
"Con Lala nos confiábamos las historias de nuestros pretendientes" Ángela Patricia Janiot
Lala es otra amiga, otra hermana que la vida me regaló. Vivimos nueve años juntas cuando fuimos a la universidad y comenzamos a trabajar en Bogotá. Compartimos infinidad de momentos con un inmenso respeto por la autonomía de cada una. Nunca tuvimos una discusión. No recuerdo siquiera un gran desacuerdo, ni una competencia para usar el único teléfono que había en el apartamento en las épocas en que no existía el celular. Mis amigos de universidad y compañeros de trabajo adoraban a Lalita. ¿Quién se podía resistir a caer a los pies de su dulzura? Celebrábamos como propias las respectivas conquistas amorosas y profesionales. Nos acompañábamos y respaldábamos nuestros logros.
Por su profesión de psicóloga, la veo en un plano más elevado. Yo era emoción e ímpetu, y ella puro cerebro, estructura, bondad y espiritualidad. Lala era mi polo a tierra. En su compañía siempre encontré equilibrio y armonía. En oportunidades me hizo ver con honestidad y convicción ese otro lado de la vida que escapaba a mi percepción. No olvido sus consejos para conectarme mejor con mis hijos y con el universo. La definen su perseverancia y disciplina, la pasión por su profesión, su discreción, el amor propio que la protege de lo negativo, el aprecio por la libertad responsable y el respeto y la tolerancia por la diversidad de opiniones y estilos de vida. Siempre dispuesta, de buen ánimo, asertiva, analítica, identificando esos instantes valiosos de la vida que hay que atrapar en la memoria o inmortalizar con el lente de una cámara. Por todo esto y más, Lala es una de mis personas favoritas.
Fotos: David Schwarz.