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¿Cómo diferenciar el coqueteo del acoso?

Todo está en el lenguaje, pero si le quedan dudas para resolver esta pregunta, aquí le ayudamos a responderla.

Por Catalina Ruiz-Navarro
26 de enero de 2018
hombre mirando a una mujer en la calle

hombre mirando a una mujer en la calle

 

Gracias a la campaña #MeToo, que ha destapado públicamente a varios hombres poderosos como agresores sexuales. ¡Por fin los hombres del mundo se han visto en la obligación de preguntarse cuál es la diferencia entre el coqueteo y el acoso! Y eso que es un falso dilema: el lenguaje humano es lo suficientemente sofisticado para que podamos leer señales de aceptación o consentimiento en la otra persona, y señales de rechazo. Si te acepta es coqueteo. Si no te aceptan e insistes es acoso. Sencillo. Sin embargo, a los hombres les han enseñado a ignorar estas señales; a veces con arrogacia, a veces con ‘torpeza’, pero siempre ejerciendo su poder sobre la persona, usualmente una mujer, cuya voluntad y consentimiento no son tenidos en cuenta. 

 

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La galantería es voluntaria, agradable, no amenazante. Si uno quiere ser galante con alguien, es decir, le quiere agradar, uno pondrá los deseos y gustos de esa persona en el centro, para complacerla. Entonces, la galantería considera a su objetivo como una persona, con gustos y deseos, con una historia.

 

 

Cuando un tipo te grita por la calle “¡Qué tetas!”, no está intentando agradarte ni hacerte sentir bien. Cuando tu jefe ignora tu capacidad laboral y te reduce a un objeto sexual, está pasando por encima de lo que tú quieres para imponer su voluntad, para ejercer su poder sobre ti y por eso se llama acoso.  

 


También se ha dicho, equivocadamente, que el movimiento #MeToo ‘reduce’ a víctimas a todas las mujeres. Pero lo que nos hace víctimas no es el movimiento de denuncia, es el patriarcado. La abrumadora mayoría de las mujeres del mundo ha experimentado, al menos alguna vez en su vida, acoso sexual. Se estima que una de cada cuatro mujeres en el mundo (según lo que sabemos, puede ser un subregistro) ha sobrevivido al abuso sexual. Hay una realidad imposible de maquillar: las mujeres somos víctimas de acoso y abuso, y esto sucede porque hay una desigualdad de poder entre los géneros que nos hace vulnerables de manera sistemática.

 

 

Reconocer esto no es ‘reducirse a una víctima’, es ver que las mujeres tenemos una experiencia colectiva de acoso que nos está jodiendo la vida; es dejar de pensar que estamos solas o que fuimos las únicas acosadas; es formar redes y encontrar aliadas. En resumen, antes que ‘reducirnos’ es literalmente ‘ampliarnos’. Uno puede reconocer que ha sido víctima de algo en su vida sin apocarse, sin reducirse, sin vergüenza. Si algo, sobrevivir a la violencia de género y atreverse a hablar de ella en voz alta demuestra una gran valentía. Renocer el acoso y el abuso no nos hace perder agencia, todo lo contrario, ¿qué agencia podemos tener sobre un problema que no se nombra, que no se entiende? 

 

 


No tiene nada de puritano que las mujeres digamos categóricamente “NO”, cuando no queremos un avance sexual. Esto en nada afecta  la libertad sexual. Las personas pueden seguir ‘cogiendo’ con quien quieran y quiera de vuelta. Lo clave aquí es que ambas partes quieran, que haya libre consentimiento para cualquier acto romántico o sexual. Lo que el movimiento #MeToo defiende es que las mujeres no sigamos siendo forzadas a tener interacciones sexuales que no queremos y que al ser impuestas sobre nuestros cuerpos nos humillan y nos quitan dignidad. De hecho, esto sirve para que dejemos de darle un tinte romántico al abuso, aprendamos a reconocerlo por lo que es (violencia), y a que podamos tener vínculos o relaciones sexuales más libres, placenteras y fundadas en el consentimiento de dos partes adultas. 
 

 

Foto: Istock

Por Catalina Ruiz-Navarro

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