¿Qué podemos aprender de la polémica que generó la portada de Fucsia sobre el Petronio Álvarez?

Después de la tormenta que provocó la elección de la modelo Julieta Piñeres como la portada de una edición especial sobre el pacífico colombiano, reunimos las reflexiones de seis mujeres que han liderado la discusión para que el debate empiece a ser constructivo.

Por Redacción Cromos

20 de septiembre de 2019

La edición recibió fuertes críticas en redes sociales debido a la protagonista de su portada: la modelo Julieta Piñeres.  / Instagram: @julietapineres

La edición recibió fuertes críticas en redes sociales debido a la protagonista de su portada: la modelo Julieta Piñeres. / Instagram: @julietapineres

La semana pasada, la revista Fucsia puso a circular su más reciente edición, que rinde homenaje a la diversidad, a la cultura y a la riqueza del pacífico colombiano. En sus páginas interiores exaltó la labor de importantes mujeres afro, como Angélica Mayolo, secretaria de Desarrollo Económico de Cali; Arcenia Grueso y Mary Luz Angulo, cocineras tradicionales de Guapi, y Rosmilda Quiñones, una de las fundadoras de ASOPARUPA, la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico.

Sin embargo, la edición recibió fuertes críticas en redes sociales debido a la protagonista de su portada: la modelo Julieta Piñeres.

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Angélica Castillo (Miss Balanta), diseñadora de modas:

Esta es una oportunidad para poner sobre la mesa la evidente falta de representación afro y de otras minorías en los medios de comunicación, en la moda y en la sociedad.

Para nadie es un secreto que las comunidades afro son las más relegadas. Existe una constante discriminación e invisivilización de todo lo afro. Muchos dicen “me gusta lo afro”, “me gusta su música”, “me gusta su gastronomía”, “me gustan sus bailes” pero la realidad es que todo eso les gusta solo por fuera, no dentro de sus casas.

El Petronio Álvarez es un festival que lleva 23 años. Yo crecí viendo crecer el Petronio y siempre ha sido un espacio para reivindicar nuestra cultura y nuestras costumbres, también para que la gente conozca lo que significa ser afro en Colombia a través de la música y toda la alegoría y alegría que genera.  Pero es muy importante resaltar que no solamente es gozadera y música.

Esta es una gran oportunidad para que la comunidad afro alce la voz, para generar un debate y cambiar narrativas, posiciones, pensamientos y transformar la comunicación para que haya reconocimiento.

No sé si todos son conscientes de esto, pero Colombia es el tercer país del continente con mayor población. Siempre se habla de que el Pacífico es rico en biodiversidad, en cultura, gastronomía y música, pero la realidad es que es, a la vez, es una región en la que, por el mismo racismo estructural, la falta de acceso a la educación acorta las oportunidades. Creo que solo a través de la visibilización, de completar los libros de educación con información completa sobre nuestra historia, es posible cambiar esas narrativas de lo afro en Colombia para que logremos por fin una verdadera inclusión social.


Daniela Maturana, concejal de Medellín:

Ser afrodescendiente va más allá de un color de piel o una textura de cabello; va más allá de los turbantes, las telas africanas o de una chirimía. Si decimos que somos afro es porque reconocemos la historia y valoramos y lideramos las luchas.

Somos afro cuando entendemos que entre 11 y 20 millones de africanos fueron despojados de sus tierras, sus familias y tradiciones, y fueron utilizados como mano de obra esclavizada. Pero es importante entender que nuestra historia no comienza acá, que esas personas esclavizadas venían de un continente próspero y con muchas riquezas.

Somos afro cuando reconocemos que solo hasta 1851 se abolió la esclavitud y que solo hasta hace 28 años, con la Constitución del 91, los afrodescendientes (y los indígenas) fuimos reconocidos como sujetos de derechos.

Reconocer que hay discriminación y racismo no es malo, es importante y es un reto gigante para cambiar esa realidad, para hacer de nuestra sociedad una más equitativa y solidaria. Tampoco nos hace a nosotros racistas, al igual que la lucha de género lo que buscamos es visibilizar las desigualdades históricas y generar acciones para mejorarlas y finalmente disminuirlas. Para nadie es un secreto que los grupos étnicos no hemos estado representados en los medios, en la política, en las empresas (altos cargos directivos), que somos poblaciones más vulneradas y en condiciones de vida menos favorables.

Soy Daniela Maturana, mujer afrodescendiente, que por tener un papá que salió adelante, tuve la oportunidad de estudiar en un excelente colegio y universidad. Crecí con muchos privilegios sí, fui víctima de discriminación también. Por eso cuando pasan cosas como la de esta semana alzo mi voz para que desde el lugar privilegiado en el que estoy podamos darnos cuentas de las desigualdades y trabajar por ellas. Es mi deber como ciudadana, activista y política. 

 

Edna Liliana Valencia, presentadora de France 24:

El trabajo que falta por hacer en los medios de comunicación colombianos aún es inmenso. Es inaudito que a un equipo de periodistas y editores profesionales les parezca buena idea rendir homenaje a un festival que lleva el nombre de uno de los artistas afrocolombianos más importantes de la historia, que reúne más de 600.000 afrocolombianos cada año desde hace 23 años en la segunda ciudad con mayor porcentaje de población afro en América Latina, disfrazando de negra a una mujer blanca y cayendo en un grave caso de apropiación cultural.Un festival organizado por una mujer negra llamada Yamileth Cortez y financiado por una ministra de cultura negra llamada Carmen Inés Vásquez. Un festival que este año rindió homenaje a una gran cantaora del pacífico llamada Ana María González Lucumí y que cuenta con decenas de íconos de la cultura afrocolombiana de todas las edades y especialidades. Qué bueno hubiera sido ver en esa portada a la preciosa cantante Nidia Góngora, voz líder del grupo Canalón de Timbiquí, o a nuestra gran chef Doña Maura de Caldas, o a Rosmilda Quiñones, presidenta de ASOPARUPA, o a Doña Beneranda, la fabricante de bebidas afro más grande que tenemos, o a Emilia Eneyda Valencia de Tejiendo Esperanzas, que tiene artículo interno y bien merecía la portada, o a cualquiera de las cantantes, modelos, diseñadoras, artistas, líderes sociales de nuestros territorios.

Esto solo demuestra que la Revista Fucsia, conociendo a varias de las mujeres negras más importantes de la cultura del pacífico, les pareció que sólo Julieta merecía la portada. Esto demuestra la visión racista, clasista y blancosupremacista del equipo editorial que puso por debajo de una modelo blanca a mujeres como Rosmilda Quiñones, presidenta de la asociación de parteras unidas del pacífico ASOPARUPA y todas las demás que quedaron escondidas al interior de la revista. Cada vez es más evidente el desatino, acompañado de la honestidad de las declaraciones de la editora Ana María Londoño, quien asegura que su revista no es una ONG (seguro considera que los negros somos sólo para las fundaciones) y que ella necesita "vender" y Julieta "vende". En respuesta debo decirle que si necesita "vender" no lo haga a costa de nuestra cultura ni con una estrategia tan baja y tan oportunista. Y que ella debería saber que miles de afrocolombianos hubieran estado interesados en comprar su revista (que por cierto tiene muy baja circulación) si de verdad hubiera homenajeado a la cultura afro. Era una oportunidad de oro. Pero la sabotearon al pensar que los afros no tenemos para comprar revistas o simplemente que los afros no leemos.

También cabe anotar que esta polémica no es un tema personal contra Julieta Piñeres ni contra nadie. Al contrario: es una oportunidad de dar un debate que nos debemos como sociedad, el de la visibilidad de los afros en la educación, en la historia y en los medios de comunicación colombianos. Es humano equivocarse. Y caer en prácticas racistas en una sociedad donde el racismo está tan normalizado, es un error muy común. Todos somos hijos del mismo sistema educativo que no nos enseñó nada sobre África, pero nos enseñó todo sobre el colonialismo. Quiero decir que muchas personas y entidades cometen errores como este a diario y otros peores. Pero pocos reconocen, piden disculpas y se ponen en actitud de escucha.

 

Anggie Bryan, modelo sanandresana:

Cuando hablamos de representación hablamos de luchas vividas, de experiencias, de haber sentido y saboreado momentos positivos y negativos de una cultura. Siento que la portada de la revista Fuscia fue un gran desacierto. No veo culpables, más bien objetivos por replantearse. Conozco a los directivos de la revista, a María López, con la cual vivo muy agradecida porque además de ser mi amiga, me ha tenido en cuenta en sus portadas y editoriales. También conozco a Julieta Piñeres y siento una gran admiración por ella y creo que estaba haciendo su trabajo. Lo que mejoraría, y hay mucho por mejorar, es tener presente que cuando queremos hacer un homenaje hay que ahondar en esa cultura. Tenemos que estudiar, por ejemplo, por qué el turbante, para qué se utilizaba, cuál es el lenguaje de los colores en la ropa africana, en la ropa del pacífico. Quiero resaltar la importancia del estudio y el conocimiento sobre la cultura afro porque ha sido una lucha de cientos de años de los cuales nos debe quedar un precedente.

Como mujeres, y con las plataformas con las que contamos hoy, nuestra voz tiene que ir respaldada de amor. Debemos escuchar al otro, a las mujeres del pacífico, saber qué sienten y por qué se sienten de cierta manera. Ese sería uno de los mejores ejemplos que podríamos dar. Debemos comunicar también desde el otro lado de la moneda porque, como mujer afro, solo puedo hablar de mis vivencias y de mis luchas.

Yo invitaría a la revista a que en una próxima edición tengamos en cuenta todos los aspectos culturales y raciales. Lo que más nos queda no es lamentarlo sino aprender.

 

Catalina Ruiz Navarro, escritora y feminista:

Esta situación demuestra que los medios están pasando por una situación económica difícil desde hace años, pero que cuando los compromisos comerciales se ponen antes que los compromisos periodísticos, que son con la audiencia (y una audiencia cada vez más crítica y con más medios para contestar), eso funciona en contra del medio. También creo que es un llamado a que todos los medios tengan redacciones más diversas: ¿cuántas personas negras o indígenas hay en las redacciones bogotanas? Y finalmente me parece una muestra de que hacer periodismo feminista y antirracista no es un capricho o una curiosidad, sino que debe ser un imperativo para los medios de comunicación.

 

Ita María, bloguera de moda:

Creo que lo que pasó con Fucsia evidencia una problemática que sigue vigente en pleno 2019 y hay que hablar de ella de forma clara y sin miedo a incomodar: somos una sociedad racista y hemos normalizado prácticas discriminatorias que deben parar. Que esto sirva para fomentar la necesaria conversación sobre racismo, colonialismo, falta de representación de mujeres negras e indígenas, en los medios, supremacía blanca, invisibilización, apropiación cultural, entre otros temas que a veces el privilegio (ser blancxs, pertenecer a determinadas clases sociales, la educación, ser una persona cisgénero, etc.) y la falta absoluta de empatía (no nos enseñaron a desarrollarla) no nos dejan ver. Estamos en un momento de mayor consciencia, mayor conexión, mayor posibilidad de escuchar esas voces que han sido históricamente invisibilizadas… ¡Hagámoslo! Reconozcamos esos errores, eso comportamientos racistas. Una vez identificados, podemos dejar de replicarlos y de avalarlos, para empezar a reparar a estas personas, mujeres y culturas que hemos ofendido, que hemos callado de tantas formas. Habrá mucha gente que siga sin ver lo problemático en poner a una modelo blanca en una portada que habla de un festival que celebra la cultura afro, pero creo que con todo el ruido que esto generó, muchxs sí lo entendieron y esto ya es positivo, en medio de todo. Es comprensible que los medios tengan fines comerciales, pero estamos en un punto de la historia en que esos fines comerciales no pueden pasar por encima de los derechos de una población o una comunidad. El consumidor, las personas, cada vez tienen/tenemos más poder y consciencia sobre lo que consumimos y en la medida que esas voces y reclamos se sumen, habrá cambios. El poder de lo colectivo.

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