Diario de una soltera: Los besos de mi perro

Sí, las mujeres en los 40 somos felices con los animales. Una reflexión inspirada en Mateo, mi beagle de ocho años.

Por Luz Martínez

06 de septiembre de 2018

Foto: Getty.

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La mayoría de las solteronas aman los animales. La literatura y el cine han dibujado a muchas de ellas acompañadas de gatos y perros. Hasta en Los Simpsons, la tía Selma tuvo una iguana y Bridget Jones imaginó que sus últimos días serían borracha y roída por  pastores alemanes. La imagen muchas veces es patética.

“Es que, como no tuvo más, ¡pobrecita! se agarró de un animalito”, “¡Que se compre un animal la vieja esa, a ver si se le pasa la amargura!”, “Mijita, ¿quiere una mascota, pa’ que no se sienta tan solita?”.

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Mateo es un beagle que hoy tiene ocho años. Llegó a mi vida, digo yo, por destino, y creo que Dios me lo obsequió para hacer más amables mis días. A Mateo lo iban a regalar. Vivió donde mi abuela el primer año. A veces iba a verlo los fines de semana y lo sacaba a pasear porque vivía encerrado en el patio. En realidad, no eran paseos; ambos corríamos porque este perrito salía de esa casa como un loco, así que las piernas que tonifiqué ese año fueron por su cuenta.

Nos enamoramos desde el primer día. Lo tuve una vez cachorrito, y como se meó en mi cama, me dijeron que era señal de que me iba a amar toda la vida. Tan pronto me abrían la puerta cada vez que iba por Mateo, al pobre perro le temblaba todo el cuerpo y buscaba afanosamente salir a verme. Llegó el día en que le encontraron un hogar. Me aterraba no volver a visitarlo, y esos días fueron muy tristes. Quise supervisar la entrega de Mateo, para asegurarme de que iba a estar en un hogar amoroso, en donde lo iban a querer mucho. Pero ese día, la familia adoptiva nunca llegó. Y por ese azar del destino Mateo terminó viviendo conmigo. Como tenía fama de perro loco y más encima beagle, hablé con él y le dije: “Mateo, tiene que portarse bien y no hacer ningún daño”. El perro me tomó en serio. Vive en mi casa desde el 2011 y jamás se ha comido un zapato ni mordisqueado una mesa. Es un beagle ultra juicioso.

Mis días se llenaron de alegría y de actividad. Mateo me saca de la cama, es la criatura que me acelera el corazón en las mañanas tan pronto escucho sus paticas. Siempre que llego de mi jornada laboral me recibe con la misma locura con la que nació, no me deja descargar mis cosas, porque ya me está exigiendo atención, ladra mucho, y cuando lo saludo, busca mi boca y me da besos. Es literal, el perro incluso se empina sobre mi regazo para besarme y cuando agacho el rostro, él busca mi boca.

Sí, las mujeres en los 40 somos felices con los animales, así las primas mordaces de la familia digan que como no tuve hijos, tuve perro, o una que otra tía piense que, a falta de marido, un animal. Yo gozo de una compañía en casa que tiembla por mí tan pronto me ve. Y eso les deseo a todas las mujeres, casadas o no: que sean recibidas en sus hogares por alguien que se estremezca con solo verlas, que busquen sus bocas sin cansancio y con algo de locura, que las tomen en serio, que cada noche las miren como si ustedes fueran un milagro en la existencia de ese otro ser, y que les den señales de que las van a amar toda la vida.

Por Luz Martínez

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