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El descubridor del Señor de Sipán

El hombre que lideró uno de los mayores descubrimientos arqueológicos del siglo XX denuncia que el tráfico de piezas sigue vigente.

Carolina Gutiérrez Torres / Perú
04 de julio de 2011 - 09:00 p. m.

Junio de 2011. Museo Tumbas Reales de Sipán. Lambayeque, Perú. En el interior de este edificio en forma piramidal, de 3.000 metros cuadrados, al que sólo se puede acceder a través de una rampa de 74 metros de largo, están los restos del Señor de Sipán, el único gobernante del antiguo Perú que ha sido encontrado hasta hoy. Está reconstruida su tumba como debió verse hace 1.700 años, cuando se estima fue sepultado. Están sus huesos en un ataúd colmado de ornamentos, tocados, atuendos, y rodeado de ocho acompañantes —entre ellos tres mujeres, un niño, un jefe militar, y un perro—. Están también las ofrendas que fueron dispuestas por sus súbditos para su viaje a la eternidad.

El peruano Wálter Alva fue quien comandó este trabajo que culminó en 1987, y que es considerado uno de los diez mayores descubrimientos arqueológicos del siglo XX. Hoy Alva está parado en una tarima frente a 224 jóvenes de 53 países, una veintena de periodistas y otras decenas de organizadores, camarógrafos y fotógrafos. Todos, integrantes de la Ruta Quetzal BBVA 2011, una expedición creada en 1985 por el español Miguel de la Quadra-Salcedo para recorrer los caminos que han unido históricamente a España con América.

Este año la ruta comenzó en Perú, y una de las estaciones es el Museo Tumbas Reales de Sipán, en el que Wálter Alva responde a las preguntas de los visitantes. Habla de las últimas noticias de las ruinas de Sipán, donde fue encontrado el gran Señor, y donde todavía se siguen haciendo excavaciones. “La última tumba que hemos descubierto fue la número 16, que fue de un guerrero. La llamamos la tumba primigenia porque es la más antigua. Es una tumba sencilla en la que aparecen armas de combate y dos vasijas con figuras de búhos. Estaba en la primera etapa de construcción de la plataforma funeraria, a casi 12 metros de profundidad. No descartamos que puedan existir tumbas más importantes de esa época, del siglo II”. Explica que el terreno que aún queda por excavar es incalculable, y que el principal enemigo de su trabajo hoy es el saqueo indiscriminado y la mafia que éste ha creado.

“Luego del descubrimiento del Señor de Sipán se empezó a comprender que el saqueo de tumbas no era una cosa tan sencilla como se había tomado siempre en Perú, donde todavía es un tema casi folclórico, pintoresco. Nunca nos habíamos cuestionado que detrás de esta práctica hay un verdadero ‘arqueotráfico’ que mueve muchísimo dinero, que está después del narcotráfico y del tráfico de armas. Este es un problema de Bolivia, México, Guatemala, Ecuador, de muchos países que tienen un rico patrimonio. Incluso todavía sigue siendo una realidad ignorada”, dice Alva, y a partir de este momento los saqueos y el mercado negro de estas piezas arqueológicas acaparan toda la conversación.

El primer eslabón de las mafias son los campesinos, “personas que por desconocimiento y necesidad saquean las ruinas”. Y tras ellos están los traficantes, “los verdaderos culpables” —en palabras de Alva—, quienes promueven esta práctica ofreciendo enormes sumas de dinero por una pieza que, para un habitante del campo peruano puede representar el mismo pago que el trabajo de todo un año. Y en el otro extremo están los compradores finales: coleccionistas de obras de arte y museos. “Hasta hace cerca de 30 años los museos americanos y europeos compraban piezas directamente a los traficantes. Ahora son los coleccionistas quienes siguen alimentando el mercado”.

¿Qué se ha hecho en Perú para detener esta mafia? Alva se refiere a la educación a las comunidades, de vigilancia permanentemente en los sitios vulnerables, del apoyo de informantes, de la  conformación de grupos de protección arqueológica entre los mismos campesinos. Dice que la otra lucha, la que se libra en el exterior con los países compradores —los europeos encabezan la lista—, se libra en el campo diplomático. Se ha llegado a acuerdos con Estados Unidos. La Unesco maneja una lista roja con las piezas que han sido robadas y que ahora están en el mercado negro.

Pero hay casos en los que cualquier esfuerzo es insuficiente. “Los compradores hasta cierto punto están protegidos por la ley, sólo basta con que registren las piezas. Por ejemplo, muchos de los objetos de Sipán están en manos de un coleccionista italiano que vive en Lima y que las tiene registradas. Nosotros ahí no podemos hacer nada. Él las registró ante el Instituto de Cultura y después de eso ya están dentro de la ley”.

Por Carolina Gutiérrez Torres / Perú

 

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