Aunque Érika Alexandra Builes nació y creció en la zona donde hoy está el embalse del Proyecto Hidroeléctrico Ituango (PHI), se sorprende al ver la cantidad de basura que llega flotando en las aguas del río Cauca. Antes del represamiento, en esa zona del cañón medio del río la velocidad del agua aumentaba debido a las características del cauce, lo que hacía que cualquier material flotante pasara rápido, casi desapercibido. Ahora, con las aguas quietas, es evidente la cantidad de basura y residuos naturales que arrastra el Cauca.
Érika Alexandra es una de las 76 personas de las comunidades aledañas a Hidroituango que hoy están contratadas por EPM, a través de las Juntas de Acción Comunal, para contribuir en la labor de recoger y separar los residuos. “Es mucha basura. O sea, nosotros los seres humanos somos como muy, yo no sé, porque no había visto tanta basura. Nosotros la recogemos”, cuenta esta habitante del norte de Antioquia.
En esa labor, personas como Cristian Toro, también habitante de la zona, han aprendido “el tema de recolección y separación de los residuos que llegan flotando en el Cauca. Antes usted no sabía en qué bolsa iba tal residuo. Es una experiencia nueva”. Tanto Cristian como Érika hacen parte de la estrategia con la que el proyecto hidroeléctrico busca, tal como quedó comprometido en su licencia ambiental, evitar que los residuos se conviertan en un problema.
No obstante, la actividad de limpieza de EPM en el embalse no estaba dirigida inicialmente a recoger residuos. “Iba enfocada a todo el tema de extracción del buchón, una macrófita que se reproduce en el agua y necesita tres elementos básicos: aguas estancadas, luz solar y nutrientes. Esta planta tiene una reproducción muy alta, pues al cabo de un mes puede duplicar su área y nos estaba creando afectaciones para la navegabilidad y produciendo cambios importantes en la calidad del agua”, explica Carlos Noreña, ingeniero de la dirección ambiental, social y sostenibilidad del proyecto.
El buchón, como explica el director de esa misma área, Robinson Miranda, estaba previsto desde antes del represamiento del Cauca, por lo cual ya se había pensado una estrategia para controlarlo. “Es un problema para toda la vida”, dice, por eso siempre será necesario que haya personas extrayéndolo manualmente, desde las lanchas, hacia las orillas del embalse por encima de la cota 420. Pero una vez controlaron las casi 250 hectáreas de esta planta, continúa Noreña, encontraron que los demás residuos formaban una mancha de basura flotante sobre el agua del Cauca.
A 55 kilómetros del muro de presa de Hidroituango, una barrera física flotante impide que los residuos que llegan continúen su trayecto. Allí, con embarcaciones que llevan la basura hasta las orillas y de maquinaria amarilla que la extrae, logran evitar que toneladas de residuos de origen humano, así como de madera y otros de origen natural, sigan afectando la navegabilidad del embalse y la calidad del agua que este contiene.
“El material es descargado y llevado a los sitios donde se acopian. Ya en los sitios de acopio tenemos un grupo de trabajo que corresponde a gente de la comunidad”, dice Noreña. Estas personas clasifican el material, separan el vidrio, el plástico y los residuos orgánicos y tratan de rescatar la fauna que eventualmente quede atrapada en los desechos. El buchón, la madera y demás residuos orgánicos son dispuestos en áreas donde se promueve su descomposición.
Esta es apenas una parte del gigantesco manejo de residuos que implica una obra como Hidroituango, pensada para generar el 17 % de energía eléctrica del país, porque, como explica Noreña, en el proyecto hidroeléctrico “hay dos clases de residuos: los que son generados por el proyecto y sus campamentos y los que son no generados, que provienen del río Cauca”. Óscar Jiménez, biólogo del PHI, explica que “la idea es garantizar que esos residuos se puedan aprovechar al máximo”, tanto los de los campamentos donde se aloja y se alimenta todo el personal (hasta 8.000 personas) como los resultantes de la construcción.
Las cifras oficiales indican que entre enero y junio del 2021 se produjeron más de 263.000 toneladas de residuos especiales (el peso de 1.461 ballenas azules adultas), 1.952 de residuos reciclables no peligrosos, 394 de biodegradables, 302 de residuos ordinarios o inertes y 216 de residuos peligrosos.
Óscar Jiménez dice que “dentro del programa de gestión integral de residuos está establecido que en los frentes de obra de todo el proyecto se hace una clasificación general, una separación de residuos en la fuente”. Señala que cada contratista tiene que cumplir con el manejo adecuado de residuos en el proyecto. Una vez estos llegan a los acopios, se hace una reclasificación según el tipo de residuos: plástico, cartón, ferroso y vidrio, entre otros.
Como también se reciben excedentes industriales y residuos peligrosos provenientes del manejo de sustancias químicas en la obra, estos son separados y dispuestos para asegurar que no entren en contacto aquellos que al juntarse podrían tener reacciones peligrosas. Además, los residuos no aprovechables son dispuestos en un relleno sanitario propio del proyecto, “el cual está licenciado y se utiliza para la disposición de los residuos ordinarios generados por los diferentes contratistas del proyecto”, cuenta Sergio Echeverri, tecnólogo de operación, mantenimiento y servicios del equipo de gestión ambiental de EPM, desde el sitio de acopio principal del contratista CCCI, encargado de las obras principales de Hidroituango.
“El programa de gestión integral de residuos tiene unos objetivos que le apuntan básicamente a la no generación de impacto sobre el agua, el suelo y el aire por un mal manejo de los residuos generados por el proyecto. También es importante mencionar que EPM busca en el desarrollo de sus trabajos impactar de manera positiva el medio ambiente y trabajar con las comunidades”, complementa Echeverri.
Como complementa el biólogo Jiménez, en el programa social para los doce municipios antioqueños del área de influencia del proyecto (Ituango, Briceño, Toledo, San Andrés de Cuerquia, Yarumal, Valdivia, Santa Fe de Antioquia, Buriticá, Olaya, Liborina, Sabanalarga y Peque) “se deben tener actividades de interacción con la comunidad”.
Como ejemplo, cuenta que a una empresa de Ituango llamada La Gallina Feliz se le donan todas las cubetas de los huevos que llegan al casino donde se alimentan los empleados de las obras, para que esta empresa local pueda utilizarlas en la distribución de sus huevos. Asimismo, todas las tapas plásticas de envases PET son donadas a fundaciones que trabajan en favor de los niños con cáncer, que las comercializan para financiar su labor social.
Además de esta interacción, también hay programas de educación ambiental para los trabajadores que provienen de las comunidades. “Se busca generar conciencia a todo el personal sobre el buen manejo no solo de los residuos sino de todo el tema ambiental, finalmente esa información la podrán multiplicar a sus familias y podrán imitar todos esos procesos en sus municipios”, dice Jiménez. Y así lo confirman Érika Builes y Cristian Toro. En palabras de ella, “ha sido súper porque uno en la casa no hacía sino tirar la basura, los sobrados también se echaban por la basura, todo. Ahora se recicla parte y se separan peligrosos, reciclables y ordinarios; todo eso”.