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Médicos recién graduados: de la universidad directo a una pandemia

Una nueva generación de médicos rurales ha tenido que enfrentarse a una enfermedad para la que nadie estaba preparado. Estas son algunas de las reflexiones, temores y enseñanzas que les ha dejado la experiencia con el COVID-19.

Daniela Quintero Díaz
05 de mayo de 2020 - 03:00 a. m.
Médicos recién graduados: de la universidad directo a una pandemia

Llegar a ser médico rural es todo un logro para cualquier estudiante de medicina. A las semanas de haberse graduado empiezan a firmar órdenes médicas con su nombre, los pacientes dependen únicamente de ellos y se convierten en la primera línea de atención en muchos municipios del país. Esta es su primera experiencia laboral, en donde se ponen a prueba todos los conocimientos y habilidades adquiridos durante seis años de carrera.

El año de servicio social obligatorio en Colombia está orientado a apoyar y ampliar la cobertura de salud para las áreas rurales de difícil acceso y las zonas urbanas marginadas, por lo que la gran mayoría de jóvenes médicos son asignados en esas plazas alejadas, a donde llegan con el anhelo de poner en práctica lo aprendido, incluso, aunque les toque con las uñas debido a la falta de recursos e infraestructura. Este año, una nueva generación de médicos rurales tuvo que enfrentarse a algo para lo que ni siquiera los mejores hospitales o doctores estaban preparados: una enfermedad nueva, para la que todavía no hay tratamiento y que puede contagiarlos fácilmente. Esto le contaron a El Espectador algunos de ellos sobre su salida al mundo laboral en medio de una pandemia por el nuevo coronavirus.

Aunque desde hacía un tiempo se venía actualizando con los lineamientos del Ministerio de Salud y preparando con simulacros y cursos sobre qué hacer y qué no para enfrentar la emergencia sanitaria, la llegada del primer paciente no dejó de ser una sorpresa. “Ese día yo estaba ansiosa, pero supe qué hacer. Tuve el apoyo de la jefe y las auxiliares, ellas saben mucho, y yo estuve en mis cabales para pensar qué decisiones tomar. Uno nunca está preparado para esto, pero estuve tranquila porque el paciente nunca se me descompensó”. “Sin embargo, lo que más me impresionó fue el rápido deterioro clínico del paciente. En 11 horas el señor pasó de entrar caminando a la clínica, a salir con un ventilador en ambulancia remitido hacia Bucaramanga. Cuando ingresó se le tomó una radiografía de tórax en la que se veían unos infiltrados en ambos campos pulmonares, pero no eran tan marcados. Antes de intubarlo se le tomó una nueva radiografía de control y definitivamente estaba invadido”, explica. Ocho días después el paciente falleció.

“Yo creo que mi mayor miedo es que llegue un paciente y que yo, por más cosas que haga, por más de que tenga los recursos, el conocimiento y el apoyo, no sea capaz de sacarlo. Qué frustración. Hasta ahora, afortunadamente, las cosas se han podido manejar, pero uno debe tener en cuenta que la crisis no ha empezado, que el chicharrón va a ser cuando se acabe la cuarentena. Eso también me da miedo, tener un servicio tan lleno que no demos abasto para atender las necesidades de todos los pacientes".

Desde noviembre, tras un nuevo sorteo, está en el hospital de Suba, en urgencias. “Así como en mis planes no estaba hacer rural, una pandemia tampoco, en los de nadie. Pero la forma en la que yo lo veo ahora, al estar en un hospital que me brinda todas las garantías, en donde me dan todos los implementos de protección personal e, incluso, en donde me hicieron la prueba ya una vez, es que el riesgo realmente no es diferente al que usualmente nos enfrentamos. Este es un virus nuevo, pero constantemente estamos expuestos a patógenos potencialmente mortales. Creo que, por encima del miedo que se siente por uno mismo, en este caso el temor es a contagiar a la familia… pero aquí no podemos salir corriendo porque algo nos dé miedo”.

Cuando no está la bacterióloga, son los médicos rurales quienes deben tomar las muestras de Covid-19. Ana ha tomado nueve, todas de forma domiciliaria, pues “hemos intentado no llevar ningún caso al centro de salud”. A los pacientes confirmados, por su parte, se les hace un seguimiento telefónico diario, “estén sintomáticos o asíntomaticos los llamamos todos los días y dejamos constancia en la historia clínica, así estamos pendientes de su evolución y podemos estar más preparados por si empiezan a tener síntomas”. Hasta ahora, ninguno ha tenido complicaciones. Sin embargo, “toda esta situación genera mucha angustia. Personalmente, mi miedo es convertirme en el trasmisor del virus a personas que sí podrían llegar a complicarse. La preocupación no es solo por mí, porque finalmente soy una mujer joven y ahorita vivo sola en el centro de salud, pero mis auxiliares de enfermería todas son mamás, muchas son cabezas de familia, y toda esa es una responsabilidad grandísima”, explica.

“Uno no cree que en el primer año ejerciendo se vaya a enfrentar a algo así. Aunque nosotros, afortunadamente, siempre contamos con un especialista a cargo, hay una tensión permanente. Ahí van a llegar los pacientes más graves, y también donde están los procedimientos con más riesgos para el contagio, como intubar al paciente o dar reanimación… Ver todo el tiempo las noticias de médicos infectados, ver a los especialistas, a las enfermeras y al resto del personal con miedo lo pone a uno a pensar también qué está haciendo aquí metido, a pensar si sí valdrá la pena” cuenta. Según el último reporte del Instituto Nacional de Salud, en el país hay 459 miembros del personal de salud contagiados y siete fallecidos por el nuevo coronavirus. “Sin embargo, esta experiencia también ha servido para aprender mucho, y ha sido muy motivante ver el aprecio que se está teniendo nuevamente a la profesión, que se había perdido”, agrega.

“Con la llegada del coronavirus, curiosamente, mejoraron cosas que uno nunca creía que iban a mejorar. Antes recibíamos entre ocho y diez accidentes de tránsito diarios, muchísimos dictámenes de embriaguez. Ahora hemos visto tres accidentes en un mes. Esa ansiedad de que llegara un paciente muy grave por un accidente o por una pelea pasó a estar ahora en el temor de que nos llegue un paciente con dificultad respiratoria y que nos contagiemos. Solo con el primer caso confirmado en el municipio tuvimos que aislar a tres médicos que habían estado en contacto. Ahora quedamos tres, que no damos abasto, y se tuvieron que traer profesionales de otros municipios”, señala.

Para la médica esta pandemia es una enseñanza y un punto de partida para hacer algunos cambios en los programas académicos de los pregrados de medicina en el país. “A uno siempre le enseñan todo lo que debe preocuparse por el paciente, pero no a cuidarse a uno mismo. Uno sabe que existe todo para protegerse, pero no es consciente hasta que pasan estas cosas. Es increíble que los protocolos que han salido son pensando en el médico, cuando eso debería ser normal. Siento que personal y profesionalmente, esta ha sido una enseñanza muy grande para darnos cuenta de que somos importantes y necesarios para que estas personas sobrevivan, y para eso tenemos que protegernos”.

Cuando Jeferson volvía de su primer descanso Colombia confirmó el primer caso de contagio. “Ese fue como un primer gran susto, porque yo había pasado por el aeropuerto de Bogotá en esos días. Nunca tuve síntomas, pero, desde entonces, no he podido salir del pueblo. Aunque en este municipio no se han confirmado casos, sí hemos hecho algunas pruebas y hemos atendido a pacientes con síntomas”, cuenta. “Cuando recibí al primer paciente con sospecha de Covid-19 tuve mucho miedo, porque estas son cosas para las que a uno no lo prepara la universidad. Sentía que no sabía qué hacerle y tampoco sabía si me estaba protegiendo bien. Ahora me siento más preparado, he estudiado bastante, he hecho cursos virtuales y me he capacitado. Sin embargo, sigue siendo complicado, porque todavía no tenemos todos los medios de protección necesarios. Hasta hace una semana ni siquiera teníamos batas y sólo atendíamos con el tapabocas quirúrgico, no con el N95. Ahora, el temor es que llegue un paciente contagiado y con complicaciones, porque tendríamos que remitirlo a Bogotá -que queda a más de tres horas- y tenemos una ambulancia muy básica”.

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