¿Cómo manejar los celos?

¿Espían tu celular mientras te bañas? ¿Respondes interrogatorios que no tienen sentido? Estas pueden ser señales de alarma.

Por Juan Sebastián Restrepo

17 de mayo de 2016

¿Cómo manejar los celos?
¿Cómo manejar los celos?

¿Cómo manejar los celos?

En México, Apolinar Santiago Pérez atacó a Dominga Morales y a Diego Daniel Heredia a machetazos porque sospechaba que Dominga, su esposa, tenía una relación con Diego, primo de él. Al otro lado del mundo, un médico indio le quitó las manos a su esposa y su supuesto amante en un arrebato de rabia. En Valledupar, Miriam Peñaloza Pérez, una indígena Yukpa, se quitó la vida sin importarle dejar solos a sus siete hijos porque no resistía la idea de que su esposo tuviera un romance con otra. Todo por los malditos celos, un mal que aqueja a la humanidad en proporciones mucho mayores que las imaginadas

Un estudio realizado en Estados Unidos demostró que el 33% de las parejas sufren de celos y, lo que es peor, casi la mitad de los 651 encuestados creen que “es una consecuencia inevitable del amor verdadero”.

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En Colombia sucede algo parecido. Según datos del Instituto de Medicina Legal, diariamente hay 24 casos de agresión por celos, y por celos sucede un asesinato cada cinco días.

Cuando Otelo confesó, al creerse burlado de su amada Desdémona, “nueve años seguidos quisiera estarla matando”, había que creerle. Parece una novela, pero los celos son una alarma de cuidado que no discrimina sexo, edad, ni nacionalidad.

 

¿Qué son los celos?

Es eso que todos conocemos y hemos experimentado como protagonistas o como víctimas de una pareja celosa. Los celos son nuestra manera de control que se pone en marcha ante el miedo a perder una figura de apego que brinda seguridad psicológica, significancia social y pertenecía, que es exactamente en lo que convertimos nuestra pareja. A cambio de amor, lo que vincula a los celosos es el control exagerado, expresado a través del miedo, la angustia y la rabia. La persona que amamos queda convertida en un objeto indispensable para la vida, en una posesión, una extensión de nuestro propio mundo y hasta en un órgano vital. Imagínese, por ejemplo, que su riñón se quiere ir con alguien más… es una verdadera tragedia, ¿verdad?

Por todo esto, el celoso enfermo siente y piensa que hay una amenaza constante a cada momento. Este temor de perder el objeto provoca pensamientos que pueden desencadenar emociones negativas y particularmente obsesivas, que llevan a indignaciones tales como esculcar los bolsillos, reciclar la basura, hackear los correos electrónicos y mirar los celulares a hurtadilla. ¡Qué vergüenza!

Recuerde que es una enfermedad que se padece, ya sea porque usted es el celoso o porque tiene uno en casa. Los celos son un atado de emociones y comportamientos que nos llevan a conocer lo más profundo de nuestras sombras o las de la pareja. Lo que determinará que los celos sean patológicos o normales es su intensidad y el hecho de que se deban a una causa justificada o infundada.

 

La perseguidora

Sin embargo, siempre constituyen una emoción desagradable, desgastante y devastadora para el que los padece. En los celos se incorporan sentimientos de tristeza y ansiedad. También implican conductas de seguimiento, persecución agresión y violencia que están asociados a pensamientos intrusivos persistentes y a veces obsesivos de infidelidad, engaño y traición por parte de la persona amada. Mejor dicho, es una manera muy efectiva de hacerse daño con la persona que uno ama y también es una clara señal de alarma de que su pareja está enferma y necesita ayuda.

Aunque también está la otra cara de la moneda, la de los celos que justificados por la infidelidad, por la actitud de los seductores enamoradizos. No hay pareja más explosiva, ni coctel más peligroso que juntar un traumado con el abandono y un abandonador. La combinación establece una dinámica de agotamiento que no para.

 

El abandonado

El amor incondicional solo puede ser recibido de los padres y cuando no nos hemos sentido amados así, buscamos una pareja que nos dé lo que nos faltó. Pero si nuestros padres no nos trasmitieron estos valores y competencias y ni siquiera somos capaces de respetarnos, de amarnos, de ser fieles a nosotros, mucho menos podemos esperar que otra persona lo haga. Esto lo conocemos como la desconfianza aprendida.

Los celos surgen de la inseguridad promovida en el vínculo amoroso de la pareja (pareja con bases débiles, vínculos frágiles y temas enterrados en el pasado que ponen a sus miembros en alerta constante), y de necesidades infantiles insatisfechas relacionadas con el temor al abandono y la profunda insatisfacción amorosa. Estas realidades tempranas provocan inmadurez afectiva y formas disfuncionales de relacionarse en la edad adulta.

Igualmente pueden surgir de una infancia en la que la autoestima no fue cultivada. Y un individuo que crece con auto imagen débil, que no se considera merecedor de amor, verá un rival en cualquier tercero que se acerque a su relación. El celoso, en el fondo, se considera malo, inapropiado, feo, torpe o inútil. De ahí el miedo a ser cambiado por otra persona. Los celosos creen que cualquiera es mejor que ellos.

 

¿Hay celos normales?

Los celos son normales cuando actúan como generadores de energía vital en la pareja y no desestabilizan a ninguno de los implicados. Incluso, es muy común que se interpreten los celos como expresión de la importancia que tiene un individuo para esa persona. Los celos normales sirven para recrear fantasías sexuales y para reivindicaciones eróticas, en juegos de roles y confesiones de intimidad; aumentan la autoestima de la pareja porque el tercero es utilizado para acercar y no para perderse en él.

También son normales los celos cuando la pareja da motivos suficientes para ponerse en alerta. Ahí de nada sirve la autoconfianza ni el desapego, lo mejor es ser frentero y poner la cosas en claro. Quien se ama merece que le sean fiel y puede exigir este derecho antes que crear estrategias de persecución y vigilancia. Es bueno recordar que también hay parejas muy provocadoras, con una necesidad de aprobación a través de la seducción que puede llevar a una persona normal a la locura de los celos. Lo determinante es que haya justificación para los celos; en este caso el problema es de amor propio y de falta de auto respeto, pues quien se deja poner cachos una y otra vez está igual de enfermo que el celoso patológico.

 

Los celos patológicos

Los celos son patológicos cuando el sentimiento de infidelidad y abandono adquiere certeza interna, cuando uno se lo cree como verdad revelada y sabe que algo pasó. No es un sexto sentido ni una corazonada, es una fuerza interna enfermiza que grita desde la desconfianza y busca desesperadamente razones que comprueben el engaño. En la celotipia ya no hay fuerza interior que detenga las oleadas de dolor y rabia que surgen desde las viejas cicatrices del amor. La persona es poseída por un personaje de ojos vidriosos, con sudoración y respiración agitada, que interroga y repasa los movimientos de la pareja, como un torturador profesional, hasta lograr confesiones falsas por agotamiento o miedo.

A esta altura, el celoso enfermo se ha transformado en vidente y no hay poder humano que lo saque de sus convicciones. Está enfermo. Lo que hace no está justificado, pero debe ser digno de comprensión. De pronto usted mismo se ha vuelto codependiente de este flagelo.

La celotipia es difícil de detectar por los comportamientos compensatorios que tienen los celosos: son detallistas, solidarios y sobre todo dependientes, esto hace que muchas personas los sufran pero que no estén dispuestas a dejarlos. Los celosos son muy inteligentes y saben identificar la tolerancia de su pareja. Entonces, ¿qué hacer? Si sufre de los celos de su pareja, exija un cambio y no negocie su individualidad. Si usted es el que los sufre en carne propia, empiece por amarse más. Trátese mejor. ¿Se imagina toda esa energía desperdiciada en los celos invertida en la pareja? Pónganse a construir, en el mundo de hoy las parejas necesitan soluciones creativas.

 

El ciclo de los celos

Reposo

No hay sensación de desconfianza. Tras un ataque de celos, en vez de una persona paranoica encontramos la ecuanimidad y una profunda auto determinación de curarse. Le ruega a la pareja que le ayude, promete ir a terapia. Todo parece normal hasta que el interruptor se dispara.

El interruptor

Ya sea por estímulos internos o externos, la pólvora hace explosión. Como si se tratara de alimentar un animal dañino, hay una verdadera transformación en la conducta y el celoso vuelve y cae en su necesidad de lamerse las heridas y masticar el pasado. Busca señales externas de comportamiento de su pareja que permitan revivir las heridas infantiles y poder alimentarlas haciéndose daño y dañando al otro. Cualquier recuerdo será suficiente para montar la película más rebuscada, tomar cualquier indicio como certeza para validar su tragedia. y cumplir su fantasía catastrófica de que lo están abandonando. Puede haber jurado no volverlo a hacer, pero ya no puede parar.

La crisis

Todo empieza con una frase simple: "Si no va a ser mío, no va a ser de nadie". El celoso pierde toda compostura, no respeta domingo, ni restaurante, ni familia ni mucho menos amigos, tiene tanto nivel de angustia que necesita descargar toda la tensión acumulada y dar rienda suelta a su reclamo de abandono o de falta de amor. Es un reclamo infantil, es un lamento disfrazado de orgullo, es un hombre o una mujer adulta llorando y pataleteando como un niño, gritando, mendigando, reclamando el amor incondicional, el amor cierto, el amor que nunca recibió, sin ver siquiera a su pareja, sin ver su entorno, sus hijos. Lo único que ve es su pasado, su dolor y su inmensa soledad. El celoso podrá tenerlo todo, pero es pobre porque no se tendrá a sí mismo y porque el mundo se le volverá una amenaza, en una cárcel para su pareja asustada y secuestrada.

El arrepentimiento

La pareja llora, de dolor o desilusión, se percata de su toxicidad e inventa mil disculpas, es capaz de humillarse, de hablar con el tercero que se acercó, o al que uso para su explosión, todo con tal de no perder su objeto de adicción. Por un tiempo deja bolsillos, carteras y celulares quietos, pero unas semanas más tarde vuelve a las rondas de preguntas y los celos se repiten en un ciclo que no tiene fin.

 

Sí es celoso

Haga todo lo que pueda para controlar las emociones negativas que lo invaden, busque ayuda profesional. Identifique la aparición de los celos por los cambios de respiración, por la híper vigilancia y la sudoración, y pregúntese ¿de qué me doy cuenta?

No se quede pasivo frente a su neurosis. Luego de identificada, confróntela, mida las consecuencias de las rutinas que está por seguir, póngase límites y limite su parte obscura y negativa; medite, concéntrese, haga acopio de su valores y certezas y con ayuda de la respiración, atraviese la oleada provocadora, aprenda a frenar el evento sin dejarse arrastrar por su sombra.

Trabaje en equipo, lo que usted padece, si es un celoso obsesivo, es una enfermedad, no necesita que lo alcahueteen, necesita que lo confronten, que lo arrinconen. Si no puede llegar a confiar, al menos pueda que deje de desconfiar. Cuide a la persona que ama, así aprenderá a cuidarse a usted mismo por reflejo. Después, protéjalo de su locura y ahórreles psicólogo a sus hijos.

Los celosos pueden elegir reconocer que son parejas muy complicadas, cambiantes, de difícil satisfacción. Pueden responsabilizarse a través de tratamientos terapéuticos alternativos y formales que establezcan un principio de realidad y verdad que lo aterrice en su enfermedad.

Trabaje en aceptar el dolor y el abandono y aprenda a vivir con eso, pero no someta en nombre del amor a nadie, ni contagie con esta tortura a los que lo rodean.

 

Si padece a un celoso:

Pregúntese cuál es el concepto de pareja que maneja, qué tanto es amor, dependencia o sumisión lo que usted padece. Recuerde que el amor no puede con todo y menos con esta patología, lo que necesita su pareja es amor franco, confrontador, no un codependiente que le valide la enfermedad. Hágale saber sus límites y exija cambios. No se conforme con promesas, ni postergaciones. Si usted se valora, no negocie con el respeto por su vida ni con su intimidad. No olvide que uno no se siente amado si no es digno de confianza. Ponga una balanza entre lo que sufre a diario y el bienestar de su relación. Si no le cuadran los números haga algo, pero no cargue con esa cruz.

 

Foto: iStock.

 

Por Juan Sebastián Restrepo

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