Las palabras son materia prima y, sobre todo, anfitrionas de nuestra revista. Cada una, sonora, cuidadosamente modulada, cuenta. Y cuenta mucho. Cada una sale en busca de una conversación que termine en historia. Vuelan por todas partes sembrando leyendas. Las palabras como ladrillos pueden construir puentes o alimentar reyertas. Con palabras se habita la existencia. A través de ellas las mujeres invitadas en esta edición abren sus vidas como ventanas. Palabras, las buscamos exactas y precisas para hablar de ellas, almas corajudas que a pesar de todas sus afugias no se doblegan ni con la violencia ni mucho menos con la enfermedad y la guerra. “Con la frente en alto”, finalmente, es el calificativo que las agrupa y que encierra el sentido para poner en nuestra tapa. Palabras para la niña exguerrillera, para Clara Rojas, Jineth Bedoya, Luisa Gómez y Aura Lucía Mera. Palabras y más palabras. Llaves que abren o cierran personajes. Escoger la precisa es la clave en el arte de aproximarse a un alma esquiva. Sin premura son escalones hacia lo alto de nuestra cita, con impaciencia son muros que nos aíslan. Son tantas, tan personales y tan diversas, que hay que medirlas muy bien antes de hablarlas, porque así como pueden entrar en la cerradura del secreto, también pueden sonar a patadas en la puerta de alguien que, finalmente, no comprende nuestro afán de contar.
A la espalda de cada palabra hay un silencio profundo, una procesión piadosa, que la impulsa hacia su destino. Una actitud cuidadosa del ritual sagrado de la palabra, no solo devela nuevas historias sino que también retiñe las ya contadas que no merecen ser olvidadas, como la pesadilla de Immaculée Ilibagiza, hace 22 años, en su encierro terrorífico, víctima del genocidio en Ruanda. En CROMOS todo comienza con un cruce de palabras que quiere vivir para siempre en una página.