Cuando el feminismo tocó la puerta de los hogares para sonsacar a quien hasta entonces era su guardiana, la invitación a las mujeres a salir no tardó mucho en ser aceptada.
En pocas décadas la mujer arribó primero a las universidades y después a cargos a los que la historia no les había permitido llegar. Ahora hay presidentas, maestras, conductoras de Transmilenio, policías, militares y hasta árbitras de fútbol.
También hay mujeres que exigen buenos amantes y otras que transitan los caminos de la promiscuidad. Pero la insatisfacción sexual luce como su talón de Aquiles.
¿Algo falló en la revolución?Las estadísticas y los estudios médicos al respecto no son abundantes, pero los murmullos de la calle y la televisión parecen confirmar la teoría: la mujer conquista el mundo, pero cada vez le cuesta más trabajo alcanzar el clímax.
En 2004, ABC News realizó una encuesta en la que consultó a 1.500 adultos estadounidenses vía telefónica. Tres de cada cuatro hombres aseguraron que cada vez que tenían una relación sexual tenían un orgasmo.
En las mujeres la relación fue de 3 en 10.En Colombia la experiencia fortalece la creencia popular.
Nereida Lacera es médica sexóloga de Profamilia: “Es más común que a la consulta lleguen más mujeres buscando ayuda que hombres”.
¿De quién es la culpa?, ¿acaso de los varones? “Por supuesto, tienen que ver –explica Lacera-, pero no nos digamos mentiras. Es peligroso poner toda la responsabilidad en los hombres, los casos de insatisfacción aparecen desde diferentes ángulos, desde los problemas físicos, por ejemplo, o en las mujeres que en la intimidad dejan todo en manos de la pareja”.
“El hombre es directo. La mujer es oblicua”. Esta sentencia es de la autoría de la psiquiatra norteamericana Anita Clayton, en su libro Satisfacción (Norma, 2010). La fórmula que propone la doctora es sencilla: si los caminos de ambos sexos fueran iguales bastaría el viagra para solucionar los problemas femeninos. No es tan simple.
La mujer, por lo general, necesita lograr una conexión emocional con la pareja para llegar al orgasmo, una receta compuesta por jugueteos sexuales, amor, desempeño, autoestima y estimulación verbal.
Sara es una joven que ha acumulado varias experiencias insatisfactorias y expresa con cierto dejo de reclamo las razones que la llevan a desfallecer en sus relaciones: “Al hombre le cuesta trabajo entender que el aparato de la mujer no funciona igual al suyo. Lograr que una mujer tenga un orgasmo tiene su truco. Para eso están las manos, los dedos, la boca. ¡El sexo no es sólo copular, señores!”.
Entonces Sara explica eso a lo que ella llama truco, una trinidad conformada por el preludio, el ritmo y la posición: “Un excelente preludio antes de la penetración, una posición que particularmente me guste y un ritmo adecuado, controlado por mí. Como dicen por ahí, hay ciertos hombres que encajan mejor en uno”.
En materia sexual y médica, no existe un método universal que revele la ruta más rápida y corta hacia el placer. Por eso, Nereida Lacera primero escucha los testimonios y procede a identificar el problema.
La médica sexóloga enseña a las pacientes a conseguir el esquivo orgasmo que las obligó a buscar ayuda, a hacerles ver que la satisfacción sexual también depende de ellas. “Las llevo a encontrar secretos íntimos, zonas placenteras, a que se toquen y conozcan su cuerpo, sus olores. Cada una debe aprender a conseguirlo”.
No todas las mujeres cuentan con el mismo desparpajo de Sara a la hora de llamar la atención de sus parejas. “Muchas prefieren –continúa Lacera– ocultar su insatisfacción o fingir sólo para no hacer sentir mal al hombre.
En otros casos temen afrontarlo porque alguien en el pasado les dijo que el sexo era mal visto y que tocarse era pecado”. De todas maneras, injusto o no, en este mundo que giró hacia las mujeres, los hombres continúan siendo los culpables de sus problemas, o por lo menos así lo ven ellas. Sara es contundente: “Si llevar a una mujer al orgasmo fuera tan fácil, yo no diría lo que digo”.