Así cambió Ricardo Gareca la mentalidad de Perú

El técnico argentino llegó a revolucionar la selección inca. La llevó a un Mundial después de 36 años y ahora la tiene cerca del título del torneo continental. Los jugadores le han creído y los resultados saltan a la vista. Jugarán la final de la Copa América 2019 ante Brasil.

Luis Guillermo Montenegro / Enviado Especial a Río de Janeiro
05 de julio de 2019 - 02:46 a. m.
Ricardo Gareca, técnico de la selección peruana de fútbol. / AFP
Ricardo Gareca, técnico de la selección peruana de fútbol. / AFP

Cuando Ricardo Gareca llegó a la selección peruana de fútbol tenía claro que su gestión se debía caracterizar por trabajar en la mentalidad de los jugadores, en convencerlos de que podían ser ganadores y que los resultados negativos eran algo del pasado. Por su experiencia dirigiendo en este país, cuando estuvo al frente del Universitario conoció el talento que había y la técnica exquisita de sus futbolistas, pero también la indisciplina y esa cabeza débil que no les permitía decidir bien en los momentos de presión.

“La mano en la cintura la tenemos que evitar. ¿Por qué? Porque te está viendo la gente y con este ojo los rivales. ¿Y saben lo que piensan los rivales? Están cansados”, fueron algunas de las primeras palabras de Gareca a sus dirigidos, por allá en 2015, cuando asumió la dirección técnica de la selección blanquirroja, justo antes de su debut en la Copa América de Chile.

Su estreno al mando de Perú fue justo ante el mismo equipo con el que este domingo (3:00 p.m., por el Gol Caracol) disputará el título de la Copa América 2019, en el estadio Maracaná, de Río de Janeiro. Perdió ante Brasil 2-1, con un gol sobre el final, y a pesar de la derrota salió feliz. Decía que lo que más valoraba era esa mentalidad de salir a ganar sin importar quién estuviera al frente. Y desde ese día de su primer juego hasta hoy, lo que más le ha preocupado es hacerles entender a sus dirigidos lo buenos que son, que tienen la capacidad de llegar mucho más lejos y para eso es necesario pensar en grande y prepararse para lograr lo máximo.

Y un factor fundamental para ganarse la credibilidad del grupo fue acercarse a ellos, a los referentes. Paolo Guerrero, máximo goleador de la selección inca y el gran líder del equipo, contó en una entrevista con Fox Sports Brasil que “es extraordinario trabajar con Gareca. Es una gran persona. Como entrenador y estratega, es un tipo que conversa mucho, entiende al jugador, da mucha confianza, te motiva antes de los partidos. Eso a uno le gusta. Creo que ha podido cambiar un poco el pensamiento, el chip peruano. Hoy en día veo a mi selección corriendo y luchando hasta el último minuto siempre”.

La confianza se la fueron dando los resultados. En esa Copa América de Chile, los incas concluyeron en el tercer lugar; al año siguiente, en la Copa Centenario, que se disputó en Estados Unidos, cayeron en cuartos de final ante Colombia en los lanzamientos desde el punto penal. Más tarde comenzó la eliminatoria hacia Rusia 2018, en la que fue un período de altibajos, pero al fin y al cabo de insistir y no dejar de creer. Gareca supo aguantar, manejó las crisis de lesiones y sanciones a jugadores importantes y siempre siguió con su idea de convencerlos de lo que podrían lograr. Al final del proceso clasificatorio, después de 36 años, cumplió su promesa de llevar a Perú nuevamente a un Mundial de fútbol.

Y no fue solo cuestión de mentalidad. Hoy en día el trabajo psicológico en el fútbol es tan valioso como el táctico y físico, pero también tuvo que acudir a reponer algunos errores que se habían vuelto costumbre en el equipo. No fue fácil para Gareca hacer que Perú jugara bien. Lo primero que hizo fue quedarse con los jugadores más comprometidos con el proceso y dejar a todos aquellos que no mostraron estar al 100 %. Se quedó con aquellos profesionales que le compraron su idea de ser futbolistas los domingos y profesionales de lunes a viernes, cuidándose en la alimentación, en su vida privada y en el entrenamiento invisible, que es el que hace cada uno cuando no está en el club o la selección.

En cuanto al juego, Perú disminuyó los pelotazos a Paolo Guerrero y le apostó a regresar a la esencia, al pase corto, a la construcción del juego de manera asociativa, en el movimiento, los desmarques y las transiciones efectivas. El buen trato a la pelota fue la base de todo; algo que, gracias al talento de los jugadores incas, no fue difícil de lograr. Otro punto clave es que intentó que Perú siempre jugara igual, así estuviera de local o visitante.

“No soy de apuntar a la autoestima del jugador, porque puede generarle dudas. Simplemente traté de ser coherente con el discurso. Los jugadores no son boludos. En cualquier lado se dan cuenta si el técnico dice una cosa y después arma otra. Si yo en las declaraciones al periodismo y en las charlas con ellos hablaba de un equipo protagonista, pero después dejaba a los delanteros descolgados del resto del equipo sin jugadores que se desprendieran, iba a perder credibilidad”, explicó el técnico de 61 años.

En la Copa del Mundo el resultado no fue del todo positivo. En la fase de grupos los incas perdieron 1-0 ante Dinamarca, 1-0 ante Francia —que terminaría como campeón del mundo— y le ganaron 2-0 a Australia. Ahí lo importante fue la experiencia, el volver a poner la bandera peruana entre las 32 privilegiadas.

Ese trabajo mental lo intensificó en esta Copa América de Brasil. No se tuvo un buen rendimiento en la fase de grupos, pues solo se sumaron cuatro puntos de nueve posibles, producto de una derrota (5-0 ante Brasil), un empate (0-0 ante Venezuela) y una victoria (3-1 a Bolivia). Esa goleada ante el que será el rival en la final fue un golpe muy duro del que se lograron recuperar gracias a las palabras de Gareca. “Les dije que ni eran los mejores antes ni ahora los peores. La Copa seguía y había que darlo todo por Perú y por sus familias”, destacó el entrenador. Luego vencieron en cuartos de final a Uruguay, por penales, y este miércoles dejaron en el camino a Chile, tras ganar 3-0.

Gareca ya le cumplió a Perú, los llevó a un Mundial tras 36 años y ahora le da una final de Copa América luego de 44. El Tigre ha dejado su huella, pero como él mismo les dice a sus jugadores, “hay que pensar en grande”, por eso sueña con un nuevo Maracanazo, venciendo a Brasil en su casa, ganándole su copa.

Por Luis Guillermo Montenegro / Enviado Especial a Río de Janeiro

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