l corre-corre empieza con la búsqueda de los trajes de piloneras. Todos los años es la misma cosa. Siempre nos vestimos para el desfile y nunca hay suficientes vestidos porque hay que pensar en las amigas que nos visitan. A las tres de la tarde con el sol ardiente, en torno a la María Mulata de Grau, empieza la romería de las comparsas que rinden homenaje a locales y visitantes con el canto madrugador de las abuelas para pilar el maíz. “A quién se le canta aquí, a quién se le dan las gracias, a los que vienen de afuera o a los dueños de la casa”. Comienza, una vez más, el Festival de la Leyenda Vallenata, cuatro días de acordeón sin descanso en la tierra del Cacique Upar.
El alboroto es el estado de ánimo permanente pues muchas cosas pasan al tiempo, y la sensación de que uno se está perdiendo de algo es latente. Las competencias de acordeoneros, los finalistas de canción inédita, las eliminatorias de piqueria. La herencia se nutre permanentemente: hay música vallenata para rato. Con el tiempo y la afluencia de visitantes, las parrandas en los patios de las casas han sido adoptadas por empresas sin perder la esencia, la misma hospitalidad y el alma de los festejos que son los juglares y los reyes.
En las noches la cita es en el parque, el escenario que se construyó en homenaje a la Cacica, fundadora y visionaria. “Su sueño hoy es realidad: 30.000 personas reunidas en el más ambicioso escenario para espectáculos musicales de Colombia. No puedo evitar mirarle la cara de asombro a quienes entran por primera vez al lugar, y preguntar “¿Dónde hay en Bogotá un escenario así?”. Es mi momento de orgullo personal. En grupos de amigos amanecemos en largas discusiones sobre quién nos gustó más, un palmarés para artistas internacionales y otro para los locales, pues siendo los dueños de la plaza, barren con el cariño del público. Este año, sin embargo, tengo un saborcito de guayaba por Carlos Vives y por Chabuco, me hicieron falta. El sábado en la noche, bajo una luna orgullosa, se anuncia que tenemos un nuevo rey, es monteriano. Y al caer el telón de la versión 48 del Festival Vallenato, empezamos a planear el homenaje a la dinastía Zuleta, que será el motor para que en abril de 2016 nos encontremos en el Valle una vez más, con el propósito de lucirnos como los mejores anfitriones.
El corre-corre empieza con la búsqueda de los trajes de piloneras. Todos los años es la misma cosa. Siempre nos vestimos para el desfile y nunca hay suficientes vestidos porque hay que pensar en las amigas que nos visitan. A las tres de la tarde con el sol ardiente, en torno a la María Mulata de Grau, empieza la romería de las comparsas que rinden homenaje a locales y visitantes con el canto madrugador de las abuelas para pilar el maíz. “A quién se le canta aquí, a quién se le dan las gracias, a los que vienen de afuera o a los dueños de la casa”. Comienza, una vez más, el Festival de la Leyenda Vallenata, cuatro días de acordeón sin descanso en la tierra del Cacique Upar.
El alboroto es el estado de ánimo permanente pues muchas cosas pasan al tiempo, y la sensación de que uno se está perdiendo de algo es latente. Las competencias de acordeoneros, los finalistas de canción inédita, las eliminatorias de piqueria. La herencia se nutre permanentemente: hay música vallenata para rato. Con el tiempo y la afluencia de visitantes, las parrandas en los patios de las casas han sido adoptadas por empresas sin perder la esencia, la misma hospitalidad y el alma de los festejos que son los juglares y los reyes.
En las noches la cita es en el parque, el escenario que se construyó en homenaje a la Cacica, fundadora y visionaria. “Su sueño hoy es realidad: 30.000 personas reunidas en el más ambicioso escenario para espectáculos musicales de Colombia. No puedo evitar mirarle la cara de asombro a quienes entran por primera vez al lugar, y preguntar “¿Dónde hay en Bogotá un escenario así?”. Es mi momento de orgullo personal. En grupos de amigos amanecemos en largas discusiones sobre quién nos gustó más, un palmarés para artistas internacionales y otro para los locales, pues siendo los dueños de la plaza, barren con el cariño del público. Este año, sin embargo, tengo un saborcito de guayaba por Carlos Vives y por Chabuco, me hicieron falta. El sábado en la noche, bajo una luna orgullosa, se anuncia que tenemos un nuevo rey, es monteriano. Y al caer el telón de la versión 48 del Festival Vallenato, empezamos a planear el homenaje a la dinastía Zuleta, que será el motor para que en abril de 2016 nos encontremos en el Valle una vez más, con el propósito de lucirnos como los mejores anfitriones.