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Más allá de la formación en competencias duras, en medio de la actual era del conocimiento y la tecnología, las Instituciones de Educación Superior están llamadas a reforzar la educación con enfoque humanista, que transversalice los procesos formativos. Fomentar el pensamiento crítico, la capacidad de reflexión, el análisis filosófico, la cultura ciudadana y el cuidado del medioambiente, entre otros, son piezas claves para dotar a las nuevas generaciones de herramientas indispensables para asumir los desafíos actuales.
Una de las instituciones sociales de carácter global que ha tomado liderazgo mundial en este álgido tema es la Iglesia católica que, a través de sus máximos líderes, ha definido con claridad el camino a seguir en la rehumanización de la sociedad. Por ello, es pertinente recordar el pensamiento del papa Francisco, cuyos mensajes a los jóvenes eran recurrentes, instándolos a pensar y ejercer un papel proactivo en la sociedad. Dirigiéndose a las universidades, recalcó que su misión no era solo enseñar cosas, sino formar a los chicos en los que, a su juicio, eran los tres lenguajes humanos: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos. Sobre esto, planteó: “Que aprendan a pensar lo que sienten y lo que hacen, a sentir lo que hacen y lo piensan, a hacer lo que sienten y lo que piensan; la armonía de los tres lenguajes”. Esta idea la complementó diciendo que, si las universidades solo forman en ciencias “no van a formar profesionales sino macrocéfalos”, pues el reto que tienen trasciende cualquier desafío de erudición.
En los primeros días de su pontificado, León XIV saludó a los asistentes al Encuentro Sinodal de Rectores de Universidades para el Cuidado de la Casa Común, que tuvo lugar en Río de Janeiro (Brasil), la semana pasada, y le dio continuidad al primero, denominado Organizando la Esperanza, en 2023, en la Santa Sede.
Igualmente, motivó a reflexionar a los estudiantes, profesores y directivos universitarios sobre la posible condonación entre la deuda pública y la deuda ecológica, una propuesta que había presentado el papa Francisco; al tiempo que animó a las universidades a ser constructoras de puentes y de integración, así como a trabajar por una justicia ecológica, social y ambiental.
En este encuentro con las universidades también fue objeto de análisis la encíclica Laudato Si, del papa Francisco, tras diez años de su formulación, cuya esencia es la conexión entre el cuidado del entorno ambiental y la justicia social. En uno de sus apartes, la encíclica menciona algunos componentes sociales del cambio global que impactan en la humanidad: “Los efectos laborales de algunas innovaciones tecnológicas, la exclusión social, la inequidad en la disponibilidad y el consumo de energía y de otros servicios; la fragmentación social, el crecimiento de la violencia, el surgimiento de nuevas formas de agresividad social, el consumo creciente de drogas entre los jóvenes y la pérdida de identidad”, entre otros, que, según lo planteado, muestran que el crecimiento económico y tecnológico no ha significado un verdadero progreso integral, al evidenciarse la degradación social y la ruptura de los lazos de comunión social.
Sin duda, la universidad tiene la alta responsabilidad de tender puentes que permitan la integración y la convivencia pacífica, y abrir los espacios pertinentes para enmendar el rumbo de la sociedad y, muy especialmente, el de nuestros jóvenes.
* Rector de la Unisimón.