
¿Cómo la mujer actual enfrenta la maternidad?
Allgunas veces damos por sentadas las inmensas ganancias que trajo esa revolución femenina que en el siglo XX se fraguó con pulso, sudor y sangre. A mi modo de ver, la revolución de la mujer ha sido, por mucho, la más importante del siglo XX, muy por encima de otras revoluciones científicas, culturales, sociales y políticas, aunque nuestra historia, con sus anteojeras masculinas, ha subvalorado este hecho.
Ahora bien, en la vida cada acción genera una reacción, cada luz genera su sombra, cada paso arriesga un tropiezo. Por eso, es natural que esa justa, necesaria, transformadora y generosa revolución femenina que se dio en el siglo XX, tenga un correlato doloroso y complejo: la ambigüedad y la angustia. Y es que creo que la mujer contemporánea es mucho más libre que la mujer de antaño —aunque todavía faltan formas sutiles de libertad—, pero el costo oculto de esa libertad es que vive dividida de una forma contradictoria y dolorosa.
Los mandatos e imperativos sociales son, para empezar, desgarradores para la mujer. No se puede responder a todos sin mutilarse por dentro. Parece como si la sociedad quisiera dos mujeres, reclamara dos mujeres, bastante contradictorias. Por eso creo que las mujeres deben estar dispuestas a resistir y ponerles un freno a las demandas que la sociedad hace de ellas. Pero me gustaría profundizar especialmente en las innumerables angustias y ambigüedades ligadas a la maternidad contemporánea.
Quiero empezar por un doble afán que angustia: el de la maternidad y el del éxito. Y el uno se enfrenta al otro. El reloj de arena biológico va vaciándose, y las mujeres sienten el apremio de enfrentarse a esa difícil decisión de la maternidad. La sociedad dice: “te va a dejar el tren”. Pero el reloj digital de la competencia no deja de operar tampoco y la hoja de vida no puede tener baches y las capacitaciones esperan. Y es desgarradora esta confluencia de afanes para la mujer.
Por otro lado, las mujeres enfrentan hoy un profundo problema de identidad: se reconocen en lo público, lo académico, lo laboral y lo político; en la competencia, la eficacia, el desarrollo, el progreso, es decir, en ámbitos y valores masculinos. Y parece que ya no se encuentran tan fácil en el ámbito privado, doméstico e íntimo de la maternidad: con su potente vinculación emocional, su vulnerable dependencia, su profundidad corporal y orgánica, su entrega y apertura en el amor. Pero lo más doloroso es que una parte esencial de muchas mujeres parece no encontrarse tampoco al margen de la maternidad. Ni lo uno ni lo otro. Creo que las mujeres deben estar conscientes de esto, para poder ir en contra de la corriente, bien sea siendo madres, bien sea renunciando conscientemente a la maternidad.
Vista desde la vida profesional, la maternidad es un bache, una fractura, un ausentismo, es salirse de la pista en plena carrera. La maternidad, desde la frialdad corporativa, desde la mirada despiadada del éxito, es una alteración del ritmo, un retraso. Implica que la guerrera sale del cuadrilátero y se quita los guantes y da leche y cambia pañales y aprende a sintonizarse profundamente con las necesidades de otro ser. Y cuando el compañero sigue su carrera “heroica”, esta renuncia se vuelve mucho más intolerable. Y es que aunque la mujer ganó muchas batallas, los valores femeninos los perdieron casi todas. Porque los valores masculinos de la competencia, la racionalidad, el progreso, etc., terminaron invictos y fortalecidos. Por eso la maternidad es un asunto revolucionario y las madres deben saberse rebeldes.
Pero hay un hecho más difícil aún: ser madre es también un acto de confianza, en un “mundo líquido” que ya no ofrece ninguna solidez. La maternidad es un inmenso acto de entrega en medio de un tiempo que elude sistemáticamente, que mira con recelo y desconfianza, cualquier compromiso. Las madres renuncian, como dijimos, a una parte de su identidad profesional y pública, y en muchas ocasiones se vuelven dependientes económicamente de sus parejas. Pero sus parejas no están ahí, con la firmeza necesaria para que ese acto se haga con tranquilidad. Yo creo que en los “contratos” de las parejas siempre debería negociarse y valorarse la maternidad como un trabajo reconocido, valorado y remunerado económica y materialmente.
"En los 'contratos' de las parejas siempre debería negociarse y valorarse la maternidad como un trabajo reconocido, valorado y remunerado económica y materialmente".
Pero no todos los aspectos de esta ansiedad son tan profundos y heroicos. Muchas veces la maternidad sugiere un conflicto simple y llanamente porque, como dice el brillante Zygmunt Bauman, “tener hijos implica renunciar o posponer otros seductores placeres consumibles de un atractivo aún no experimentado, un sacrificio en franca contradicción con los hábitos de un prudente consumidor”. Y es que tener un hijo implica ir en contra del hedonismo, la frivolidad, la comodidad y la capacidad de consumo. La sociedad de consumo nos ha deformado a todos y la maternidad atenta directamente contra el consumidor que hay en cada mujer.
Por último, quiero decir que la maternidad implica aceptar una renuncia voluntaria de la libertad, una dependencia indefinida de lealtades divididas, un compromiso irrevocable que va en contra de la falta de compromiso del narcisismo contemporaneo, donde el otro se percibe como un peso incómodo, donde el egoísmo es la ley de la relación. Tener consciencia de lo anterior nos permite explicarnos por qué tantas mujeres hoy en día viven la maternidad como un trauma, pero también nos invita a abordarla como una puerta a la salud psico-espiritual en medio de una sociedad enferma, porque la verdadera libertad solo se conoce en la entrega.
No sé si ustedes estén de acuerdo, pero yo creo que la tendencia social es a marginar la maternidad. A veces me imagino un futuro lleno de probetas, donde se producen homo sapiens en serie y a la medida. Creo que para entonces, aunque seres como nosotros pueblen la tierra, la humanidad estará extinta. A veces olvidamos que el alma es lo que nos dan las madres en esa labor, la más importante de la existencia y de la historia.
TEXTO:
De Zygmunt Bauman, Sobre la maternidad contemporánea: “Tener hijos implica sopesar el bienestar de otro, más débil y dependiente, implica ir en contra de la propia comodidad. La autonomía de nuestras propias preferencias se ve comprometida una y otra vez, año tras año, diariamente”. Texto completo en: investigacionliquida.blogdiario.com/tags/maternidad/
SERIE WEB:
El mundo según Roxie. Interesante serie web argentina que caracteriza la experiencia de una madre contemporánea.
PELÍCULA:
Boyhood. Narra, entre otras situaciones, las tensiones de la vida de una madre contemporánea durante varios años.
Ilustración: Jorge Ávila.

