
Por: Juanita Kremer
Mi reflexión nació después de una anécdota que escuché sobre dos padres que no logran ponerse de acuerdo en el tema de la alimentación de su hijo: Una mamá vegana (“alternativa ética al consumo y a la dependencia de productos no adaptados a las necesidades físicas y espirituales del ser humano, como carne, pescado, lácteos, huevos, miel y productos derivados de los animales y artículos de origen animal como el cuero y las pieles”, definición de la Asociación Vegana Española) y un papá de alimentación tradicional.
La mamá quería que el niño siguiera su filosofía pero no lucía como una mujer que entendiera que los veganos no solo dejan de consumir lo que provenga de los animales, sino que entienden que deben estar en comunión con el planeta, deben ser personas que busquen la armonía. La señora era un poco histérica, peleaba con su marido, lucía agresiva… Lo opuesto a la filosofía que decía practicar. El papá se inclinaba a impartir una tradición alimenticia más abierta, donde el niño tuviera acceso a todos los alimentos y cuando tuviera conciencia decidiera qué plan quería seguir.
Discutían porque la mamá predicaba una filosofía que no aplicaba y justo eso era lo que quería que su hijo aprendiera. El papá, sensato, argumentaba que no se puede educar solo con palabras o discursos, el ejemplo tenía que ser lo primero. Finalmente, con este argumento, válido, el papá ganó la batalla.
La discusión me dio para reflexionar sobre la importancia de darles un buen ejemplo a nuestros hijos antes que imponerles patrones de comportamiento o predicar lo que no aplicamos. Tenemos que tratar de actuar según lo que queremos que ellos aprendan, pues están atentos a seguir el ejemplo de sus padres, antes que a cualquier regaño o discurso.
Muchas veces queremos que nuestros hijos sigan unos patrones de comportamiento que hasta a nosotros nos parecen extremos, olvidando que ellos aprenden de lo que ven, no de lo que escuchan. Si uno no quiere que los hijos fumen pues entonces no se puede fumar. No sirve la cantaleta si no se apoya con los hechos.
Yo, por ejemplo, a veces soy un poco hipocondriaca. Me alarman mucho las enfermedades, y uno de mamá se vuelve más sensible con el tema, pero sé que debo controlarme pues en el futuro no quiero que mi hijo sobredimensione cualquier dolor de cabeza y salga corriendo a la clínica.
A los hijos hay que dejarlos ser. A mi hijo, por ejemplo, no le quiero exigir nada que no sea natural en él. Si es tímido, si no le gusta darle besos a todo el mundo, no voy a presionarlo para que cambie y se convierta en todo lo que me pide y exige la sociedad, o aquellos que juzgan un niño porque no se revienta de la risa con cualquier persona; voy a dejarlo ser con naturalidad y amor.
Alexandra Pumarejo:
Parte de ser papá es reconocer la independencia emocional, psicológica y espiritual de sus hijos.
Flavia Dos Santos
Los hijos son una copia de los papás; por más que uno intente inculcar algunos comportamientos, ellos harán lo que ven y perciben de sus padres.
Mónica Rodríguez
Uno siempre quiere educar a sus hijos a imagen y semejanza y eso es imposible. Con el tiempo entendemos que ellos van formando su propia personalidad y debemos aceptarlo.