
Un Grand Taxi te saca del aeropuerto de Marrakech y te atraviesa la nouvelle ville hasta la vieja medina del siglo XVI. Empieza el espectáculo para los sentidos: caos vehicular, vendedores de fresas y naranjas que sortean con habilidad los carros; el taxista gira ágil por callejuelas mientras tararea alguna melodía en árabe, a la vez que discute con un motociclista en un semáforo.
Te bajas y te dispones, mapa en mano, a encontrar tu destino en medio de la medina. Un edén, con jardines y árboles, eso traduce a groso modo la palabra árabe riad.
Parece imposible. Las calles se estrechan y se llenan de más gente: turistas, mujeres con velo caminando veloces con niños en brazos, guías que aseguran llevarte sin fallo a tu destino por unos cuantos dirhams. El laberinto de estas calles será tu hogar por unos días, mejor hacerse pronto a la idea, porque es parte de la experiencia.
Por fin, después de mucho andar y perderte, lo encuentras, generalmente detrás de un gran portal de madera en medio de la calle más estrecha y escondida, ahí está: un oasis. No importa si pagaste el riad más caro o uno de precio más módico, de la puerta hacia dentro reinan la calma y la tranquilidad. Una taza de té moruno a la menta y una bandeja con pasteles árabes hechos de miel, frutos secos y agua de azahar es la bienvenida marroquí.
Desde hace 14 años, la plataforma TripAdvisor reconoce en sus listados los 25 mejores hoteles en todo el mundo, los ganadores se basan en millones de comentarios recogidos en un año en la página. En su listado de 2016 tres riads de Marruecos aparecen entre los mejores.
KHEIRREDINE
Este riad, ubicado en Marrakech, ocupó el puesto número 8 entre los 25 mejores hoteles pequeños del mundo. www.riadkheirredine.com
LA MAISON ARABE
También ubicado en Marrakech, este riad ocupó el quinto lugar entre los 25 hoteles más lujosos del mundo según los usuarios de TripAdvisor.
www.lamaisonarabe.com
Si quiere vivir una experiencia romántica en Marrakech este es el lugar. www.noir-d-ivoire.com
A menudo manejados por extranjeros, franceses en su mayoría, que llegaron a Marruecos en la época del protectorado y se dejaron seducir por la medina, compraron estos antiguos palacetes y los restauraron.
El desayuno es otro momento para sentirte especial, no esperes el buffet sin fin. Allí, como en casi todo Marruecos, te tomarás el mejor jugo de naranja que jamás hayas probado. Sin exagerar, es el mejor. Queso fresco de cabra, mermeladas de higos, naranja o castañas, miel, pan, café aromatizado con clavos, canela, pimienta o jengibre, unos cuantos baghrir, los auténticos crepes árabes y, cómo no, aceitunas negras, que en Marruecos son parte de la rutina.
“Dormir allí es una experiencia muy original. Te sientes que estás en Las mil y una noches. Muy recomendable”, resume su experiencia la argentina Andrea Meritello.
Las fuentes con azulejos y la frescura de los patios interiores crean un microclima que dista mucho del exterior. Con el alboroto del regateo en el mercadillo junto a los cánticos de llamados a la oración en las mezquitas, Marruecos absorbe, maravilla y agota por igual.
Por eso, entrar de nuevo al riad es sumergirse en agua fresca después de un caluroso y extenuante día.
Fotos: Cortesía



