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Christiania, ¡la locura en Dinamarca!

Christiania, en el centro de Copenhague, es un experimento social donde no existe la propiedad privada, los carros están prohibidos y la marihuana abunda.

Por Patricia Ritter
11 de mayo de 2016
¡Locura en Dinamarca!

¡Locura en Dinamarca!

Copenhague es tal como se imagina uno la capital de Dinamarca: ordenada, moderna, adinerada, segura, amigable y chic; una ciudad de arquitectura valiente, habitada por hombres guapos, felices, bien vestidos y educados, acostumbrados a cumplir la ley y a comer en restaurantes con estrella Michelin. Pero en pleno centro de este impoluto paraíso escandinavo hay 0,34 kilómetros cuadrados de anarquía conocidos como la Ciudad Libre de Christiania.

 

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Christiania tiene su propio sistema de gobierno, bandera y moneda. Es un lugar donde se aprecia la libertad, pero donde la libertad no es absoluta.

 

En 1971 un grupo de librepensadores se apropió de unas barracas militares abandonadas —las cuales sirvieron hasta 1950 para ejecutar criminales de la Segunda Guerra Mundial— y proclamaron allí una sociedad autónoma, idealista, libre y autosostenible. Un territorio de paz y meditación con un estilo de vida alternativo. Una comuna. El experimento social sobrevivió al espíritu hippie, al triunfo del capitalismo y a todos los gobiernos que han intentado desalojarlos, motivados por el valor de la tierra que ocupan: justo en todo el centro de la ciudad, pero con lago, vegetación y tranquilidad, con aspecto casi rural.

En ese espacio, donde los negocios son colectivos, las casas no tienen dueños y abunda la marihuana, donde muchas de las viviendas son construidas con desechos, residen unas 800 personas (cuando una casa o cuarto se desocupa, la comunidad considera a los candidatos que aplican para reemplazarlo). Christiania tiene su propio sistema de gobierno, bandera y moneda. Es un lugar donde se aprecia la libertad, pero donde la libertad no es absoluta. Están prohibidas las llamadas drogas duras como la cocaína y la heroína, las armas, los chalecos antibalas y los carros.

 

Istock

$8.500 pesos cuesta el alquiler de una bicicleta en la capital danesa. Son públicas, se ofrecen por horas y la mayoría cuenta con GPS y servicio de Internet.

 

Christiania es una de las atracciones turísticas más visitadas de Copenhague. Para algunos es una utopía, un ejemplo de sostenibilidad ambiental, una comunidad digna de estudiar, una gran galería de arte espontáneo y el lugar de nacimiento del icónico triciclo danés. Pero para otros, es un sitio decadente, miedoso y sucio, un refugio de vagos y drogadictos. Esta impresión se la llevan sobre todo quienes limitan su experiencia al “distrito verde”, la calle Pusher, un centro de buhoneros y donde los locales y visitantes se abastecen de marihuana. Cuando termine su visita, que puede ser de 3 minutos de todo el día, lo despide un letrero que dice: “Usted está entrando la Unión Europea”.

 

Tres ruedas

Por las calles de Copenhague circulan unos triciclos con un gran baúl delantero. Son aparatosos, útiles, populares, geniales. Son una institución danesa. Se usan para domicilios, para cargar las compras o transportar niños. Se llaman Christiania Bikes (christianiabikes.com) y fueron concebidas en un taller de Christiania, el negocio más famoso de la comuna, ante la necesidad de medios de transporte que cumplieran las funciones del —prohibidísimo— carro.

Sin fotos

Es mejor que se abstenga de tomar fotos y de correr, sobre todo en la calle Pusher, porque pone a la gente nerviosa: aunque la marihuana circula de forma abierta en Christiania técnicamente es ilegal en Dinamarca.

Libro

Para experimentar Christiania hay que pasar un par de horas absorbiendo el ambiente. Descargue un libro para leerlo en cualquier sitio donde le provoque detenerse. Puede ser La sombra, una de las historias más sombrías y oscuras de Hans Christian Andersen, escritor danés conocido por La sirenita y El patito feo. 

 

Foto: iStock.

 

Por Patricia Ritter

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