Continuando con la temática abordada en mi columna del pasado 30 de marzo, debo insistir en que la adaptabilidad y la flexibilidad son palabras claves en los análisis sobre la realidad actual de la educación y las proyecciones para su futuro. Se habla de manera insistente de la pertinencia de nuevos enfoques e, incluso, de la redefinición de los modelos educativos para la adaptación de los sistemas al escenario presente, anticipándose y preparándose para lo que viene.
Un factor determinante lo constituyen, indudablemente, las tecnologías emergentes, con enorme potencial de transformar la educación, la economía, la industria, las costumbres; en fin, toda la sociedad. Sus capacidades de innovación, disrupción e impacto retan a diario al sistema educativo y, principalmente, a educadores y educandos.
En las aulas de clases ya contamos con novedosas herramientas de la inteligencia artificial (IA), de la multimedia, del internet de las cosas, de la big data e, incluso, la computación neuromórfica, lo que conlleva a consideraciones éticas, de accesibilidad y responsabilidad por parte de los actores de los procesos educativos.
La académica Cecilia Ka Yuk Chan, autora del libro IA generativa en la educación superior, propone un marco de alfabetización de la IA a partir de los siguientes aspectos: comprensión de los conceptos, conocimiento de las aplicaciones, eficacia de la IA para las emociones humanas (comprender cómo la IA interpreta y responde a las emociones, permitiendo interacciones empáticas), seguridad y protección de la IA, y el uso responsable de la IA.
En la IFE Conference 2024, del Tecnológico de Monterrey, se destacó el papel fundamental de las políticas educativas eficientes que promuevan equidad, inclusión, calidad e innovación en el desarrollo de los sistemas educativos: “Un enfoque estratégico y ético, que defienda las oportunidades de dar forma a la educación para la economía digital, puede garantizar que los sistemas educativos no solo sean adaptables, sino también sostenibles y respetuosos con el medio ambiente”.
En un artículo de la Reunión Anual 2025 del Foro Económico Mundial, Raquel Bernal, mi colega y rectora de la Universidad de los Andes, destaca que la tecnología es, al mismo tiempo, motor y habilitador de la transformación educativa, y que la IA y el análisis de datos están personalizando la educación, posibilitando experiencias de aprendizaje adaptadas a las necesidades individuales; sin embargo, la tecnología por sí sola no basta. “Las instituciones deben fomentar una cultura de alfabetización digital y conciencia ética, garantizando que los estudiantes no solo puedan utilizar la tecnología con eficacia, sino que también comprendan sus implicaciones más amplias”.
Al lado de la asimilación de esta disrupción tecnológica, la educación debe estar a la altura de los grandes desafíos globales, en especial, en los entornos afectados por amplias brechas sociales que limitan el acceso a una formación de calidad y con una cobertura plena, como en el caso de Colombia con el ostensible retraso de las regiones Pacífica, Caribe, Orinoquia y Amazonia.
El sector de la educación debe seguir adentrándose y propiciando el buen uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, logrando su imbricación virtuosa con los procesos pedagógicos y didácticos, y explorando nuevos métodos para lograr mayor pertinencia en los planes de estudio y en el ejercicio profesional, priorizando la formación humanística, el pensamiento crítico y los valores humanos.
* Rector de la Unisimón.