De Yerry Mina a Emiliano Martínez: ¿el fútbol es una fábrica de ‘machitos’?

Lágrimas siguen brotando por la derrota de Colombia ante Argentina. A algunos les dolió más la actitud de Emiliano Martínez que el resultado de los penales. ¿Por qué tanto dolor? ¿Los argentinos tocaron una fibra muy colombiana?

Por Alberto Ochoa Mackenzie

09 de julio de 2021

BRASILIA, BRAZIL - JULY 06: Lionel Messi of Argentina argues with Juan Cuadrado and Yerry Mina of Colombia during the semifinal match between Argentina and Colombia as part of CONMEBOL Copa America Brazil 2021 at Mane Garrincha Stadium on July 6, 2021 in Brasilia, Brazil. (Photo by MB Media/Getty Images)

BRASILIA, BRAZIL - JULY 06: Lionel Messi of Argentina argues with Juan Cuadrado and Yerry Mina of Colombia during the semifinal match between Argentina and Colombia as part of CONMEBOL Copa America Brazil 2021 at Mane Garrincha Stadium on July 6, 2021 in Brasilia, Brazil. (Photo by MB Media/Getty Images)

Fotografía por: MB Media

Que los argentinos son vivos, que el baile de Yerry Mina es de sobrador, que los colombianos son ingenuos, que Martínez es el nuevo héroe albiceleste. Al salpicón le siguen echando fruta picada y seguramente rebosará en la final de la Copa América, que ofrece dos partidos en uno solo: el psicológico, con Colombia de fondo, y el meramente futbolístico. Los de Reinaldo Rueda ya no tienen velas, pero arden las redes sociales de sus fanáticos, que se frotan las manos de pensar en otro subcampeonato de Messi. La herida no cicatrizará.

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El “te como” y el gesto sexualizado consagraron al portero Emiliano Martínez en los corazones de los que ponderan el fútbol de potrero. Ese espacio imaginario por el que hemos pasado todos los que corrimos tras un balón hiede a discriminación y a masculinidad tóxica. El potrero es un pasaje anhelado que cada tanto saca al deporte profesional del acartonamiento en el que lo metió la FIFA. En este lado del hemisferio, el potrero es al fútbol lo que es el picante a la comida mexicana.

A las expresiones hirientes de Martínez hay que agregar la violencia con que hubiera cobrado el Pibe Valderrama los penales y la gallardía algo presumida de Fabián Vargas, que recientemente trató de hipersensibles a los que se rasgan las vestiduras por lo que pasó la noche del martes 6 de julio (“me tienen sorprendido una cantidad de llorones que he visto en las redes y en los programas, quejándose de lo que ha pasado siempre. O si no, no se podría jugar al fútbol. Nosotros como futbolistas dentro de la cancha, todo el tiempo estamos ‘boqueando’”, dijo el exfutbolista).

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No tiene sentido reducir la discusión de culpables e inocentes. Lo que vale la pena examinar es el trasfondo del debate: los elementos machistas que, en definitiva, son los que están en juego. El escozor por la derrota es un lamento de gallos que no aceptan el resultado. Sin duda, esta es una película de los mismos creadores de los hombres no lloran ni pierden. Con lo anterior no quiero decir que los hinchas colombianos son los únicos protagonistas machistas de la historia: los argentinos también lo son, empezando por su guardameta, que se graduó de seductor con su verborrea de rey de la selva.

A los hinchas nos debe doler la derrota por el marcador final, no por el parloteo de Martínez. Si su actitud nos saca de quicio significa que compartimos sus mismos códigos, por eso el análisis debe reposar en que Colombia no convirtió tres penales, más que en el melodrama machista del que hoy beben los programas deportivos de la tarde, la noche, la mañana...

En cuanto Yerry Mina, ojalá no le queden ganas de bailar luego de convertir un gol. Su arrogancia frente a Muslera recuerda el baile de Sebastián Villa cuando convierte un gol con Boca Juniors. Las caderas mienten.

Por Alberto Ochoa Mackenzie

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