
Bangkok, un maravilloso viaje para los sentidos
Antes de ir a Bangkok con mi mamá me leí un libro encantador escrito por una ama de casa gringa que vivió en esa ciudad caótica hace más de 50 años. Ojeé blogs y reseñas de hoteles, saqué la visa, compré una guía usada de Lonely Planet en una venta de garaje. Preparé itinerarios para días de lluvia y para días de sol asfixiante, me familiaricé con el mapa de la ciudad y con el transporte público, hice una lista de platos por probar y les pregunté a mis amigos por las experiencias más memorables de su visita. Sí, señor lector: lo único que me falta es ir.
Hace un año teníamos todo listo. Pasajes comprados, hoteles reservados, la visa a Tailandia estampada en el pasaporte. Pero el viaje se frustró por la visa a Qatar, país minúsculo en el que vivo yo y donde mi mamá hacía una escala obligada, país que de repente resolvió que los turistas colombianos no eran bienvenidos. Pero mi mamá tiene doble nacionalidad y este año la visa a Qatar está aprobada. Dicho de otra forma: cuando usted lea estas líneas nosotras, mi mamá y yo, estaremos, ojalá, frente a algún Buda descomunal, regateando en un mercado flotante o comiéndonos un pad kee mao en media calle.
Sin haber puesto un pie en Bangkok me aturden sus contrastes. Los Tuk Tuk esquivando Bentleys, la suntuosidad de los templos y la simplicidad de donde habitan sus fieles, las modestas balsas navegando el río Chao Phraya a la sombra de hoteles lujosos y modernos. La opulencia del centro comercial Siam Paragon, de donde puede salir con un Ferrari, versus el comercio callejero de Khao San, de donde puede salir con un carné que lo acredite como agente del FBI.
En la Bangkok de mi imaginación, nadie, por más prevenido que vaya, se salva de caer víctima de algún tipo de estafa. De comprar algo chiviado, de terminar en una tienda pensando que se trataba de un museo, de que el chófer del Tuk Tuk en lugar de llevarlo al destino acordado lo lleve donde un sastre que le prometió una comisión. No hay quien no pague más, bastante más, en los ping pong shows (espectáculos de mujeres que usan sus músculos pélvicos para apagar velas o lanzar dardos de su cavidad vaginal).
Según internet, Lonely Planet y mis amigos esta es la estafa más común: alguien, llamémosla Natalia, está en Bangkok de luna de miel. Llegando al Gran Palacio Real (a propósito la atracción principal de la ciudad) se le acerca un tailandés muy decente y simpático, que quizás le menciona a James o a Shakira, empiezan a hablar y le cuenta que por una ceremonia religiosa el Palacio está cerrado. Natalia pone cara de desconcierto. El decente tailandés le propone llevarla a ver templos y Budas por un precio simbólico. Natalia se siente la más afortunada de Bangkok. En el camino hacen una parada en una joyería de donde sale feliz con un anillo nuevo. Cuando por fin visitan el Palacio una guía les advierte que tengan cuidado porque es muy común que en los lugares más concurridos haya estafadores que engañan a los turistas diciéndoles que la atracción está cerrada y a cambio los llevan a comprar joyas. Falsas por supuesto. Natalia se toca el anillo que lleva puesto.
Hay consenso en que Bangkok es inolvidable. Por los masajes en los pies en cualquier esquina, por la calidad de la comida, por el desorden, por los Ladyboys. Por los mercados flotantes, coloridos, divertidos y viles atrapa-turistas (y comprar un coco de balsa a balsa es suficiente razón para ir). Por la imagen de un Buda reclinado tan largo como una piscina olímpica, porque para donde se mire hay un mercado, por la espiritualidad, por los paseos en barco. O porque la piedra de su anillo nuevo es chiviada.
A la carta:
Tenga siempre a la mano lo mejor de la gastronomía tailandesa. Otro maravilloso viaje para los sentidos.
Una de las principales razones por la que Tailandia es tan popular como destino turístico es la comida. Thai Talking Food Menu es una aplicación que le ayuda al viajero (no necesita internet), por medio de imágenes, textos y videos, a ordenar y a saber qué está comiendo. Y si su viaje se frustra, como el mío del año pasado, no hay razón para no disfrutar de la comida tailandesa: descargue Thai Food & Recipes si le gusta cocinar.
