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Boyacá, el destino ideal para un road trip

Paisajes llenos de misticismo, pueblos precolombinos, platos típicos, viñedos, agroturismo, desierto, bosque, páramo, laguna.

Por Manuela Lopera

22 de marzo de 2016

Boyacá, el destino ideal para un road trip

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Planear" parece la palabra precisa cuando se habla de viaje. Definir lugares, rutas, horarios, hospedajes, itinerarios. La programación es el modus operandi a través del cual la gente se atreve a salir de casa. Todo seguro, todo controlado. Pero qué tal salirse del libreto y emprender uno de esos viajes relámpago, un road trip a la manera norteamericana, esos recorridos impregnados de emoción y aventura en los que cada momento cuenta. El destino no es inalcanzable: todo lo contrario, es un paraíso a la mano, ideal para descubrir en carro, para detenerse y perderse en lugares en los que la naturaleza y la historia son protagonistas. 

Boyacá es un departamento que lo tiene todo. A solo unas horas de la capital del país, se abre un universo donde es posible encontrar pueblos coloniales, calles centenarias en piedra, sabiduría indígena, vestigios de fósiles de dinosaurios, viñedos, una sierra nevada, lagunas con deportes acuáticos, aguas termales, turismo de aventura y una playa a tres mil metros de altura.

 

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En un road trip es importante el automóvil, por supuesto; pero más importante es la compañía, el verdadero sentido del viaje. Se trata de compartir, a través del movimiento, paisajes, recetas regionales, conversaciones, atardeceres. 

De Tunja, se toma la vía hacia Paipa para llegar a Sogamoso, en un recorrido de una hora y media aproximadamente. A media hora más de camino, se encuentra Aquitania, el pueblo más próximo a la Laguna de Tota, —el lago natural más grande de Colombia, un cuerpo de agua a 3.015 metros sobre el nivel del mar, en el que se puede disfrutar de paisajes majestuosos—. Allí se encuentra ‘Playa Blanca’ un espacio a orillas del lago en el que es posible practicar deportes acuáticos, pasear en lancha y disfrutar de arena blanca y las aguas diáfanas de la orilla. 

La laguna está rodeada de hoteles, hostales y lugares para acampar. Restaurantes donde preparan trucha arcoíris: la especialidad del lugar, y pueblos como Iza, Cuitiva, Tota y Aquitania, en los que se puede vivir de cerca la tradición indígena de la región, en medio de cascos urbanos coloniales y árboles centenarios. 

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Al día siguiente, Villa de Leyva puede ser el destino ideal. Desde allí es posible visitar Pozos Azules, un refugio desértico de pequeños lagos artificiales con sales y minerales que crean un efecto de colores único. Es posible recorrer el lugar a pie o a caballo. Muy cerca se encuentra el Centro Paleontológico, un lugar para descubrir los fósiles de dinosaurios encontrados en el fondo marino. 

La tarde es el mejor momento para adentrarse en los misterios de un placer que llegó a mano de los españoles en el siglo XVI. El vino en la región es fabricado a través de técnicas europeas clásicas que en estas zonas tropicales, parecen funcionar de maravilla. Estas plantaciones se encuentran a 2.100 metros sobre el nivel medio del mar, con temperaturas en el día que pueden alcanzar los 19 grados y en la noche los 10, y un clima favorecido por el sol, los vientos y la lluvia moderada. En los años 80, esta tradición fue recuperada, y hoy tiene varias casas productoras aledañas. Se trata de viñedos de producción pequeña (entre dos y cuatro toneladas por hectárea), con vendimia hecha a mano. Las uvas presentes en la zona son: Cabernet sauvignon, Merlot, Malbec, Pinot noir, Syrah, Sauvignon blanc y Chardonnay, entre otras. 

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En estos lugares se hace un recorrido por los campos y la planta de procesamiento que termina en una degustación. Como si se tratara de una escena de la película Entre Copas, los protagonistas disfrutan de la puesta de sol, al calor de diferentes variedades, acompañados de tablas de jamones y quesos madurados. 

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Villa de Leyva de noche es un destino mágico. Sus calles en piedra y su monumental plaza central se llenan de gente local y extranjera que sale a disfrutar de la música, las tiendas y los refugios que se pierden entre las calles. Quedarse una noche en Villa de Leyva es la mejor excusa para disfrutar de la gastronomía local. Una variada oferta de lugares ofrecen preparaciones típicas y otros se atreven con sabores de latitudes lejanas. En el restaurante San Cayetano es posible disfrutar de una paella auténtica y platos de cordero en horno de leña tradicional. 

Samacá es otro municipio boyacense, famoso por su patrimonio arqueológico, su producción agrícola, sus parajes ecoturísticos y fincas coloniales para hospedarse. Allí es posible hacer recorridos por haciendas productoras de zanahoria, remolacha, cebolla, fríjol, maíz, arveja, durazno y papa.

 

Lugares cercanos:

 

- Mongui: conocido como el ‘Pueblo más bonito de Boyacá’. Su monasterio es una joya arquitectónica del siglo XVIII.  

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- Nobsa:  allí se puede apreciar el proceso de elaboración de la ruana boyacense y el trabajo de la lana.   

- Tibasosa: Es el pueblo de la feijoa. Colonial, de ancestro indígena en el que se celebra cada año el Festival de la Feijoa. 

 

Foto: David Schwarz.

 

Por Manuela Lopera

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