
Mientras recorríamos un largo tramo de carretera entre Cali y Cartago, tras nuestro pesista de oro, Óscar Figueroa, el paisaje comenzó a llenarse de rostros conocidos, a los que alguna vez buscamos para hablar con ellos, sin importar la distancia ni el camino. En ese repasar encuentros difíciles y a la vez afortunados, que hoy forman parte de la memoria de la revista y de los colombianos, apareció Ernesto Sábato en una fría mañana de invierno en su estudio en Santos Lugares, muy cerca de Buenos Aires; Lady Tabares, la vendedora de rosas, con muchos personajes callejeros de por medio para dar con ella en Barrio triste; Julio César Sánchez y sus múltiples cicatrices en el cuerpo, en su lucha por ser el rey del basurero de Navarro, a las afueras de Cali; Yokoi Kenji Díaz, el japonés que encontró su paraíso en Ciudad Bolívar; Andrés Calamaro rodeado de mucho humo y canciones en su suite en Rosario, Argentina; Falcao entrenando con su equipo Mónaco, mientras convencíamos al personal del hotel Ermitage que nos abriera sus emblemáticos espacios para la sesión de fotos con el astro; Jaime García Serrano, la calculadora humana, en el apartado pueblo de Málaga, Santander, al que fuimos volando en avioneta por el cañón del chicamocha; Iván Ramiro Córdoba, a las afueras de Milán, frente al lago de Como, a donde llegamos en tren para tomarnos un café con nuestro gran defensa; Angela Patricia Janiot, en Atlanta, en una visita de todo un día en su casa; o Rosa Tous, una joya de mujer en su refugio en Manresa, España. Aunque se borren todos estos puntos, todas estas travesías con sus rutas en el mapa, quedan las historias, una huella imborrable de las dichas y desdichas de las luchas humanas.