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“Sentimos que se nos juntaron todos los problemas”, el grito wayuu por el agua ante la pandemia

El pueblo Wayuu lleva meses enfrentando una de las peores sequías a causa del cambio climático. Sin agua, sin alimentos y con un sistema de salud muy limitado recibió la noticia de que la pandemia de COVID-19 también había llegado a su territorio. En vilo, piden al Gobierno que no se les abandone.

Daniela Quintero Díaz
09 de abril de 2020 - 02:51 a. m.
“Sentimos que se nos juntaron todos los problemas”, el grito wayuu por el agua ante la pandemia

“A’leeyajawa”, así han nombrado los wayuus, habitantes ancestrales de la península de La Guajira, al COVID-19, esta nueva enfermedad que se tomó por sorpresa el mundo y que actualmente deja más de 1’470.000 contagios confirmados y casi 90.000 muertes.

La Guajira es un departamento con un estado de cosas inconstitucional decretado por la Corte Constitucional, con la salud y la educación intervenidas por el Gobierno Nacional desde febrero de 2017 y “con una crisis humanitaria sistémica relacionada con la pobreza extrema y los problemas de salud y nutrición, factores asociados con el déficit de agua”, en palabras de la Procuraduría. Es el territorio, también, con la cifra más alta de mortalidad infantil por desnutrición: mientras el índice nacional es de 2 por cada 100.000 niños, en La Guajira es de 20. En medio de ese panorama, el pasado 31 de marzo se sumó una nueva preocupación: se confirmó el primer caso de COVID-19 en el territorio.

La cercanía de las comunidades indígenas con los centros poblados con casos confirmados (en Riohacha hay un caso y en el estado de Zulia, en Venezuela, hay 4) preocupa al pueblo más numeroso de la región: los wayuus. Sobre todo por su estrecha relación social, económica y cultural con estos lugares.

“Actualmente sentimos que se nos juntaron todos los problemas: la sequía total, el cambio climático, la pandemia, la caída del turismo e incluso el tema del conflicto político entre Venezuela, Estados Unidos y Colombia, porque también estamos en zona fronteriza”, asegura Gustavo Valbuena, autoridad indígena de la Alta Guajira y miembro del Comisionado Wayuu. Hasta él han llegado cientos de preguntas y denuncias por falta en agua de varias comunidades del territorio, en medio de la incertidumbre de enfrentar este nuevo reto, y con el recuerdo de otras epidemias, como la del Cólera, que hace unos años afectaron gravemente a su población: ¿Cómo lavarse las manos constantemente, si en el 98 % de los territorios étnicos no hay servicio de acueducto ni alcantarillado? ¿Cómo quedarse en sus rancherías, en cuarentena, si viven del diario?, se preguntan.

Acceso al agua, cuarentena y pandemia

Aunque todo el tiempo escuchamos que lavarse las manos por más de 20 segundos con agua y jabón es una de las maneras más efectivas de prevenir la transmisión del nuevo coronavirus y que puede reducir hasta en un 50 % las posibilidades de contagio, para muchos no es una acción tan sencilla. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) calcula que el 40 % de la población global, casi 3.000 millones de personas, carecen de medios para lavarse las manos en casa. En La Guajira, según cifras del último censo, más de la mitad de la población no tiene servicio de acueducto, y en las zonas rurales y territorios indígenas el acceso al agua es casi impensable: solo el 4 % de esa población tiene cobertura.

Además, el departamento está marcado en rojo en los mapas del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), es decir, es una de las zonas donde menos llueve en todo el país: no llega a 50 días al año. La última vez fue en octubre. “Para las personas más privilegiadas, lavarse las manos con jabón y agua limpia es un gesto sencillo. Pero para algunos grupos en todo el mundo es un lujo que no pueden permitirse”, aseguraron expertos de la ONU hace unas semanas, al pedirles a gobiernos de todo el mundo que pro porcionaran acceso a agua potable a las poblaciones más vulnerables. “Nuestros niños se siguen muriendo de hambre y sed. Cuando ya estábamos preocupados por la sequía, llega la pandemia”, dice José Silva Duarte, presidente de la ONG Nación Wayuu. “Con el cambio climático, cada vez las condiciones de nuestro territorio son más extremas, y eso golpea nuestra producción de alimentos. Cuando la lluvia era más frecuente podíamos sembrar y tener nuestros animales, pero eso se ha vuelto ahora imposible”, agrega Remedios Fajardo, lideresa wayuu. Los pocos cultivos que sobreviven a la aridez del territorio wayuu, como el de ahuyama, sandía y fríjol, no pueden prosperar sin agua. Tampoco los chivos, principal fuente de proteína para esta población.

Por eso, cientos de indígenas han salido en los últimos días a bloquear las vías principales y la vía férrea del Cerrejón, exigiéndole al Gobierno garantías, alimentos y agua para poder quedarse en sus rancherías a raíz de la cuarentena, recientemente extendida. “Sabemos que la medida es necesaria, de hecho, hemos promovido los muros de contención, el no recibir extraños. Esa es nuestra manera de protegernos. Pero este aislamiento también pone en una situación difícil a la comunidad, porque tenemos que salir a buscar alimentos y agua. Tenemos miedo de salir, de caminar, pero estamos entre morir por el virus o morir de hambre. Los jagüeyes están secos y no llueve desde hace cinco meses”, explica la lideresa.

Desde el Gobierno y las instituciones se han empezado a tomar acciones para facilitar el acceso y la distribución del agua, y así ayudar a mitigar los impactos. En el departamento, con el apoyo de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos, Minvivienda y Minambiente, se han habilitado cerca de 40 carrotanques más para llevar agua por el territorio. También se permitió el uso de la represa El Cercado, del río Ranchería, como fuente de agua cruda para ayudar a familias de siete municipios del sur del departamento y la habilitación de pozos alternos, como el Romonero en la zona rural, el cual, según autoridades, producirá 177.000 litros de agua diarios.

¿Cómo lo están enfrentando las autoridades de salud?

Julio Sáenz, administrador temporal de salud de La Guajira, es quien ha tenido que asumir la titánica tarea de preparar al departamento para enfrentar la pandemia. Después de extenuantes jornadas y recorridos por puestos y entidades de salud a lo largo del territorio, responde con franqueza: “Aquí hay que comprender que hay un contexto, unas condiciones particulares. Es innegable que la salud, la nutrición y el agua son problemas no resueltos, por eso hay un estado de cosas inconstitucional. La red hospitalaria tiene unas condiciones que no son suficientes para la atención de la población en condiciones normales, es decir, sin COVID-19. Los hospitales de la red pública no cuentan con capacidad suficiente para la atención de medicina crítica, o de ventilar pacientes, que va a ser lo primordial en estos momentos. Todo esto, claramente, le agrega complejidad a este momento de atención de la pandemia”, le explica a este diario.

Sin embargo, Sáenz rescata la “total solidaridad de todos los actores para poder adecuar áreas, replantear estrategias y evitar hospitalizar pacientes que pueden aplazar sus cirugías o actividades programadas”, esto teniendo en cuenta que actualmente el departamento cuenta tan solo con 144 camas en las Unidades de Cuidados Intensivos y 122 respiradores, según indica, para más de 825.000 habitantes. Entre sus preocupaciones también está la vulnerabilidad de la población indígena, particularmente de los wayuus. “Es necesario llevarles los mensajes adaptados culturalmente a la cosmovisión indígena. Hacerles comprender que este es un enemigo invisible, pero real. Han sido muy receptivos”, asegura. Su estrategia la llamó “la vacunación con la palabra”.

Aunque la situación de La Guajira es una de las más graves en el país -pues solo tres de sus 15 municipios tienen agua apta para el consumo humano-, no es la única. En departamentos como Vichada, Vaupés, Chocó y Guainía el 63, 64, 71 y 78 % de su población, respectivamente, no tiene acceso a servicio de acueducto. A escala nacional, capitales como Santa Marta, Buenaventura, Quibdó, Mocoa, San Andrés y Leticia reciben agua entre 10 y 18 horas por día aproximadamente, y solo en 529 municipios -de los 1.102 en el país- se recibe agua que no represente una amenaza. Sin embargo, el derecho al agua, garantizado por la cantidad, disponibilidad y calidad del recurso, es parte del artículo 366 de la Constitución.

Desconocimiento del COVID-19

En la zona norte extrema de la Alta Guajira, un territorio de unos 56 mil habitantes, muchos todavía no se han enterado de que el mundo está enfrentando una pandemia. La única emisora que funciona en la zona llega solo a tres de los nueve corregimientos del municipio de Uribia. Tampoco cuentan con servicio de internet o televisión, ni siquiera con telefonía celular, por lo que no saben del COVID-19 y, mucho menos, de las medidas que se han adoptado para evitar su propagación.

“Aquí hay todavía mucho desconocimiento sobre el tema, mucho temor. No hay información con enfoque diferencial, entonces desconocemos mucho qué es la pandemia”, asegura Ediana Montiel, una joven wayuu de 23 años que vive en el barrio Etnia Wayuu, uno de los más pobres de Uribia, la capital indígena de Colombia.

“Le hemos dicho al Gobierno Nacional que hay que activar de emergencia todos los sistemas de comunicación de las emisoras rurales que tenemos en los pueblos indígenas, no hay que escatimar esfuerzos para apoyar el sistema de comunicación de los pueblos indígenas”, insiste Valbuena. Para el antropólogo Weildler Guerra, es fundamental en estos momentos “tener una estrategia en lengua indígena oportuna, para que la gente tome las medidas preventivas y sepa qué es el coronavirus. Hay que combinar una estrategia en la que las indicaciones de la OMS, el Ministerio de Salud y demás autoridades sanitarias lleguen claramente a la población indígena, pero, ¿cómo están esas emisoras comunitarias? Inhabilitadas, averiadas y pidiendo ayuda porque pueden mandar material en lengua”, explica.

Ante ese panorama, los wayuus decidieron tomar la delantera: recurrieron a sus comunicadores indígenas y a las emisoras que funcionan para traducir a su lengua toda la información sobre el COVID-19: de qué se trata, cómo se contagia y cómo protegerse en medio de las difíciles situaciones de su territorio. Por parte del departamento, se habilitó un call center que brinda asesoría e información sobre coronavirus en español y en wayuunaiki, habilitado el pasado 30 de marzo.

 

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