Publicidad

El ocaso de una estrella inacabada

Michael Ballack será recordado como ese jugador que siempre quedó ad portas de la consagración.

El Espectador
16 de junio de 2011 - 02:59 p. m.

La figura de Michael Ballack se recordará seguramente en el fútbol alemán como la de una estrella fugaz, que se quedó más de una vez al borde de la consagración definitiva.

No obstante, también es cierto que representó un resurgimiento de Alemania, ayudando decisivamente a sacar a su selección de una triste decadencia.

Tras 98 partidos y 42 goles y el sueño siempre aplazado de un gran título, la carrera de Michael Ballack con la selección alemana ha llegado oficialmente a su fin aunque en realidad se había terminado ya cuando causó baja para el Mundial de Sudáfrica donde el equipo terminó mostrando que ya no necesitaba a su líder.

En el Mundial de Corea y Japón, en la triste -para Alemania- Eurocopa de Portugal, en el Mundial de Alemania y en la Eurocopa de Suiza y Austria la selección alemana fue llamada con frecuencia el FC Ballack.

Era como si Alemania fuera él y esa sensación se daba con una fuerza tal que su papel en la selección sólo se podía comparar con el que habían desempeñado leyendas como Franz Beckenbauer o Lothar Matthäus.

La diferencia está en que Matthäus y Beckenbauer fueron campeones del mundo y campeones de Europa, mientras que Ballack siempre se quedó a las puertas, o casi a las puertas, de ganar un título con la selección.

El primer torneo de Ballack con la selección había sido la Eurocopa 2000, en Holanda y Bélgica.

La Alemania de entonces era un equipo en el que destacaban -al margen del meta Oliver Kahn- un Matthäus envejecido, y su presencia en la selección a los 38 años era un síntoma evidente de la crisis de entonces del fútbol alemán, y dos jóvenes talentosos.

Uno era Sebastian Deisler, cuya carrera interrumpieron las lesiones y una depresión que lo llevó a un complejo tratamiento psiquiátrico. El otro era Ballack.

La Eurocopa fue una catástrofe, Alemania perdió los tres partidos, hubo debate nacional e incluso algunos plantearon la tesis de que se debía crear una selección sólo con jóvenes pensando ya en el Mundial de 2006 y renunciando a clasificarse al Mundial de 2002.

Cuando Rudi Völler asumió la selección, y la rehizo en torno a Ballack y a Kahn, dejó claro que esa idea era inviable, Alemania no podía renunciar nunca a nada. Y Alemania llegó al Mundial, tuvo que pasar por la repesca -venció a Ucrania en dos partidos en los que Ballack fue clave- y luego en Japón y Corea, contra todo pronóstico, llegó a la final que perdió con Brasil.

Ballack se perdió la final porque había visto su segunda amarilla en la semifinal contra Corea del Sur en la que un gol suyo le había dado la victoria a Alemania. En 2002, y eso acaso es simbólico para su carrera, Ballack quedó cuatro veces en el segundo lugar. En la Bundesliga, en la Copa de Alemania y en la Liga de Campeones con el Bayer Leverkusen y en el Mundial con la selección.

Ese año, no obstante, fue tal vez el mejor año de su carrera, al margen de los títulos nacionales que logró posteriormente con el Bayern en Alemania y con el Chelsea en Inglaterra.

Su posición de número seis era engañosa porque, aunque siempre se destacó también recuperando balones, lo que más lo puso en el centro de atención fue la manera como solía aparecer desde atrás en el área contraria para marcar de cabeza -probablemente en su mejor época fue uno de los mejores cabeceadores del mundo- o con cualquiera de sus dos piernas.

Jürgen Klinsmann,
cuando asumió el cargo de seleccionador, lo hizo capitán y lo convirtió en líder. Su función en 2006 en Alemania fue menos perceptible que en 2002. Pero en Alemania existía la convicción de que cuando Ballack jugaba los otros jugaban mejor.

El Mundial de 2006 se recuerda en Alemania como un éxito, pese al tercer lugar. Se habla, todavía hoy, del “Sueño de verano”. Ese sueño terminó en la semifinal contra Italia en Dortmund. Grosso marcó el 1-0, a pase de Pirlo, poco antes del final del descuento, Alemania se lanzó a buscar el empate, se abrió y encajó el segundo, marcado por Alessandro del Piero.

Después, en las catacumbas, Ballack lloraba y se echaba toda la culpa de la derrota. Él, decía, no había podido interceptar el pase de Pirlo. Dos años después Ballack volvería a llorar, tras la final de la Eurocopa perdida 1-0 ante España. Y también después de perder, con el Chelsea, la final de la Liga de Campeones ante el Manchester United.

En el Mundial de Sudáfrica, Ballack iba a volver a ser titular. Pero, en la final de la Copa de Inglaterra, una entrada de Kevin Prince Boateng acabó con esa posibilidad y Alemania terminó mostrando que había crecido lo suficiente para vivir sin él.

Ahora se habla de una despedida, en el amistoso contra Brasil programada para el 10 de agosto. Sería la primera despedida oficial que se el hace a un internacional alemán desde los tiempos de Lothar Matthäus.

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar