Publicidad

The Colombian "Black Hand"

A propósito de la denuncia de Juan Manuel Santos sobre la existencia de una “mano negra” al servicio de la extrema derecha y su negativa a dar nombres.

Juan Villamil
03 de julio de 2011 - 09:17 p. m.

A Juan Manuel Santos no le tembló la mano que señaló la existencia de otra, una “mano negra” al servicio de la extrema derecha. Al presidente de Colombia, en cambio, la mano le flaqueó ese instante en el que todo el país se disponía a escuchar un listado de nombres.


La denuncia a medias produjo, naturalmente, respuestas disímiles: quienes se oponen al gobierno y a la Ley de Víctimas se sintieron injusta, peligrosamente aludidos; algunos retrocedieron la cinta dos décadas, y sacaron a la luz de la actualidad un pasado de “limpiezas sociales”, horribles amenazas, horribles muertes; para otros el aparente error del presidente fue, en realidad, una planeada demagogia que desvía la atención fuera de las últimas estadísticas, lecturas de una violencia en aumento. En el río revuelto se alzó también la voz del procurador general, quien de inmediato pidió al presidente denunciar, si lo sabe, a quienes integran esas bandas que amenazan al Estado. Y el presidente, por lo pronto, sólo ha guardado silencio.

Hablar de la “mano negra” en Colombia produce eso: caos, consecuencia directa del desconocimiento. La “mano negra” podría ser nada, a lo sumo el más reciente tropiezo de un mandatario, o podría ser todo, el ojo ubicuo que controla sin ser visto. Sea lo uno o lo otro, o cualquier artificio a medio camino, en la historia se registró la existencia de algo llamado la “mano negra”; con la notable ventaja de que la historia tuvo a bien escribir sus nombres.

En 1965, al cabo de un trabajo de campo realizado dos años antes, Norman A. Bailey, hoy presidente del Instituto para el Crecimiento de la Economía Global, publicó en The Review of Politics de la Universidad de Notre Dame el artículo titulado “The colombian ‘Black Hand’: a case study of neoliberalism in Latin America”. Se trata de un estudio inquietante, en el que el autor observa paso a paso el nacimiento de la “mano negra” en Colombia, fundada y desarrollada por un grupo de importantes industriales de tendencia neoliberal.

Es 1960. En medio del desorden político y económico que gobierna a Colombia desde la puesta en práctica del experimento del Frente Nacional, con el MRL –presidido por el liberal Alfonso López Michelsen– y el PSDC ganando adeptos en la clase media, se instaura el temor de que las fuerzas combinadas de la izquierda y los comunistas, instados por el éxito de la Revolución Cubana, busquen llegar al poder a través de un golpe de Estado. Es una amenaza que estrecha los vínculos, antes débiles, entre la derecha tradicional y el sector empresarial colombiano, que pone una cuota de 25 industriales para la conformación del Centro de Estudio y Acción Sociales (CEAS). Su comité directivo lo integran siete reconocidos nombres: Aurelio Correa Arango (director ejecutivo), Jesús María Marulanda (tesorero), Andrés Restrepo, Alberto Samper, José Gómez Pinzón, Gregorio Obregón y Hernán Echavarría.

Además de sus integrantes, Bailey revela los cuatro objetivos del CEAS, registrados en la “Escritura de constitución No. 4710”: Crear conciencia entre la “gente decente” de los peligros que encarna la izquierda; dirigir una campaña anticomunista y anti-Castro, y otra en favor del libre comercio; actuar directamente contra el comunismo y la izquierda, a través de infiltraciones, presiones mediáticas, listas negras, el apoyo de elementos anticomunistas, y el retiro de pautas publicitarias en los medios cercanos a la izquierda; instar a los empresarios a asumir mayor responsabilidad social.

En diciembre de ese mismo año varios miembros del CEAS viajan a Nueva York, donde consiguen el apoyo de al menos dos corporaciones americanas. Ese apoyo se refleja en las acciones subsecuentes del CEAS: panfletos anticomunistas lanzados desde aeroplanos, paredes pintadas por todo el país con lemas como “Rompamos con Castro”, y acciones contra los líderes sindicales de la UTC (Unión de Trabajadores de Colombia) y la CTC (Confederación de Trabajadores de Colombia). Ya es 1961. El CEAS ostenta su poder con la visita del presidente Kennedy: en conjunto con la UTC y la CTC, se encargan de su protección en Colombia.

Las acciones del CEAS son cada día más fuertes. La prensa empieza a ser blanco de sus ataques, que cobran en 1961 la vida de la revista Semana, dirigida por el periodista Alberto Zalamea, y causa la reducción de contenido de La Calle y un nuevo enfoque editorial de La Nueva Prensa. En entrevista con uno de los miembros del CEAS, Bailey grabó estas palabras: “Convencimos a la prensa de presentar las noticias soviéticas y cubanas con objetividad, y no haciendo propaganda”.

En abril de 1961 se publica en La Nueva Prensa un artículo titulado “La mano negra y el dólar”, con fotografías de siete líderes del CEAS, en el que se los acusa de manipular de forma ilícita la fluctuación del dólar para obtener ganancias. Se denuncia también la forzosa desaparición de Semana, y presiones contra Cromos, El Siglo y El Espectador. Es la primera vez que la prensa colombiana utiliza la expresión “mano negra” para referirse a esta organización neoliberal.

A finales de ese mismo año, luego de tibias respuestas de la extrema izquierda contra el CEAS, la organización enfrenta una división. Hernán Tobar asume la dirección ejecutiva del CEAS, y ordena que en adelante se haga más énfasis en la acción civil y la publicidad, continuando con las demás actividades de manera discreta. Las ideas neoliberales se han extendido por todo el país, y el CEAS contribuye a la formación de nuevas organizaciones en Cali (IESE), Manizales y Medellín. En 1963 el CEAS se ha extendido hasta Ecuador (CERES) y Panamá (ANDE).

Las acciones del CEAS abarcan todos los planos del Estado. Los objetivos de la organización se han ido cumpliendo, y Colombia, gobernada por Guillermo León Valencia, quien ha tentado acercamientos con la izquierda tradicional, se ve obligada a debatir las posibilidades del neoliberalismo. Bailey predice en su artículo que, con alta probabilidad, el sucesor de Valencia en el Frente Nacional será Carlos Lleras Restrepo, aparente simpatizante de las ideas neoliberales. Un año después de la aparición del artículo en The Review of Politics, Lleras Restrepo asume el poder.

Cito al autor: “El neoliberalismo en Colombia tiene una oportunidad única de utilizar el periodo del Frente Nacional para efectuar un cambio fundamental en la configuración política del país”. 46 años después sabemos que no la dejó escapar.

La 'mano negra' del Tea Party

Las elecciones de mitad de término que se celebraron en noviembre de 2010 en Estados Unidos y en las que el Partido Demócrata sufrió un duro revés, estuvieron marcadas por el grupo de extrema derecha conocido como Tea Party. Detrás de la fachada de este movimiento, liderado por la excandidata a la vicepresidencia Sarah Palin, el periodista Glenn Beck y la aspirante al Senado Christine O'Donneeran (acusada de brujería), se movían millonarios personajes con una agenda bastante turbia  e inclinaciones extremistas. Cuando la legisladora demócrata Gabrielle Giffords sufrió el atentado en Arizona, a comienzos de este año, ‘The Washington Post’ señaló que no fue un hecho “al azar” y que Giffords era un blanco del Tea Party por su apoyo a la reforma migratoria y a la reforma de salud. Spencer Giffords, padre de la Congresista, dijo cuando le preguntaron si su hija tenía enemigos: “Sí, toda la mano negra del Tea Party”.

Por Juan Villamil

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar