Ser mujer transgénero y ciclista urbana al mismo tiempo en Bogotá

No ha sido lo que esperaba, pero aún creo que si la administración actual le presta más atención podría rodar más tranquila y feliz por la capital.

Por Valeria Bonilla / Activista y mujer transgénero / @valeriabonillaruiz

21 de febrero de 2020

Foto: Pixabay.

Foto: Pixabay.

Para nadie es un secreto que Bogotá es un caos en términos de movilidad, por algo somos la ciudad con el puesto 60 entre las 100 ciudades con “mejor movilidad de América Latina”. Gracias a la demanda de carros, el peligro, la violencia, las vías y ciclovías en mal estado u obstaculizadas por personas torpes y/o vendedores informales, el acecho de depredadores sexuales y la falta de empatía entre ciudadanos al compartir el espacio público, moverse por la ciudad se convierte en un verdadero reto, más si se es mujer transgénero en bicicleta.

Tras una crisis económica que viví el año pasado, me vi obligada a colarme en Transmilenio. La verdad es que la situación económica del país es tan difícil que muchas personas se ven obligadas a hacerlo, pues con lo de un pasaje ($2.400) se puede comer o pagar otras necesidades básicas. Por eso es lamentable la declaración de la alcaldesa Claudia López, en esta semana, cuando expresó que era imposible subsidiar el transporte público para los estudiantes. Para mí no solo se debe dar un cupo en la educación, sino que además se debe garantizar el derecho a la movilidad.

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Pronunciamientos como estos se están volviendo costumbre en la nueva mandataria, sus imposibilidades para dar solución eficaz a las problemáticas por las que atraviesa la ciudad son un verdadero inconveniente a la hora de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Primero sobre el metro elevado (adjudicado por Peñalosa), luego afirmando que va Transmilenio por la Av. 68 (por la misma razón), después tocó permitir que hicieran una temporada taurina (misma excusa), y pues como dice el refrán: “Con el desayuno, se sabe cómo va a ser el almuerzo”. Parece que esta será la administración de las excusas, muy al estilo #SePuede.

Retomando mi historia, todos los días debía movilizarme desde el barrio Mandalay, en la localidad de Kennedy, hasta el barrio Santa Fe, en Los Mártires, lugar donde queda la organización con la que trabajaba, y viceversa al regresarme. Empecé a ver mi vida en riesgo cuando tenía que atravesar la avenida Américas o peligro por ser detenida por algún policía, todos los días era un agite y un riesgo al que me tenía que someter. 

Un día mi amigo Máximo, quien acababa de ser papá, me dijo que estaba preocupado por mi seguridad al transportarme, que me prestaba una bicicleta que no usaba hace mucho para que yo estuviera más segura. De niña tuve una bici normal y de adulta una playera, pero nunca había rodado grandes distancias. Tampoco llegué a imaginar la posibilidad ir por toda la ciudad en dos ruedas y menos con un par de tetas, porque sí, a las personas transgénero históricamente nos han relegado de muchos espacios y hemos tenido que cohibirnos de hacer actividades deportivas, por ejemplo. Aun así me parecía una mejor opción: evitaría colarme y de paso haría ejercicio.

Un año después de usar la bici a diario, como mi medio de transporte, les cuento que opté por tomar las vías vehiculares y no la ciclorruta, porque muchas veces están llenas de obstáculos, de personas distraídas, de vendedores informales o de ladrones, y si es de noche las son oscuras, muchas veces encerradas y me hacen sentir en riesgo. Hace unos días apareció una mujer asesinada y desnuda en la Av. 68 con carrera 3era, los vecinos siempre han denunciado que la zona es oscura e insegura, siendo las cosas así es preferible compartir la vía con los carros que atravesar esos caminos inciertos.

Con los carros tampoco es que la cosa sea mejor, la calidad del aire es terrible, pues los buses de Transmilenio, los SITP y los carros todo el tiempo te disparan nubes negras de dióxido de carbono (espero no morir de cáncer). El partido Verde desde su rol de gobierno en la alcaldía debe que ser coherente con su discurso político y tomar acciones urgentes y radicales en términos ambientales, o seguiremos recibiendo esa dosis de veneno a diario. 

Por otro lado, cuando los conductores no están de coquetos y te persiguen por cuadras, te pitan o gritan “piropos”, están tirándote el carro encima a uno, literalmente les enerva que uno utilice el carril vehicular, y más cuando al lado hay una ciclorruta, pero nunca se detienen a pensar cual es la razón para que yo como mujer me vea forzada a compartir la vía con ellos, que además está en muchos niveles de ventaja.

En conversaciones con Andrés Villalba (Andy), activista de la bici en Bogotá, me comentó que en el año 2019 se superó por poco las 50 fatalidades de biciusuarios, y en lo que va corrido de este año, van 10 personas muertas confirmadas. Esto sucede en la Bogotá de la administración que se jactaba de que seríamos la “capital mundial de la bici”. Para lograrlo nos falta mucho y ante esto Andy hace un llamado a la humanización de la vía, al respeto por nuestros semejantes: “no somos roles o máquinas, somos seres humanos y cada vida es invaluable. #SomosVidasEnLaVia”.

Para llegar a ser una verdadera ciudad mundial de la bici la administración debe garantizar y dignificar los derechos de los usuarios, también mejorar las vías y la seguridad a través de una mejor iluminación, un mantenimiento adecuado y desarrollar campañas de cambio cultural para disminuir el acoso sexual en las calles. Como sociedad tenemos que ser más tolerantes, ceder el paso, ir sin afanes, ponerse en los zapatos del otro y pensar que esa persona que va en la bicicleta puede ser hijo, sobrino, hermano o amigo suyo. Cuidemos a las personas como nos gustaría que cuidaran a las personas que queremos. 

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Por Valeria Bonilla / Activista y mujer transgénero / @valeriabonillaruiz

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