
Rara vez empiezo mis columnas con datos estadísticos o casos médicos donde la prueba evidencia una teoría. La verdad, prefiero ir a lo tangible, al cotilleo, a las experiencias, a las preguntas, a los experimentos y a las sensaciones del cuerpo, las reales, las que nos hacen gemir, gritar o sacudir la cama.
Y los pezones son uno de esos puntos álgidos del cuerpo femenino, pero confieso que cuando me hablaron del orgasmo de pezón tuve que cerciorarme de la confiabilidad del tema buscando un dato que me sirviera como prueba. Y lo encontré. Según un estudio realizado en 2011 por el Journal of Sexual Medicine en el que se medía la actividad cerebral de diversas mujeres cuando se estimulaba su clítoris, su vagina, su cérvix y sus pezones, al masajear los pezones se activaba la misma región cerebral que al estimular la vagina.
Así que comprobada la teoría me fui a la práctica. Bueno, no significa que nunca me hubiera fijado en lo excitada que me ponía cuando mi pareja llegaba a esta zona caliente de mi cuerpo, pero empecé a prestar especial atención al juego que hacía frente a mi, con mis pezones.
Y confieso que me excita, más que cualquier cosa, que tome mis pezones como si estuviera sintonizando una emisora en un radio viejo, de los que tenían rueditas que se movían en cualquier dirección. Me pone absolutamente caliente verlo, mirarlo desde arriba mientras lo hace y, de hecho, se ha convertido en una de las actividades que necesito chulear para poder venirme. Descubrí, entonces, que siempre había experimentado esta sensación de orgasmo de pezón pero no la había bautizado. El pezón es casi tan sensible como el clítoris, pero muchos hombres solo saben chuparlo de la manera más orgánica que encuentran, olvidando que una caricia suave con la yema de un solo dedo, o lamerlo en círculos y masajearlo con dos dedos haciendo contacto visual puede resultar un verdadero camino al orgasmo. Eso sí, los hombres no son adivinos, así que lo que les digo siempre: al que pide, le dan.
Aunque no pude experimentar eso de lo que me habló mi amiga: “estuve a punto de venirme solo con el contacto de mis pezones y sus dedos, pero me aguanté porque quería probar también el otro regalo (la penetración)”, sí, reconozco que los pezones son un instrumento bendito para llegar al clímax.
La escena de la barba sobre mis senos, sobre mis pezones erguidos me enloquece. No aprecio tanto los movimientos bruscos (mordidas, apretones) como la suavidad de las manos. La delicadeza de unos movimientos planeados e inesperados antes que una boca descontrolada. Eso sí, todo debidamente estructurado, concertado, deseado. No a todas las mujeres les funciona el mismo jueguito, por eso es necesario explorar, probar y, finalmente, exigir y convertir a los pezones en aliados del placer.
Puntos de placer
