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¿Cómo se reflejan esas realidades de las que la sociedad no quiere hacerse cargo en su película?
Las realidades se reflejan a través de la música, de las voces y discursos de las mujeres a través del ritmo, el texto y su representación desde lo sonoro. Cantando, las mujeres han subvertido y sobrevivido en la historia, como parte del legado ancestral de valores y luchas que aluden al ser individual y al ser colectivo; generando redes de mujeres, fortaleciendo sus identidades como afrocolombianas, raizales, palenqueras y de la diáspora, y revelando a través de la música su empoderamiento, vitalidad y carácter fundamental tanto para la supervivencia de ellas, sus familias, víctimas y sobrevivientes, como para la generación de conocimiento, saberes, músicas, redes y organizaciones. (También te puede interesar: "El público debe quedar con una reflexión en alto, más que con indignación": Diana Arias)
Para Daira Elsa Quiñones Preciado, Virgelina Chará y Luz Aida Angulo Angulo, a través del canto pueden sentir, narrar, expresar, contar situaciones, vivencias o pensamientos que de otra manera no sería posible. Tras ser perseguidas y amenazadas por sus luchas y denuncias, la música representa un acto de resiliencia, a través del cual sobreviven, denuncian y se sobreponen al desplazamiento forzado y a la indiferencia de la sociedad. Cantar/contar sus historias desde las vivencias y miradas de las mujeres, a favor de la paz, nombrado a sus victimarios, invitando a dejar las armas, por la defensa y protección de los derechos humanos, recordando los sonidos de su tierra o a sus muertos, contribuye para ellas a deslegitimizar la violencia, a criticar y advertir las consecuencias de la guerra, irreversibles y particulares para las mujeres; y al mismo tiempo invita a la movilización, a generar cambios, a buscar alternativas desde su creatividad y saberes ancestrales, por una sociedad donde la transformación social y la construcción de paz sean posibles.
¿Cuál es el papel de la mujer en su película?
Lo primero que quisiera resaltar es que debemos hablar en plural, “las mujeres”. Ninguna de nosotras somos iguales; somos de distintas razas, etnias, edades, identidades de género, orientaciones sexuales, regiones y realidades. Hablar de “la mujer” ha llevado, por ejemplo, a enmarcar a lideresas y víctimas de desplazamiento y violencias desde un solo ángulo, ocultando la multiplicidad de vivencias, experiencias, procesos y resistencias, que son contextuales y personales; lo que también ha llevado a naturalizar las distintas formas de violencia contra las mujeres, que claramente nos afectan de manera diferenciada y particular.
En este mismo sentido, el impacto del conflicto armado en Colombia ha producido desplazamiento forzado y todo tipo de violaciones a los derechos humanos, situación que ha afectado de manera significativa y diferenciada a las mujeres rurales y afrocolombianas, entre muchas otras, quienes han tenido que dejarlo todo y buscar nuevos rumbos, llegando en su recorrido a distintas localidades de Bogotá. Para muchas de ellas, la dura experiencia del desplazamiento y el tener que empezar de nuevo, las ha impulsado a reconstruir sus liderazgos y a generar procesos de memoria y resiliencia en la Capital.
Las protagonistas del documental expresan las luchas históricas de las mujeres y especialmente visibilizan el silencio de su participación y afectación en la guerra. Daira Elsa Quiñones Preciado, Virgelina Chará y Luz Aida Angulo Angulo han encontrado en la música una manera de expresar, denunciar y de cierta manera “sanar” las heridas de la guerra; un arte privilegiado para visibilizar su realidad desde un lenguaje cotidiano y tradicional. Con arrullos, currulaos, alabaos y distintos aires cantados propios de sus raíces negras, además de la incorporación de nuevos géneros y temáticas surgidos en su proceso de desplazamiento en Bogotá, la voz se convierte en el principal instrumento de memoria, resiliecnia, denuncia y transformación de ellas y su entorno.
Las tres mujeres protagonistas llegaron de manera abrupta y traumática a Bogotá, en situación de desplazamiento, como víctimas de distintos actores armados. Luz Aida Angulo llegó hace 18 años de Barbacoas, Nariño, una región en la que los constantes enfrentamientos entre guerrilla y paramilitares terminaron poniendo en riesgo su vida y la de su familia. Virgelina Chará, de Suárez, Cauca, fue militante del M-19, ha sido desplazada tres veces, secuestrada y amenazada por ser testigo de desapariciones forzadas y por liderar procesos de reparación y restitución; a principios de 2003 llega a Bogotá huyendo por persecución y en la situación actual que viven líderes y lideresas sociales en nuestro país, las amenazas se han intensificado. Daira Quiñones, de la vereda Pulgande en Tumaco, se establece definitivamente en Bogotá en 2005, luego de recibir amenazas por su trabajo en restitución de tierras y que por su liderazgo asesinaran a integrantes de su familia, se ve obligada a buscar refugio en Estados Unidos, España y Brasil; la Corte Interamericana de Derechos Humanos de otorgó medidas de protección, pero las rechazó por sentirse más protegida con sus ancestros.
Son madres cabeza de familia, no porque sus compañeros fueran desaparecidos o asesinados en el conflicto armado; prefirieron estar solas a tener a su lado, en palabras de ellas mismas, a hombres irresponsables, violentos o que no las apoyaron en sus decisiones de estudiar y luchar por sus derechos y los de otras víctimas.
Conformaron organizaciones que fomentan la equidad, la inclusión, la participación y la no discriminación, y generan espacios en los que otras personas en su misma situación puedan desarrollar proyectos que les permitan encontrar alternativas de supervivencia a partir de sus saberes. Luz Aida, junto con 35 mujeres afrodescendientes conformó BLACK SOMBRA; Virgelina es coordinadora de la Asociación para el Desarrollo Integral de la Mujer, la Juventud y la Infancia, ASOMUJER Y TRABAJO; y Daira es directora de la Asociación Mutual para el desarrollo Integral de la Afrocolombianidad y el Empresarismo, AMDAE. Participan además en la mesa distrital y nacional de víctimas, en la mesa afro y representan a las mujeres en distintos escenarios de toma de decisiones.
Estos importantes espacios de participación política no les representan recursos económicos, es por ello que buscan alternativas: Virgelina y su hija hacen refrigerios y almuerzos, especialmente para eventos del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación; Luz Aida arregla y vende ropa usada en el barrio Diana Turbay, y montó un restaurante con sus hermanas; y Daira trabaja en proyectos de medicina ancestral, y elaboración de productos con pieles de pescado, entre otros.
En su día a día, y en los distintos lugares donde circulan y se movilizan, buscan estrategias para visibilizar la afectación del desplazamiento forzado y las formas de violencia contra las mujeres que se recrudecen en la guerra e invitan a seguir luchando por la paz y defensa de los derechos humanos. Han generado múltiples mecanismos de organización y resistencia para afrontar los cambios y desafíos que llevan a la reconstrucción del proyecto de vida de ellas y sus familias.
Al igual que las aves que se fueron del campo por la violencia, como narra la canción de Virgelina, estas tres lideresas fueron silenciadas en sus territorios, pero resistieron y lo recrearon en Bogotá. Viajando juntas como pájaros que con sus cantos guían las bandadas a nuevos rumbos, estas mujeres impulsan espacios para apoyar e inspirar a otras víctimas. Con su cuerpo y voz como instrumento de creación, Virgelina Chará, Luz Aída Angulo y Daira Quiñones, seguirán sembrando con su canto un discurso que revive, transforma, construye y sueña desde la memoria viva; no de manera estática, inmóvil, como pieza de un museo, sino generando permanente movilización en los territorios, con sus cuerpos y voces.
¿Por qué cree importante que las mujeres hagamos cine?
Porque nuestras voces, ideas y propuestas deben y merecen ser escuchadas, leídas, vistas, sentidas… Porque todavía somos silenciadas en distintos espacios; en la política, en cargos directivos y de decisión, en la dirección de orquestas, en la dirección audiovisual. Pero eso no significa que no estemos participando, por el contrario, estamos presentes y activas en todos los campos, y nuestras voces aportan de manera sustancial a la realidad, a la historia y a la construcción de memoria, porque nuestras vivencias, experiencias y sentires son distintos; distintos a la historia oficial, distintos a una historia patriarcal y eurocéntrica. Cuando leo noticias desafortunada y mayoritariamente se menciona a las mujeres o a las niñas para hacer referencia a un feminicidio, a una violación, a ataques con ácido, a esclavitud sexual, a abusos en transmilenio; o a las cirugías que se han hecho, si las mujeres de la farándula han engordado o no, o a fotos de las compañeras mas bellas de los futbolistas del mundial; o a las excepciones en política, como la nueva vicepresidenta de Colombia. Seguimos siendo violentadas simbólica y físicamente, y seguimos siendo invisibilizadas. Poco nos cuentan de las mujeres fotógrafas, cineastas, directoras, artistas, presidentas, lideresas, geógrafas, científicas o inventoras. Seguimos siendo consideradas como una excepción, aunque siempre hayamos estado allí. Por eso es tan importante que las mujeres hagamos documental, para llenar las inexplicables omisiones de la historia y de la memoria.
¿Cuál es su apuesta como directora de cine y como mujer en el tratamiento de los temas que expone en sus películas?
Mi apuesta es por la comunicación incluyente y la perspectiva de género, desde el abordaje investigativo, la apuesta narrativa, sonora, visual y sensorial. Contar esas aparentes “historias mínimas” de las mujeres en la guerra (como el título de la película del director argentino Carlos Sorín), que son por el contrario máximas de lucha, resistencia y resiliencia.
¿Cree que el escenario actual de la cinematografía latinoamericana se está abriendo con fuerza?
Claro que se está abriendo y cada vez se visibiliza más el trabajo que venimos haciendo las mujeres. Pero esto no debería ser solamente un trabajo de las mujeres para las mujeres y por las mujeres. Porque son las organizaciones y redes de mujeres las que están detrás, impulsando. Somos las mujeres las que seguimos liderando los movimientos en contra de todas las formas de violencia contra las mujeres y las redes de mujeres documentalistas, músicas, literatas, lideresas o sobrevivientes; y hasta tenemos que hacer festivales o seminarios independientes, solo de mujeres, para que nos vean, nos lean y nos escuchen; y poco vemos a los hombres apoyando estas iniciativas. Necesitamos más colectivos de masculinidades que se unan y entiendan que la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres, incluyendo el silenciamiento e invisibilización en el arte es de todas y todos.
