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Caminar otra vez, siempre

Hace doce años, María Ximena García sufrió un accidente que la dejó paralítica. Aunque las probabilidades de que volviera a caminar eran casi nulas, su constancia y fuerza mental la llevaron hasta el Himalaya, sobre sus dos piernas.

Por Diana Franco Ortega/ @dianafortega

23 de noviembre de 2019

Después de su accidente, María Ximena recorrió, durante un año y medio, Nepal, el Tíbet, China, Vietnam, Camboya, Laos, Malasia y Tailandia. / Foto: Archivo Particular.

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Miré con determinación el dedo gordo del pie derecho e intenté moverlo. Nada. Después de un par de minutos, este brincó levemente. Es como cuando das clic a un enlace en Internet y el cursor se queda pensando por algunos segundos, hasta que la página, por fin, carga. Al otro día, cuando el médico pasó por mi habitación le conté y me dijo que no, que las personas con lesiones medulares tienen algunas reacciones involuntarias, pero que no era posible que yo pudiera mover mi dedo deliberadamente. 

Horas más tarde, enviaron a una psicóloga. Su propósito era ayudarme a hacer el duelo por la pérdida de mis piernas, para que me sacara de la cabeza la idea de que yo podía mover los pies. Así de vasto fue. Yo le dije que no iba a hacer ningún duelo de nada, que mis piernas seguían pegadas a mi cuerpo, ¡podía verlas! Ya había movido un dedo y estaba determinada a que iba a volver a caminar. Aunque no fuera mañana. 
 

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El 4 de julio del 2007, la arquitecta María Ximena García dio un paso desafortunado, que la llevó al fondo del pozo séptico de la construcción en la que trabajaba. Cayó sentada a una profundidad de tres metros y, tras el golpe, súbitamente, dejó se sentir sus piernas. 

Permaneció tres horas en ese lugar y, a pesar del fuerte dolor que sentía, estuvo consciente hasta que un equipo de rescate logró sacarla para llevarla al hospital. Con un examen de rayos X, los médicos supieron que a María Ximena se le había explotado una vértebra y debían hacerle una compleja operación que, además de aterradora, le dejaba una duda: “Doctor, después de la cirugía, ¿voy a volver a caminar?”. 

“Agradécele a Dios que todavía tienes manos y cabeza para seguir con tu vida”, fue la respuesta del médico a su paciente. 

 

"Doce años después y con un total de 11 cirugías encima, no puedo correr, no puedo saltar  y, al caminar, siempre digo que tengo mi 'tumbao'. Afortunadamente para mí, esas ya no son limitaciones.

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Practicaba todo el tiempo. Le pedía a mi dedo que se moviera y cada vez la señal tardaba menos en llegar. Les decía a todos: “voy a mover el dedo, estén atentos”, y unos segundos después, ¡voilà! 

Estuve 40 días en el hospital y luego me llevaron a la casa de mis papás. Era mucho el trabajo que se venía: una serie de cirugías y de terapias intensas que al comienzo fueron muy frustrantes. Duraba semanas haciendo el mismo ejercicio y nada pasaba. ¡Nada! Caí en depresión. El amor de mi familia y amigos fue lo que me mantuvo con vida.

Con el tiempo, poco a poco recuperé la movilidad. Empecé a mover los pedales de una bicicleta estática. A los ocho meses logré pararme y entonces vinieron los pequeños pasos. Primero caminé con caminador, luego con bastón y, finalmente, dejé las ayudas atrás, aunque no quedé perfecta. Doce años después y con un total de 11 cirugías, no puedo correr, no puedo saltar y, al caminar, yo siempre digo que tengo mi ‘tumbao’. Afortunadamente para mí, esas ya no son limitaciones. 
 

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Dos años después del accidente, cuando pudo valerse por sí misma otra vez, María Ximena tomó un avión hacia la India. Estaba convencida de que una estadía en un Ashram le ayudaría a entender el porqué de su historia. Lo que iban a ser tres meses en la búsqueda de respuestas se convirtieron en un año y medio de aventuras, a través de Asia, donde pudo demostrarse que había vuelto a ser una caminante. En ese recorrido aprendió que los porqué no tienen importancia. Fue el para qué de su experiencia lo que la llevó a aceptar y a agradecer todo lo que había pasado. 

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Después de su accidente, María Ximena recorrió, durante un año y medio, Nepal, el Tíbet, China, Vietnam, Camboya, Laos, Malasia y Tailandia.

 

A su regreso a Colombia, logró rehacer su vida. Volvió a ejercer su carrera, hizo muchos viajes más y, paralelamente, estudió para ser coach e hizo charlas en las que compartió su historia.

Hace un mes, María Ximena dio su primera charla en Bélgica, el país al que se mudó hace un año y medio por amor. Habló frente a un grupo de ciclistas, amigos de su esposo. Cuando terminó, hubo aplausos y, luego, un silencio incómodo. Ella no supo qué pensar. Días después les envió un correo en el que les preguntaba cómo les había parecido su intervención. Los mensajes alentadores y de agradecimiento por compartir su historia no tardaron en llegar. 

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Estoy en un proceso de reinvención y pareciera que esa charla, en la que cuento la historia de la mujer que quedó paralítica hace doce años, que contra todo pronóstico volvió a caminar, viajó a Asia, subió al Himalaya y hasta nadó con tiburones, se queda corta. Ahora soy  inmigrante en una cultura completamente diferente, aprendiendo a decir ladrillo o ventana en holandés (uno de los idiomas oficiales de Bélgica), entendiendo cómo se ejerce su carrera acá. Quizá mi charla ahora deba contener todo lo que en este momento estoy experimentando, porque es como si estuviera aprendiendo a caminar otra vez, pero en un mundo completamente incierto y maravilloso.

Por Diana Franco Ortega/ @dianafortega

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