
Según el filósofo coreano Byung-Chul Han, actualmente hay una “erosión del otro, que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida y va unida a un excesivo narcisismo” Y yo estoy de acuerdo: estamos llenos de nosotros mismos y vacíos del otro. Como Narciso, nos vemos en todas partes, lo llenamos todo. Pero estamos vacíos de amor, de encuentro, de diferencia, de comunicación. Y esa muerte del eros nos lleva, en palabras de Byung-Chul Han, “al infierno de lo igual, al pozo narcisista, donde nos ahogamos en la depresión”. Yo creo que nunca habíamos sido tan egoístas y nunca habíamos tenido menos herramientas para trascender nuestro egoísmo natural.
Por otro lado, el budismo declara que la raíz del sufrimiento humano es el egoísmo, y propone diferentes formas para superar esta condición. Por eso creo que algunas de las enseñanzas budistas se están volviendo cada vez más relevantes para ayudarnos a re-imaginar el arte de vivir y buscar un poco de realización y felicidad. Me parecen especialmente relevantes las que tiene que ver con la compasión.
Empecemos diciendo que para el budismo el bodhisattva es aquel que sigue el camino del despertar. Pero este camino también se conoce como el sendero de la compasión. Porque, desde esta perspectiva, no hay despertar, no hay sabiduría, no hay conocimiento, no hay realización, por fuera de la compasión y el amor.
El camino de la compasión empieza por un ritual. Quien quiere transitarlo debe renunciar a la iluminación hasta que el último de los seres sintientes sea liberado del sufrimiento. ¡Qué bella imagen! Para avanzar por ese camino hay que relacionarse, comunicarse, dar, servir, entregarse. Es como si cualquiera de nosotros renunciara a la realización y la felicidad, mediante un juramento, hasta que el último de los seres vivos la alcanzara. Eso significaría que tendríamos que prestarles atención a los otros, que para realizarnos tendríamos que atender a los otros. Eso significaría renunciar al primer lugar en el podio. Pocas veces he visto una idea más liberadora, terapéutica y poderosa.
El bodhisattva cultiva cuatro pensamientos inconmensurables. Quiero darle la palabra a Buda, quien se los enseñó a su hijo así: “Rahula, practica la bondad amorosa para superar la ira. La bondad amorosa tiene la capacidad de darles felicidad a los otros. Practica la compasión para superar la crueldad. La compasión tiene la capacidad de remover el sufrimiento de los otros. Practica el gozo empático para superar el odio. El gozo empático surge cuando uno se regocija con la felicidad de los otros y les desea bienestar y realización. Practica el desapego para superar el prejuicio. El desapego es la forma de ver las cosas con apertura y ecuanimidad. Yo y los otros no estamos separados. No rechaces una cosa para perseguir otra. Yo los llamo los cuatro inconmensurables. Practícalos y te volverás una fuentes de vitalidad y felicidad”.
Creo que debemos retomar algunos de estos pensamientos y prácticas como antídotos o formas de hacer resistencia en una vida consumida por el egoísmo. ¿Cómo sería nuestra vida si fuésemos un poco más amorosos y compasivos con los otros; si deseáramos más a menudo la felicidad para los otros? Creo que sería una vida más libre, rica, plena y feliz.
Por otro lado, el bodhisattva, una vez aclara su motivación y cultiva los pensamientos inconmensurables, se da a la tarea de practicar la compasión a través de seis acciones trascendentales: formas de actuar que nos ayudan a ir más allá de la cárcel estrecha del egoísmo, a romper la burbuja del narcisismo. Estas son: la generosidad, la honestidad, la paciencia, el esfuerzo, la contemplación y la sabiduría.
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Ilustración: Jorge Ávila
La generosidad es el punto de partida. Sin generosidad no hay camino. Y eso implica reconocer y trascender la propia posesividad en cualquiera de sus manifestaciones. Implica la práctica constante de soltar las posesiones más preciadas, de darles a otros lo que amamos y nos genera profundo apego. En un sentido más profundo implica entregarnos a nosotros mismos, compartir nuestra experiencia, entregarnos y servir.
La honestidad implica vivir y relacionarse desde la autenticidad y la veracidad. Ser lo que uno es. Decirse la verdad y decírsela a los otros. Vivir éticamente. Ser sensibles y responsables con nuestras acciones. No dañar a los otros cuando podemos evitarlo. No tomar el camino fácil a costa de la verdad. Relacionarnos desde la consciencia de nosotros y de los otros seres sintientes. No tomar lo que no es nuestro. Y no relacionarnos desde la consciencia, la atención y la sensibilidad.
La paciencia implica relacionarnos con el otro desde la apertura, la tolerancia y no desde nuestro egoísmo. Implica actuar desde una profunda consciencia de mí, del otro y del contexto que nos une. Es templanza, saber esperar, saber contenerse, dejar pasar; es ser sensible y no susceptible. Es saber escoger las batallas que defienden el amor y la verdad y dejar pasar aquellas que solo defienden la auto-importancia y el ego.
El esfuerzo se refiere a asumir las situaciones con entrega y coraje. Desde la afirmación de lo que tenemos para dar y no desde la oralidad de quien solo quiere recibir. Implica que nuestra entrega y comunicación y servicio es vigoroso. Cuando estamos, estamos de verdad; cuando damos, damos de verdad. Nos jugamos la vida en cada situación. Vivimos plenamente cada momento. Y este es el tono de nuestra compasión.
Y por último tenemos a la contemplación y la sabiduría. Estos dos términos pueden entenderse como vivir con presencia y consciencia, aquí y ahora, con los ojos y los sentidos bien abiertos, despiertos ante la vida que vivimos. Y de esta forma de vida va surgiendo un conocimiento vivo e intuitivo, uno del corazón. Es un conocimiento que ya no está constreñido por los barrotes del ego, sino que es abierto e inclusivo. Es el conocimiento de las personas que llamamos sabias.
El camino de la compasión, no me cabe duda, no es el camino fácil. Pero es el único que nos lleva a la felicidad.
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De Thich Nhat Hanh, La energía de la compasión. Una invitación a vivir el presente, el ahora y las posibilidades de generar alegría y felicidad para sí y para los demás. También, reconocer y abrazar el dolor.
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Daniel Goleman, sobre la compasión en una conferencia TED.
El problema de nuestra vida, dice, es que no aprovechamos las oportunidades para ayudar, porque nuestro interés apunta en la dirección equivocada. Por eso necesitamos más empatía y compasión, para recuperar la alegría altruista y sentirnos bien por los demás.
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Eduard Punset conversa sobre la paz, compasión, felicidad y honestidad con el francés Matthieu Ricard. En La ciencia de la compasión, el monje budista sugiere ejercitar la compasión desde la contemplación. Gestionar las emociones para no pecar por el lado egoísta y competitivo del ser humano. Que aflore la naturaleza buena de cada uno, aprendiendo a meditar.