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La huella del turismo en poblaciones vulnerables

Una actividad tan popular y bien valorada como el turismo tiene una cara negativa casi invisible. Se trata de la vulnerabilidad, documentada en América Latina por múltiples investigaciones. Hay alternativas.

30 de octubre de 2022 - 02:00 p. m.
 debe empoderar a las comunidades para que contemplen los impactos negativos en el medio ambiente.
debe empoderar a las comunidades para que contemplen los impactos negativos en el medio ambiente.
Foto: Cortesía U. Javeriana

Aventura, diversión, descanso, desconexión, relax… (suspiro). Viajar es una gran experiencia, sea cual sea la combinación de palabras que mejor la describa para cada uno. ¿Cuántos no sueñan secretamente con dedicarse tiempo completo a disfrutar de lugares nuevos? “Ah… ¡Esta es la vida que merezco!”, dicen algunos con voz plácida desde ese lugar donde el tiempo pasa tan rápido.

Detrás de aquellos viajes que dejan fotos fantásticas para las redes sociales hay consecuencias que involucran la vida de aquellos para quienes dicho lugar es, o solía ser, su territorio y el de sus padres y abuelos. Y las palabras usadas por la comunidad para describir el turismo se tornan menos ensoñadoras. “Ya no hay identidad ni raíz, es un pueblo vacío, frío y triste por el desarraigo. La gente de aquí se fue a las ciudades, vendió sus tierras y luego regresan sin nada porque en la ciudad es muy difícil. Y pasan de ser propietarios a cuidadores de lo que antes era de ellos”, describe Alieth Ortiz, artesana de tejidos de lana. Así percibe esta boyacense de 46 años lo que ha ocurrido con los pobladores originales de Villa de Leyva (Boyacá), aunque bien podría estar relatando lo que ha pasado en otros lugares de Colombia y de América Latina que empezaron a forjarse un nombre como destino turístico. Los habitantes tradicionales, alentados por la ilusión del progreso económico, terminaron viviendo en lugares que ya no les pertenecen, en condiciones de mayor inequidad y pobreza.

Impactos del turismo

Precisamente este tema fue explorado por los investigadores Zulma Vianchá Sánchez, Humberto Rojas Pinilla y Miguel Ángel Barrera Rojas, quienes este año publicaron un artículo en el que analizaron 81 investigaciones en torno a la pobreza y la vulnerabilidad en destinos turísticos de Latinoamérica. En ellas, el 28 % de los impactos fueron positivos: desarrollo económico, medios de vida alternativos y aumento del empleo. Pero el 72 % de los impactos reportados fueron negativos. Entre los más recurrentes están: la destrucción y pérdida de resiliencia de los ecosistemas, medios de vida vulnerables, conflictos por el acceso y uso de recursos naturales, desigualdad en la distribución de recursos económicos, desigualdades sociales y de poder, baja participación local en la toma de decisiones y marginación de comunidades locales.

La proporción de los impactos permite concluir que, aunque el turismo se promociona como una estrategia para mitigar la pobreza, es reiterativo que en las comunidades rurales aumente las brechas y la desigualdad, es decir, que en lugar de mejorar sus condiciones de vida, a la larga las hace más vulnerables.

¿Y qué es ser más vulnerables?

Somos vulnerables cuando tenemos una capacidad reducida para adaptarnos a una situación. Así, las comunidades locales que se insertaron en las dinámicas del turismo para aumentar su bienestar han visto reducida su resiliencia y su capacidad de adaptación socioeconómica; en síntesis, vieron aumentada su probabilidad de ser “heridas” por la pobreza. Una de las razones de fondo está en el cambio de los usos y coberturas del suelo.

Cartagena es uno de los casos analizados. Allí, a 45 minutos en lancha, al sur de la Ciudad Amurallada, está Barú. Sus pobladores originales fueron esclavos que se liberaron. La antropóloga Alejandra Buitrago Villamizar, en su texto La historia de Barú, Cartagena, afirma que los barulenses de avanzada edad todavía recuerdan que antes la propiedad de la tierra y su uso eran colectivos, como se lo contó Néstor Cortez, de 90 años.

En contraste, la cifra de necesidades básicas insatisfechas reportada para 2018 por la Secretaría de Planeación de la ciudad era de 96,6 %, y la de miseria se ubicaba en 55,1 %. En Barú, como en muchas otras partes de Cartagena y de Colombia, en las últimas décadas cambió el uso del suelo: pasó de ser rural a suburbano o urbano, es decir, de espacio para la agricultura pasó a ser “segunda residencia” o espacio para turismo. Este cambio hizo posible, por ejemplo, que particulares y empresarios compraran las tierras a los pobladores originales a bajos precios para la posterior construcción de edificaciones asociadas al turismo.

Los usos cambian y el costo de la tierra aumenta. Los pobladores originales no pueden aspirar a vivir allí porque ahora no pueden pagarlo. Tampoco pueden aspirar a realizar en ese lugar aquellas labores de las que solían derivar parte de su sustento, como la pesca, en el caso de Barú, pues esta actividad fue prohibida en la zona. Este caso ilustra bien las poderosas transformaciones que genera el turismo en los territorios. En palabras de Rojas, el turismo es un constructor histórico resultado de las relaciones de poder, una fuerza transformadora tanto positiva como negativa.

Costos y beneficios

Al final todo se trata de cómo se distribuyen los costos y los beneficios del turismo. ¿Fueron equitativos los beneficios en el caso descrito por Alieth, la artesana, en el que un poblador tradicional que vendió su finca muy barata no supo invertir su dinero y, empobrecido, se insertó en el turismo desde un trabajo informal?

“Desde el punto de vista económico, vender un predio puede ser ventajoso, pero si no tengo habilidades empresariales o financieras, (si tengo) pocos conocimientos y capital es muy probable que pierda mi único recurso valioso”, explica el investigador Rojas. “Pero esto no se puede generalizar, es muy probable que invierta mal porque no tengo habilidades ni conocimientos. Pero también puedo hacerlo bien, progresar y mejorar mi nivel de activos”, concluye.

Maneras de sanar el turismo

Las investigaciones analizadas abordan soluciones: la más reiterativa fue mejorar los procesos de planeación turística. “Los planes de desarrollo de casi todos los municipios en Colombia incorporan el turismo como estrategia. Para llevarla a cabo hacen un inventario de lo que tiene el territorio y de inmediato pasan a la promoción. Poco se interesan por cuidar, valorar, proteger y regular”, explica la investigadora.

Otra de las soluciones es que las comunidades locales tengan mayor participación. Se deben generar estrategias para empoderar a las comunidades, crear redes locales de cooperación, procesos de planeación transparentes que contemplen los impactos negativos en el medio ambiente y en los medios de vida de las comunidades. ¿Y cómo pueden los viajeros hacer un turismo más “sano”? La investigadora propone empezar por conocer lo más cercano en lugar de lo lejano, cambiar la idea de salir a “comerse el mundo” por una más enfocada en aprender de otros modos de vida, valorarlos e interesarse en iniciativas más humanas.

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