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Los rugidos de Los Tigres

Los hermanos Hernández nacieron rugiendo, ahora sacan las garras con su nuevo disco a pesar de la prohibición de los narcocorridos.

Isabella Portilla
10 de junio de 2011 - 09:17 p. m.

Fue allá, en Rosa Morada, desde el meritito Mocorito, en Sinaloa, donde Jorge convenció a sus hermanos Raúl y Hernán para que formaran un grupo. El escuincle de 14 años creía que algún día serían famosos y podrían comprarle una casa a su amita. Así que empezaron a tocar y a cantar al olor de los chiles en nogada, las enchiladas y el combinable guacamole de los restaurantes de la ciudad de Los Mochis.

Ya creciditos consiguieron contratos. Se fueron a Mexicali, en Baja California, cruzaron la frontera y un agente de inmigración los bautizó “Little Tigers”, pero al instante, previendo la ferocidad de sus destinos, les anunció que serían “Los Tigres del Norte”. Ése —creen ellos—, a pesar de ser agente fronterizo, era un buen hombre.

Pero sin duda el más importante extranjero que rozó sus vidas fue Arthur Walker, quien les dio la lana para que grabaran su primer disco. Walker además les compró instrumentos y les ordenó estudiar música; apenas oyó las estrofas de uno de sus primeros corridos y a pesar de no pronunciar ni una sílaba de español, el inglés, con fe ciega, creyó en ellos.

Juanita era muy bonita / no se le podía negar / pero mató a su marido / por amar la libertad. Ese fue el sencillo con el que los fieros hermanos promocionaron su primer LP llamado Juanita la traicionera. Ellos sabían que el éxito tardaría en llegar, por eso el esfuerzo y el método del rendimiento los llevó a grabar cuatro discos antes de alcanzar la fama con Contrabando y traición.

De contar la historia de una amante inmisericorde que flagelaba con latigazos el corazón de su amado pasaron a cantar la leyenda de los carros de las bandas de asesinos, los de lujo, azul marino. Se metieron en una jaula, que aunque de oro, no dejaba de ser prisión. Lloraron con botellas vacías en la mesa del rincón, donde nadie podía verlos derrotados…

Batería, bajo eléctrico, contrabajo, acordeón, bajo sexto y uno que otro instrumento de percusión acompañaron las letras del romance melancólico extraído de las rancheras y con éstos crearon un ritmo texano que revolucionó la música popular mexicana, los narcocorridos: odas a los narcos, las armas y la droga.

La vida de Pablo Escobar, por ejemplo, inspiró Muerte anunciada y en Jefe de jefes Los Tigres cuentan la historia de Arturo Beltrán Leyva, alias La Muerte, uno de los tres capos más poderosos de México.

Por eso su carrera musical no ha escapado de la controversia y a pesar de que en México el género se ha popularizado, al punto de pasar de oído a oído en distintas generaciones, son muchos los que quieren domar a Los Tigres y a otros grupos, como Los Tucanes de Tijuana, que relatan historias de tráfico de drogas y violencia en sus canciones.

Así, fluctuantes y decididos, efervescentes y arriesgados, le pidieron a una lista de cantantes latinos que interpretaran sus mejores temas. El compendio de canciones se convirtió en su última producción: Los Tigres del Norte and Friends, en la que Andrés Calamaro, Juanes, Paulina Rubio, Zack de la Rocha, Diego Torres y René, de Calle 13, prestaron sus gargantas para rendir un homenaje a los felinos de México.

La producción discográfica se convirtió también en un programa de televisión que se transmitió por el canal MTV y está ahora disponible en CD y DVD.

Este disco demuestra que aunque desacreditado, e incluso prohibido, el narcocorrido tiene una enorme acogida por el público mexicano, pues en los tocadiscos del sur de la frontera no dejan de sonar, desde hace 40 años hasta ahora, coros tan genuinos que dicen: Sonaron siete balazos / Camelia a Emilio mataba / en un callejón oscuro / sin que se supiera nada. Y eso seguramente pasa porque la música está por encima de todo.

Feroces e indomables

La más reciente polémica protagonizada por Los Tigres el Norte creció cuando el gobernador de Sinaloa, Mario López, decretó la prohibición de difusión y presentación de artistas que cantaran narcocorridos en su territorio como una medida reductiva de la violencia y de la exaltación a los capos, con lo que cree se puede disminuir los carteles en la cultura popular del país. El vocero del Consejo de Seguridad Nacional de México, Alejandro Poire, apoyó al gobernador: “La violencia no sólo se genera a balazos, la incorporación de este tipo de canciones en lugares que han sido asoladas por los criminales representan un intento por imbuir al tejido social de patrones de valores inadmisibles para nuestro país”, dijo. Al respecto, Jorge Hernández, el vocalista de la agrupación, protestó: “Nosotros seguiremos cantando las historias, porque si dejamos de hacerlo ustedes (periodistas) tendrían que dejar de escribir y creo que estamos de la mano”.

Por Isabella Portilla

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