Alexander Rentería, el chocoano que lleva esperanza a los habitantes de la calle
A las cinco de la tarde, cuando el sol empieza a pintar el cielo con un color naranja, poco a poco la calle 19 del barrio Sucre en Cali empieza a recibir a sus huéspedes nocturnos, personas que no recuerdan cuándo fue la última vez que se bañaron o cuál fue la última ración de comida que probaron, son hombres y mujeres que se convirtieron en habitantes de la calle.
Todos los sábados, entrada la noche, centenares de estas personas que sobreviven en las calles de Cali, esperan a Alexander Rentería, un chocoano que sin falta llega cada semana a brindarles alimento. Lo vemos bajarse de un taxi junto a su compañera, Mary Jane, con una enorme olla que ponen en la esquina de la cuadra; una vieja casa oscura, deteriorada y llena de graffitis, tan lúgubre como la calle en la que se encuentra, se convierte en comedor.
Los mendigos, indigentes y consumidores dejan a un lado las jeringas con las que se inyectan heroína, celosamente guardan sus botellas de pegante, inhalan el último “plon” de marihuana, y con afán se acercan a Rentería, lo saludan como si fueran amigos de años atrás y ayudan a preparar la comida: traen agua, buscan la madera para encender la fogata, piden prestada una mesa para poner las bolsas de pan que él les lleva y esperan ansiosos mientras Rentería prepara el chocolate.
Sigue a Cromos en WhatsAppLa tranquilidad con la que Alexander y otros voluntarios departían con estas personas, nos motivó a acercarnos, aunque un poco prevenidos y con la cámara apagada. Pero contrario a lo que esperábamos, nos recibieron sin molestia. Un joven, de unos 23 años que vive en las calles desde los 13, se nos acercó y nos dijo: “Yo quiero que me graben agradeciéndole al negro”. Así que encendimos la cámara y dejamos hablar a Alejandro: “Es como una persona que Dios manda, ¿no?, para ayudarnos, porque no todas las personas están dispuestas a ayudar a los de la calle”, dijo refiriéndose a Alexander.
Al terminar, nos dio la espalda y se fue a hacer la fila para recibir su taza de chocolate.
Como él, de manera ordenada todos hicieron una fila india para recibir su chocolate con pan. Cientos de “Dios le pague”, acompañados de sonrisas, recibía Alexander a cambio. Después de dar más de 100 tazas de chocolate y 150 panes, la noche terminó con rap: Rentería cantaba y ellos respondían: “Esta es la calle, la calle verdadera, y ustedes se han acordado de esta gente fea”. Ese sábado volvió a lograr su objetivo: cambiar rostros de tristeza por alegría, aunque fuera solamente por una noche.
Mientras Rentería guardaba su olla en el taxi, nos reafirmaba lo que realmente desea con esta iniciativa: “Nuestro sueño es un día poder recuperar personas que están hoy en esa condición de indigencia, drogadicción, que habitan las calles; volverlos útiles para su familia, volverlos útiles para la sociedad. Ahí sentiría que estamos haciendo algo grande”.
Al día siguiente nos encontramos con Alexander para entrevistarlo. Es un hombre de una amplia y esperanzadora sonrisa, casi tan grande como su corazón. Todos los días trabaja como guarda de seguridad y los sábados estudia Contaduría, pero la “Olla de mi barrio”, como le puso a su iniciativa, es lo que verdaderamente lo llena: “Vivo convencido de que en la medida en que mi crecimiento académico y personal se den, el crecimiento y el desarrollo de mi comunidad irán de la mano”.
Alexander nació en un familia muy humilde en el municipio de Bahía Solano, en el Chocó. Al no contar con las posibilidades para salir adelante pensó que en algún momento podría ser un habitante de la calle. Sin embargo, una adinerada familia de la zona le dio la mano y, como él mismo lo reconoce, le dieron otra oportunidad de vida. Cuando llegó Cali, buscando estudio y trabajo, decidió devolverle al universo lo que le había dado y por eso ayuda a quienes no tuvieron en su momento la posibilidad de salvarse de las calles.
Foto: Cortesía Caracol.