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Cambio climático, salud ambiental y fiebre amarilla ¿una alerta para las ciudades?

La fiebre amarilla se ha concentrado en zonas rurales y selváticas, el aumento de temperaturas y las alteraciones en los patrones climáticos están facilitando la presencia del mosquito transmisor en áreas urbanas y de altitud elevada, como Bogotá.

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28 de mayo de 2025 - 04:41 p. m.
La fiebre amarilla dejó de ser una preocupación solo de los territorios lejanos, para llegar a las grandes urbes en Colombia.
La fiebre amarilla dejó de ser una preocupación solo de los territorios lejanos, para llegar a las grandes urbes en Colombia.
Foto: Pixabay
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Según datos registrados por el Ministerio de Salud, se han confirmado 87 casos de fiebre amarilla entre 2024 y los primeros cuatro meses de 2025, al igual que 39 personas fallecidas por esta enfermedad, esta situación ha puesto en evidencia una preocupante relación entre el cambio climático, la salud ambiental y la expansión de enfermedades transmitidas por vectores.

Aunque, tradicionalmente esta enfermedad se ha concentrado en zonas rurales y selváticas, el aumento de temperaturas y las alteraciones en los patrones climáticos están facilitando la presencia del mosquito transmisor (Aedes aegypti) en áreas urbanas y de altitud elevada, como Bogotá.

Este fenómeno no es aislado. La fiebre amarilla, al igual que otras enfermedades como el dengue, el chikunguña y el zika, está estrechamente relacionada con las condiciones ambientales. Según explica, Sergio Andrés Córdoba Rojas, director de la Maestría en Salud Ambiental de la Universidad El Bosque.

El cambio climático ha generado escenarios favorables para los vectores: lluvias más intensas, temporadas prolongadas de calor, y acumulación de agua en zonas urbanas, que funcionan como criaderos ideales. Estos cambios permiten que los mosquitos sobrevivan y se reproduzcan en regiones donde antes no podían, incrementando el riesgo de transmisión en poblaciones densamente habitadas y menos preparadas para enfrentar este tipo de amenazas sanitarias.

Bogotá es una ciudad que no ha registrado transmisión autóctona de fiebre amarilla, pero ya reporta casos importados desde departamentos como Tolima, lo que alerta sobre su vulnerabilidad creciente. La salud ambiental —entendida como la interacción entre factores naturales, sociales y humanos que afectan la salud pública— se ve así amenazada por procesos globales como el cambio climático, pero también por la falta de infraestructura adecuada, el crecimiento urbano desordenado y las brechas en el acceso a la prevención y vacunación.

Frente a este contexto, se vuelve urgente reforzar las acciones de vigilancia epidemiológica, promover la vacunación masiva, e integrar el enfoque de cambio climático en las políticas de salud pública. Las ciudades, además de adaptarse a nuevas realidades climáticas, deben preparar a sus sistemas de salud y fortalecer su capacidad institucional para responder a este tipo de emergencias sanitarias. La fiebre amarilla, más allá de ser un brote aislado, nos recuerda que la salud humana y la salud del planeta están profundamente conectadas.

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