Si no le haces fuerza a Messi para que gane el mundial, eres un auténtico amargo

Hasta Ronaldo Nazario quiere que el capitán de la selección argentina levante el máximo trofeo del fútbol. Y me atrevería a decir que la mayoría de los colombianos queremos verlo celebrar.

Por Columnista invitado

12 de diciembre de 2022

El mundo no volverá a ser el mismo el día que Lionel Messi se retire. En mi caso, creo que dejaré de ver fútbol o al menos le dedicaré menos tiempo.

El mundial de Catar 2022 ha enderezado el camino, es decir, viene de menos a más, como Argentina. Puedo decir que el certamen se salió del guion de siempre con las tempranas eliminaciones de Alemania, Bélgica y Dinamarca. Los asiáticos tuvieron un interesante performance en primera ronda, y España y Portugal deslumbraron por sus decepciones.

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Y de Brasil…mejor ni hablemos, es vergonzoso que haya caído frente a la guapa Croacia. Al final el irlandés Roy Keane tenía razón cuando criticó en la televisión inglesa la danza excesiva de Tite, Vinicius y los suyos frente a Corea del Sur (Neymar: ¿qué chiste tiene hacer leña y risas con el árbol caído?).

Esta semana se definen los finalistas de Catar 2022 y, para el que no se compró la camiseta de Messi, puede ponerse una que sea celeste y mandar energías positivas a los argentinos. Qué dicha ver jugar a los de Scaloni, si todos tuviéramos un poquito de la bravura de los gauchos ganaríamos los partidos de fútbol 5 con los amigos o nuestras biografías serían menos mediocres.

Ver a la selección argentina es una experiencia religiosa. Su entrega, su cuchillo entre los dientes, el talento de cada jugador y la entrega cuando van al ataque o cuando defienden da la sensación de estar viendo a una verdadera Big Band musical (a Charly García, a Los Beatles, a Los Rolling, a Jay-Z con The roots). Señora y señores: esto ya no es fútbol, es filosofía, es arte, lo que hacen los argentinos en una cancha es más que fútbol.

Desearle la derrota a Messi es como haber anhelado una falla en la nave de Neil Armstrong antes de llegar a la luna. El capitán argentino tiene eso: borra las fronteras y nos reconcilia a todos en la admiración por un talento que regresará el día que a Elon Musk lo clone en un laboratorio secreto.

Si eres de los que disfruta ver llorar a Messi y a los gladiadores que se van a enfrentar a Croacia en la semifinal, estás a tiempo de ir al terapeuta. Y no te culpo: la envida, la impotencia y el terraplanismo no permiten valorar la genialidad.

Messi es una obra maestra de la naturaleza y esta Copa del Mundo debe ser suya. En caso de que la conquiste, no habrán Pelé, Eusebio, Di Stefano ni Maradona que le amarren un guayo al rosarino.

Autor de la columna: Alberto Ochoa Mackenzie.

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