Es un hecho simple que nuestra especie humana evolucionó en los espacios exteriores, exponiéndose a la luz natural, además de adaptarse de mejor manera a las circunstancias medioambientales presentadas en cada tiempo y lugar.
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Sigue a Cromos en WhatsAppHoy sabemos que la exposición a la luz natural era una ayuda invaluable en los albores de la medicina, siendo aun útil, como lo demuestran los estudios con pacientes en habitaciones caracterizadas por la buena luminosidad. Los pacientes sufrieron menos mortalidad, al tiempo que se recuperaron antes de su enfermedad después de someterse a una cirugía.
El refrán “el que madruga Dios le ayuda” es validado hoy ante el hecho de que la exposición temprana a la luz natural ajusta nuestro ritmo circadiano, favoreciendo el funcionamiento de los procesos metabólicos. Si nos exponemos a luces brillantes durante el día, sin mirar al sol, mitigamos el impacto negativo que la luz artificial genera en el descanso nocturno.
La luz natural era la señal ancestral que marcaba nuestro período de actividad, poniendo en acción al cerebro, lo que nos mantenía atentos. Prueba de esto es que actualmente los estudiantes y los trabajadores, cuyos puestos de trabajo están más cerca de ventanas, reportan un mayor bienestar, junto a que tienen un mejor descanso nocturno, durmiendo más tiempo.
Por otro lado, se ha visto que el uso de luz artificial de baja calidad contribuye de manera significativa en el aumento de la miopía en niños, algo que en la pandemia creció.
Por último, mayor exposición al sol en las horas sin riesgo para las quemaduras solares, como son las primeras del día, o con protección suficiente y por cortos períodos en otras, se asocia con una mejor función cognitiva y menores niveles de depresión, así como disminuye el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como Parkinson o incluso la demencia.
La lista es larga de los beneficios de la luz natural, algo que hemos ido perdiendo en los tipos de vivienda y trabajos modernos. Sin estar en pandemia preferimos el confinamiento, pero la exposición diaria a la luz natural es esencial, por supuesto de manera muy responsable con los cuidados de la piel y los ojos.
Autor del texto: Santiago Rojas Posada.
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