País: Estados Unidos.
Director: Guillermo del Toro.
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La producción –dirigida y escrita por el mexicano Guillermo del Toro– llega a la carrera con 13 nominaciones: mejor película, mejor actriz, mejores actores de reparto, mejor libreto, mejor música original… Está presente en las categorías más importantes (bueno, es que está en casi todas las categorías). ¿Por qué la historia de amor entre una mujer muda y un dios acuático ha llamado tanto la atención y posiblemente sea la gran aclamada?
1. Porque abraza a los marginados
Es la encarnación de lo políticamente correcto. Transcurre en ese tiempo incómodo y tenso de la guerra fría, pero sus personajes más entrañables no son los militares gringos, ni los rusos, ni los políticos. No, en esta historia la mirada está puesta en los discapacitados (una mujer que no puede hablar pero lo expresa todo con la mirada); los extraños (un ser acuático y mitológico capturado en el Amazonas); los negros (la mejor amiga de la protagonista, que la acompaña y la apoya), y los homosexuales (el vecino de la princesa sin voz que le ayuda a salvar al dios de las aguas). En tiempos de fronteras cada vez más rígidas, de Brexit, de matoneo y de muros entre países, sociedades y personas, se percibe con simpatía una película dispuesta a demoler barreras.
2. Porque está dirigida, escrita y producida por un mexicano en tiempos de Trump
El escenario de los Oscar suele ser un lugar politizado. Seguramente oiremos más discursos que apoyan la rebelión femenina frente al acoso y es probable que haya una pulla o dos al gobierno de Trump. Por esta razón, por el descontento de los intelectuales estadounidenses frente a un presidente intolerante a la diferencia y especialmente al extranjero, puede que La forma del agua –una película construida de principio a fin por un mexicano exitoso y valioso– gane puntos frente a su competencia.
3. Por qué es un homenaje a Hollywood (en especial a sus musicales)
La nostalgia ronda por los pasillos de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas y La forma del agua alimenta esa melancolía por el pasado del séptimo arte. En las pantallas que se traviesan en la historia, vemos películas como Mardi Gras (un musical de 1958), La historia de Ruth (de 1960) y The Little Colonel (de 1935 y donde vimos bailar a la pequeña Shirley Temple en blanco y negro). También hay referencias a Black Lagoon, La isla de Gilligan y a los pasos de Fred Astaire y Gene Kelly. Esa mirada al pasado le aporta un toque romántico
4. Porque es una historia de amor, en tiempos de odio y desesperanza
Llevamos una tanda de películas ganadoras que poco tienen que ver con el amor: Moonlight, Spotlight, Birdman, Doce años de esclavitud, Argo… Tal vez ya sea tiempo para que los miembros de la Academia pongan su lupa en el romanticismo, en la inocencia, en la esperanza y en el poder de un sentimiento que hemos hecho a un lado en tiempos de violencia e intolerancia, no solo en las calles, sino en las redes sociales y en las cenas familiares. El mundo se la pasa a la defensiva, amenazado por el abuso de poder, las bombas atómicas, los intereses económicos, los cierres de las fronteras, los desastres ambientales… Es bueno escapar un rato de la realidad.
5. Porque es lindísima
No es una obra maestra. No deja a los espectadores sin aliento ni pegados a la silla del teatro. No es absolutamente novedosa. No lleva a que la pensemos por días y semanas. No es reveladora, ni atrevida. Pero es hermosa desde el instante en que las imágenes empiezan a aparecer en la pantalla y solo vemos agua y los créditos de la producción. Desde ese momento, los colores, la música y la historia cautivan. Tiene una belleza serena y silenciosa que encanta y engancha y nos distrae de nuestras vidas agitadas y agotadoras.