prensa francesa, casi como un detalle adicional. Ese café lo servíamos con tanto cuidado y dedicación, que muy pronto los clientes empezaron a identificar el lugar como un referente para tomar buen café en Bogotá. Eso fue en 1997, y desde entonces la empresa ha vivido una evolución profunda y apasionante.
Inspirados en la necesidad de agregar valor a los productos colombianos, decidimos apostar por una transformación radical en la forma en que se produce, tuesta y sirve el café colombiano. Uno de los momentos claves de esta evolución fue el descubrimiento del mundo del barismo y los campeonatos internacionales.
Fue allí donde nos surgió una visión poderosa: Colombia no solo debía exportar el mejor café verde, sino que también debía desarrollar el conocimiento y las capacidades para transformarlo y servirlo con excelencia, conectando directamente al caficultor con el consumidor. En ese camino fuimos pioneros del movimiento de cafés especiales y en la formación de baristas de clase mundial.
Entre nuestros logros destacaría la consolidación del campeonato nacional de baristas en el país, una iniciativa que comenzó con el esfuerzo conjunto entre Amor Perfecto y la Federación Nacional de Cafeteros, y que desde 2006 ha elevado los estándares de preparación de café en Colombia. Esta apuesta por la excelencia alcanzó su punto culminante en 2021, cuando Diego Campos, uno de nuestros baristas y tostadores, ganó el Campeonato Mundial de Baristas en Milán, un triunfo histórico para Colombia.
Fue así como pasamos de ser un sueño pequeño entre flores secas y prensa francesa, a convertirnos en un emblema del café de especialidad colombiano, un vehículo de transformación social y un símbolo del potencial que tiene Colombia cuando apuesta por el conocimiento, la calidad y el orgullo por lo propio.
En estos 28 años de trayectoria, ¿cómo han apoyado el desarrollo de los caficultores y qué importancia tiene la relación directa con los productores en su modelo de negocio?
El caficultor es el centro de nuestra cadena de valor, por ello somos la primera compañía en el mundo que pone el nombre del caficultor en la bolsa de café. Eso no es un gesto simbólico, sino una declaración de principios: reconocemos al productor como protagonista y visibilizamos su trabajo. Hoy, en nuestra tienda, pueden encontrar cafés de autor de caficultores como Elías Roa, Astrid Medina, Lucedy Gómez o Édward Campos, quienes han recibido pagos superiores al 20 % —y en algunos casos hasta el 30 %— por encima del precio base de la Federación Nacional de Cafeteros.
Hacemos esto porque creemos que sin un pago justo no hay sostenibilidad posible. Mucho se habla de sostenibilidad desde afuera, pero en Amor Perfecto entendemos que esta comienza por garantizar condiciones dignas. Por ejemplo, cuando la Cooperativa de Caficultores de Salgar organizó un concurso para destacar los mejores cafés de Caicedo (Antioquia) y ningún tostador se presentó, nosotros asumimos el compromiso de comprar toda la producción concursante. No podíamos permitir que productores jóvenes, con expectativas legítimas, se vieran frustrados por la falta de compradores. Les pagamos una prima significativa y esos cafés serán lanzados próximamente, con el nombre de cada productor destacado.
Más allá del comercio justo, nuestro modelo busca empoderar a los productores, capacitarlos, acompañarlos en la mejora de la calidad y abrirles puertas a mercados internacionales. Creemos en una cadena de valor integrada, donde el caficultor y el barista, las dos puntas más frágiles, se fortalezcan mutuamente. Por eso, cada taza de café Amor Perfecto es también una historia de dignidad, justicia y transformación social.
¿Qué impacto han tenido en términos de generación de empleo y cómo se proyectan para los próximos años?
En estos casi 30 años hemos logrado un impacto significativo en el empleo directo e indirecto dentro del sector caficultor. Actualmente, entre las dos compañías (la red de tiendas y la planta tostadora) tenemos a más de 80 personas de manera directa, todas con contratos formales y garantías laborales.
Pero el impacto va mucho más allá de las cifras. En Amor Perfecto le apostamos a la formación desde cero, especialmente en el caso de los jóvenes baristas. Priorizamos la contratación de personas sin experiencia previa en café para formarlas integralmente no solo en técnicas de preparación, sino en principios de servicio, responsabilidad y atención, de manera que fuimos pioneros en la creación de una academia de café en Colombia.
Esta iniciativa ha sido clave para democratizar el conocimiento alrededor del café de especialidad y profesionalizar a quienes forman parte de toda nuestra cadena. Hoy un joven colombiano que ha pasado por Amor Perfecto puede hablar con propiedad sobre microclimas, perfiles de taza, tostión y catación, elevando la percepción del café colombiano en mercados globales.
En cuanto a proyecciones, tenemos una visión clara: seguir creciendo en ventas, pero sin perder el enfoque humano. Cada nuevo punto de venta o expansión internacional no solo representa más ingresos, sino también más oportunidades de empleo y formación. Nos proyectamos como un semillero de talento y conocimiento que ve en cada joven capacitado un embajador del café colombiano en el mundo, porque cada uno de ellos no solo preparan café, sino que son profesionales que entienden, respetan y representan nuestra cultura.
Hablemos ahora de las regulaciones internacionales, como la exigencia europea de no deforestación, ¿cómo ve el mercado internacional del café?
Es una buena pregunta, porque a mi parecer está lleno de paradojas. Todos los mejores tostadores del mundo quieren tener café colombiano en sus menús, aunque apenas representamos el 7 % de la producción mundial, pero que somos el 100 % del mejor arábigo suave lavado en competencias internacionales, eso queda clarísimo.
Ahora bien, frente a las nuevas regulaciones europeas sobre deforestación, creo que Colombia está muy bien preparada. Tenemos una institucionalidad sólida y herramientas, como el Sistema de Información Cafetero, que cuenta con georreferenciación que cubre a las 580.000 familias productoras. Lo que me preocupa es el enfoque: estas exigencias vienen muchas veces de quienes históricamente han sido responsables de la deforestación en los países productores.
En lugar de imponer condiciones unilaterales, deberían estar invirtiendo en restauración y apoyando la transición hacia una agricultura regenerativa. Lo que hace falta es una mirada más justa y menos colonialista del comercio internacional.
Y con respecto al aumento de aranceles por parte de Estados Unidos…
Frente a esto, considero que el impacto ha sido menor de lo que se podría pensar. Como la medida afectó a todos nuestros competidores por igual, en realidad puede convertirse en una oportunidad. Tal vez sirva como una excusa para que los tostadores aumenten el precio final al consumidor, y eso nos permitiría empezar a recibir una mejor remuneración para los caficultores.
Si el consumidor aprende a pagar lo que verdaderamente vale una taza de café de calidad, habremos ganado mucho más que una discusión comercial: habremos dado un paso hacia la sostenibilidad real. Además, este tipo de coyunturas pueden ayudarnos a replantear el modelo de consumo global.
Si logramos que el consumidor entienda que detrás de una taza bien servida hay años de conocimiento, cuidado del medio ambiente y un compromiso ético con la calidad y la trazabilidad, entonces el valor del café dejará de medirse solo por el precio.