Desde sus orígenes, el jugo fermentado de la uva ha tenido una estrecha relación con el amor y el sexo. Para algunos y algunas, el vino es un afrodisíaco perfecto. Para otros y otras es un agente erótico, que evoca, desde la forma de la botella hasta lo más profundo de su esencia, todas las formas del amor sublime y del amor carnal.
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En cuanto a sus virtudes afrodisíacas, habría que mirar qué tanto es el vino un instigador psicofisiológico (que agudiza nuestra agudeza táctil, visual y organoléptica) y qué tanto es un brebaje que, al ingerirse, enciende la libido en nuestro interior. En otras palabras, nos hace bajar la guardia y nos predispone a juegos que normalmente evitaríamos.
Los buenos bebedores de vino, como los hombres eróticos, sueñan con elegir diferentes opciones y descubrir en cada una de ellas sus misteriosas diferencias. Prefieren los tintos porque el color carmesí se asemeja al rubor de la mujer y equivale al color del amor y la pasión. Admiran las botellas con formas definidas y se dejan seducir por las etiquetas, como lo harían frente a un traje tallado.
Por su parte, la buena bebedora busca (más que formas) seguridad, delicadeza y elegancia. La seducen los vinos vigorosos y firmes. Más que el hombre, es dada a seguir de cerca el ritual del servicio del vino, como, por ejemplo, la forma como el descorchador se mueve rítmicamente hacia abajo para extraer delicadamente el tapón. Por su natural capacidad de captar aromas, la seduce la exhuberancia aromática, porque insinúa el aliento de su amado. A diferencia del hombre (que se inclina por las descargas súbitas), a la mujer le gustan todos aquellos sabores prolongados y persistentes.
Al final (como lo sabemos todos de manera intuitiva), el vino siempre nos hechizará, porque en sus distintos tipos y estilos encierra el mundo de los géneros. Los blancos y rosados atraen por sus expresiones aromáticas y por su suavidad (como la mujer), mientras que los tintos transmiten potencia, densidad y cuerpo (como el hombre). Igualmente, los espumantes nos envuelven en su delicioso cosquilleo, como una hábil caricia.
Afrodisíacos, eróticos y alimenticios, los vinos nos hacen sentir la vida de otra forma y, como dice Copello, nos acercan a los demás sin la presencia de obstáculos ni barreras. En otras palabras, nos permiten viajar hacia el amor un verdadero.
Foto: Istock.