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Elsa Lucía Arango y Piedad Bonnett, entre el cielo y la tierra

La médica confrontó sus vivencias paranormales con la autora de 'Lo que no tiene nombre' y su escepticismo frente al más allá. Cada una defendió sus posturas frente a la existencia.

Por Redacción Cromos
26 de noviembre de 2015
Elsa Lucía Arango y Piedad Bonnett, entre el cielo y la tierra

Elsa Lucía Arango y Piedad Bonnett, entre el cielo y la tierra

Por: Elsa Lucía Arango y Piedad Bonnet
Fotos: David Schwarz, @davidmschwarz

 

Elsa: ¿Qué es la espiritualidad? Es la fuerza, la dinámica invisible que, en lo personal, me sostiene en la vida y que además es la dinámica invisible que sostiene el universo.

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Piedad: Estoy de acuerdo contigo en todo lo que has dicho. Tengo clarísima la división entre la religiosidad y la espiritualidad. Me considero una persona no religiosa y altamente espiritual. Hegel habla del espíritu, y hay un montón de filósofos que lo hacen  y no es en sentido religioso. Lo que pasa es que la palabra ha sido un poco desvirtuada. Hay palabras gastadísimas y banalizadas, como la palabra energía.

 

Elsa: Como la palabra amor. 

 

Piedad: Quisiera que habláramos también del misterio, que nos encamináramos de la espiritualidad hacia el misterio.

 

Elsa: La muerte le rompe la espiritualidad y la religiosidad a mucha gente. Si hay algo que, inicialmente, rompe creencias es la muerte de un ser querido y las decepciones fuertes y abruptas. Yo veo una persona que acaba de morírsele alguien repentinamente, y ya no cree en Dios. Si fue una enfermedad grave, no cree en Dios, no cree en nada. Pero, con el tiempo, la persona empieza a hacer contacto, por lo general, con algo distinto; y empieza a dejar la religiosidad y a entrar en el misterio, precisamente de la espiritualidad, porque la espiritualidad a mí me permite vivir la vida. 

 

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"Los románticos concebían la muerte como una gran aventura. Yo no me hago ilusiones", dice Piedad Bonnett.

 

Piedad: Yo diría que por haber construido mi vida sobre una cierta espiritualidad, pude tener la fuerza para aceptar la muerte de mi hijo, para no sentir rabia y para inscribirla dentro de un orden. Lo que pasa es que ahí hay una diferencia grande. La gente hace reclamos cuando alguien muy querido muere porque mide la vida como si, intrínsecamente, la vida fuera justa y como si el bien y el mal fueran las cosas que le correspondieran al orden humano o al orden natural. La naturaleza es una máquina que va dando vueltas infinitamente, no sabemos hacia dónde vamos, ni de dónde venimos, y el sentido se lo damos nosotros a la precaria existencia que tenemos. Lo que yo pienso es que nosotros nos disolvemos en la nada y eso pienso que le pasó a mi hijo, se disolvió en la nada, perdió lo que era esencial para mí, perdió su sonrisa, su mirada, perdió ese conjunto de cosas que él había construido en su cabeza, que lo hacían único. Y esa es la verdadera pérdida, y de ahí nace el profundo dolor, lo irreparable, porque nunca habrá otro Daniel y en eso consiste el dolor humano de la pérdida. No espero encontrarme a Daniel en ninguna parte, no creo que esté deambulando por esta casa. Lo cual no quiere decir que no le hable, pero yo no le estoy hablando a Daniel, yo le hablo al Daniel que está dentro de mí, porque es ahí donde vive. 

 

Elsa: Yo ahí tengo unas grandes diferencias que la vida me llevó a mantener. Jamás pensé ver a los seres en el otro plano. Los veo como te veo a tí, en otra dimensión, con unos detalles claros y nítidos que luego compruebo con la persona. Ahora, me podrás decir “tú eres una psíquica y estás viendo imágenes que proyecta el otro”. Es posible, pero somos demasiadas las personas que tenemos esa posibilidad de ver a otros. 

 

Piedad: ¿Qué sería un psíquico?

 

Elsa: Las personas que tienen facultades de ver el aura y ver aquellas otras energías invisibles, pero que existen. Te voy a decir una cosa que puede ser muy tonta: llega una paciente a la que se le había muerto su novio hace dos o tres meses, se iba a casar en muy poco tiempo, o sea que realmente era una viuda, había convivido con él mucho tiempo. Entonces yo veo un joven luminoso, distinto y luego aparece otro. Ahí veo dos, y ambos me dicen que la quieren, que han sido sus parejas. Entonces pienso, esto está muy raro. Yo le digo “aquí no veo uno sino que veo dos”. Me dice: “¿sabes qué? hace unas dos semanas se murió el que había sido mi novio anterior”. Yo no tenía ni idea. Ella tuvo que haber sido una mujer muy especial porque se notaba que había despertado un amor en ellos.  

 

Piedad: Como escritora que soy, interesada en los seres humanos, no estoy cerrada a ninguna experiencia, y además, parto de la idea de que no estoy frente a un fraude. 

 

Elsa: Por eso mi hijo no quería que yo escribiera el libro. Me decía “mamá, van a pensar que estás loca”, y yo decía “ pero es la verdad”.

 

Piedad: Yo tengo tremendas intuiciones.  El día que murió Daniel, mi hija me llamó a las diez de la mañana, de Nueva York, para decirme “mamá, vamos a llevar a Daniel a la clínica porque está mal”.  Me senté en este sofá, y pensé “me va a llegar la cuenta del spa”, porque yo le había regalado una ida a un spa el día anterior. Pensé esta cosa rarísima que saqué de un cuento de Raymond Carver que tiene esa misma trama y dije “me va a llegar la cuenta del spa cuando Dani ya esté muerto”. Yo pensé eso a las diez de la mañana y a las dos de la tarde ya estaba muerto. ¿Pero, cómo me explico yo eso? Por esa conexión profunda entre una madre y un hijo. Ahora, yo sí creo en intuiciones muy poderosas, pero mi hijo Daniel, que fue diagnosticado con esquizofrenia, y los chicos que me han escrito desde que apareció mi libro y que tienen esquizofrenia, me dicen que ven pasar sombras. Daniel también me dijo que veía pasar seres a los lados.

 

Elsa: Tienen alucinaciones. 

 

Piedad: Sí, entonces cualquiera podría decir que tú tienes una disociación en tu cerebro y tu hijo tendría razón. Diría que lo que pasa es que tu cerebro está funcionando de una manera tal, que eso es equivalente a las alucinaciones de la gente con esquizofrenia.

 

Elsa: No es equivalente, porque esto tiene una realidad, tiene un mensaje y concuerda con algo. En cambio, una alucinación es una idea intrusiva, que no tiene una realidad detrás, no tiene una historia, excepto para la persona que la vive.  

 

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Piedad Bonnett, escribió el libro Lo que no tiene nombre, sobre la pérdida de su hijo Daniel.

 

Piedad: En estos días, una persona me dio a leer un libro sobre esta cosa de las constelaciones familiares y de los seres humanos que están detrás de los que estamos aquí, y estaba tan mal sustentado y los ejemplos eran tan absurdos, que me parecía irrisorio. ¿Dónde están esos otros que te están hablando después de la muerte? ¿Cómo se explicaría?

 

Elsa: El espíritu le da sentido a la existencia. Nosotros apenas estamos encontrando pequeñas pistas de lo que es el orden en el universo. Estamos entrando a comprender ese orden y a ser parte del orden, porque por el momento la raza humana hace parte del desorden. Hay un mundo que no es perceptible para los sentidos que tenemos. Pero a través de la historia ha habido gente, famosos iluminados, que no son simples personas que meditan y se vuelven locos, sino que llegaron al conocimiento, a la intuición, la gran intuición de la que hablaba Buda.  

Te voy a decir una historia pequeña: mi hijo estaba en el Himalaya e imprudentemente empezó a subir. Abajo un maestro espiritual de pronto dijo “Andrés está en peligro, vamos todos a meditar”. De repente mi hijo se dio cuenta de que estaba arriba en la nieve, que ya no respiraba y sintió que se estaba muriendo por la falta de oxígeno. Él dice que no sabe de dónde le llegó una fuerza y logró bajar hasta un pueblito. ¿Cómo esta persona que está a kilómetros dice “Andrés necesita ayuda”? Uno piensa que hay algo en el mundo que sigue siendo misterioso, que no es accesible a los sentidos, pero que la intuición sí la ve. No sé si has leído a Elisabeth Kubler Ross, la psiquiatra. 

 

Piedad: Sí, cuando murió Daniel, me regalaron ese libro.

 

Elsa: Ella nos enseñó que los pacientes que aparentemente estaban en coma o muerte cerebral, podían narrar todo lo que había pasado. ¿Quién narra, si ese cerebro está en muerte cerebral? Incluso, se habla de ciegos que nunca han visto, y que cuando salen del coma relatan que vieron colores. Entonces, sigue siendo misterioso, no explicable por la ciencia.

 

Piedad: Podría rebatirte desde muchas ideas. Pero se me ocurre desde el mundo de los sueños. Porque los sueños son una creación que nosotros hacemos. Entonces, se me ocurre que algo de eso podría estar pasando en la mente de una persona que está en un estado de coma o en la antesala de la muerte. A mí me molestan mucho esas ideas que son tremendos clichés en la representación del umbral de la muerte. Por ejemplo, lo del jardín, lo de los coros celestiales, a mí me parece que son cosas construidas desde un romanticismo terrenal. 

 

Elsa: Una vez, en la India, me paré frente a un templo a meditar y de pronto me sentí en una pradera verde, preciosa, con unos árboles y una luminosidad que yo me preguntaba ¿qué es esto tan sensacional? Lo más importante que sentí fue una sensación de ser amada profundamente por alguien que estaba allí, que no me juzgaba. Y esa sensación de que nadie me juzgaba la tengo grabada en lo más profundo de mis células. A tí te parece cliché, pero para mí fue asombroso porque no estaba en una situación de muerte ni nada. Yo he tenido pacientes que me dicen “doctora, yo nunca lo había contado porque pensé que me iban a tildar de loca, pero quiero contarle que a mí también me pasó, como usted lo describe en su libro”.  

 

Piedad: Bueno, yo puedo contar una experiencia que me ha pasado. Cuando tuve a mi primera hija, que hoy tiene cuarenta y pico de años, bajo el efecto de la anestesia, sentí que Renata, que así se llama, era un punto de luz que bajaba en espiral a unas velocidades tremendas. De alguna manera encarnaba en mí. Es uno de los sueños más extraordinarios que he tenido, o una de las visiones o como se quiera llamar, porque era una especie de alucinación, producto de la anestesia.

 

Elsa: Y bello…

 

Piedad: Sí, porque era casi poesía pura, la luz del universo encarnándose en un ser, que además venía a habitar en mí. Como soy poeta, agradecí mucho esa imagen (sonríe), pero quiero decir que hay un pensamiento simbólico que a mí me interesa mucho…

 

Elsa: Yo creo que te choca… (sonríe)

 

Piedad: Sí. Me choca cuando eso se convierte en lección de vida, como en “devuélvete que todavía te falta tiempo para que hagas cosas buenas”… Esa parte me molesta profundamente, porque ya empiezo a vincularlo con libros de autoayuda, con cosas de esa naturaleza.  

 

Elsa: Por acá hay algunas personas a las que les podrías preguntar. Por ejemplo, Annie de Acevedo, una psicóloga reconocida que tuvo dos experiencias. También tendría varios pacientes que te podrían hablar de eso.

 

Piedad: ¿Pero es evidencia? Esa es la pregunta. Por ejemplo, mi hijo Daniel se murió, perdió su identidad, es posible que su flujo de energía se haya ido para algún lado.

 

Elsa: De pronto no la perdió. Yo pensaría que no la perdió. 

 

Piedad: Sí, pero hay un umbral, en el que nosotros no podemos saber nada.

 

Elsa: Creo que tienes razón cuando dices que Daniel pierde su identidad, lo que pierde es la persona, ese cuerpo físico, pero Daniel como tal, no se ha perdido para nada, seguirá su camino evolutivo. A veces el mundo es como si fuéramos hormigas y creyéramos que lo que ve la hormiga es el universo completo. ¿Me explico?

 

Piedad: Sí, claro.

 

Elsa: Daniel tiene su identidad, si no te molesta, un día me mandas su foto. Y a veces se logra esa comunicación preciosa. Las personas se van al sitio que les corresponde, según su propia vibración, así como cuando tú dejas caer cosas en el agua y, según su propio peso, se van distribuyendo. Mi oficio no es convencerte porque esa tarea hace rato la dejé, nadie tiene que convencer a nadie. Pero uno puede contar sus historias, lo que uno ha vivido, y así se ha construido el conocimiento.  

¿Qué diferencia harías entre ética y espiritualidad?

 

Piedad: Yo diría que en mi cabeza se me representa la ética como una cosa mucho más concreta. Y la espiritualidad como una cosa más amplia.

 

Elsa: Uno puede ser ético sin ser espiritual.

 

Piedad: Sí, claro…

 

Elsa: Pero lo grave es cuando alguien espiritual no es ético y esa es la gran catástrofe de la religión y la espiritualidad. El gran enemigo de la espiritualidad es la mala práctica de ella.

 

Piedad: Vender la espiritualidad es facilísimo porque todo el mundo, hasta la gente menos espiritual, quiere relacionarse con aspectos de la vida o de la muerte que les hagan entender un poquitico más ese misterio en el que vivimos sumergidos. Los suicidios colectivos, por ejemplo, son manipulaciones de seres con una capacidad tremenda de convencer y siempre con términos alusivos a la espiritualidad.

 

Elsa: Claro, de acuerdo, pero faltan a la ética total. Por eso yo digo que el gran enemigo de la espiritualidad es la falta de ética del practicante, supuestamente, espiritual. En cambio, me encanta que hay gente que es totalmente ética y no cree en la espiritualidad. Ojalá todo el mundo fuera así, porque son las personas que practican el bien o lo que alcanzan a pensar que es el bien.

 

Piedad: Lo que pasa es que la espiritualidad la hemos cargado de juicios de valor, como de bien y mal. Y yo pienso que la espiritualidad habría que escindirla de la ética y de la moral. La espiritualidad es todo aquello que quiere ir más allá de lo puramente físico.

 

Elsa: Sí, de acuerdo, la espiritualidad es un plano invisible. Fíjate que la persona ética también busca la verdad, pero la espiritualidad trasciende un mundo invisible, la ética no va a ser suficiente. Entonces, viene todo ese mundo, que puede ser fantástico, pero que de pronto es real, donde existen los ángeles, las divinidades, los mundos distintos, donde el universo entero no es simplemente un escenario para un minúsculo planeta que es la tierra. 

 

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"El espíritu le da sentido a la existencia, y apenas estamos empezando a entender esos pequeños vislumbres":Elsa Lucía.

 

Piedad: Yo, por ejemplo, no resisto que alguien me hable de ángeles. Se ha negociado con eso de los ángeles… 

 

Elsa: ¿Pero no los desvirtúas?

 

Piedad: No, es que yo no creo que existan.  Yo creo que la energía, de repente, puede emitir unas ondas que crean cosas que están más allá de lo que alcanzamos a ver y que podríamos llegar a entender, si de verdad evolucionáramos como seres humanos. La verdad nosotros vamos hacia la destrucción. Tú hablaste de que estamos en el caos. Eso lo está mostrando todo en el planeta.

 

Elsa: De la entropía, claro. Sí, estamos en caos. Si no intervienen otras fuerzas, yo creo que allá vamos.

 

Piedad: La ética está rota en este mundo que vivimos.

 

Elsa: Porque estamos rompiendo el hogar.

 

Piedad: Nosotros no vamos a ser los que evolucionemos hacia esos otros mundos, como especie. Es muy bonito vivir sin esperanza, así es como deberíamos vivir, dándole sentido ético y buscando la felicidad en el día a día, sin la esperanza de nada más allá. Es decir, en un sano escepticismo y en una sana incredulidad.  Yo creo que eso nos hace seres humanos plenos y que incorporemos el dolor como parte de ese orden natural en el que estamos inscritos.

 

Elsa: El dolor es parte y lo han hablado todos: Buda, Jesús... Uno sufre dolor, pero además sufrimiento. ¿De cuál espiritualidad estás hablando?

 

Piedad: El contacto con la belleza es una forma de la espiritualidad. Por ejemplo, yo tengo el amor. Yo tengo unas nietas a las que adoro y toda mi fuerza va hacia ellas, y quiero dar mucho de mí y dejar algo de mí en ellas, eso para mí es espiritualidad. Cuando me contacto con la palabra, me siento a escribir y quiero transmitirles a otros el misterio del mundo. No es otra cosa lo que yo hago con la poesía, eso para mí es espiritualidad.  De alguna manera cuando hago el bien, cuando saco a mi mamá, que es una viejita, y le permito que sea feliz un ratico y tome el sol y coma algo, siento que ese es mi contacto con la espiritualidad. 

 

Elsa: Digamos que estamos hablando de unas formas bonitas de bondad, lo que tú hablas, el amar. Eso para tí sería espiritualidad, ser bondadoso, actuar con base al bien y un bien que a tí te da alegría. Cuando tú quieres a tu nieta…

 

Piedad: Sí, pero también las experiencias de dolor son para mí espiritualidad.  Digamos, cuando la memoria me trae las cosas más dolorosas de Daniel, siento que soy más humana. Y me dejo penetrar de ese dolor, no le huyo, para ser esencialmente humana.

 

Elsa: Es que el dolor y la bondad no se contraponen. Creo que tú estás definiendo espiritualidad, algo distinto, invisible, que es una fuerza que te permea y te mueve; que tal vez es distinto cuando hablo del espíritu, que también me puede mover a todo eso, pero que trasciende, va más allá.

 

Piedad: Estamos sumergidos en el mundo de la trascendencia y la espiritualidad. Lo que pasa es que ya ahí yo no pongo ni el ángel, ni los coros celestiales ni nada de eso…

 

Elsa: Puede que te choquen, pero hay una fuerza. Yo pensaba que los ángeles eran solo metáforas, pero cuando voy a India y veo ángeles dibujados; miro a la cultura judía y tiene ángeles; voy a culturas indígenas y hay ángeles...

 

Piedad: Pero yo creo que no, nosotros miramos los pájaros y adoraríamos volar, por eso les ponemos alas a los seres humanos y les decimos ángeles. 

 

Elsa:  Te voy a tomar del pelo. Me imagino que hace dos siglos, cuando Pasteur habló de los microbios, la revista más importante de la época dijo en su editorial “es tan ridículo creer en microbios como creer en marcianos”.  Yo creo en los microbios, no niego a los marcianos y no niego los ángeles. Si bien se ha hecho un negocio con los ángeles, suficientes personas los han visto y han tenido experiencias muy claras. 

 

Piedad: En el momento en que desaparezca mi conciencia de mí misma y de los que quiero y de los que están a mí alrededor, ahí termina mi viaje. 

 

Elsa: O sea que no sabes si cuando te mueras vas a terminar siendo consciente o no, qué tal que te mueras y que te pase como a muchos que se siguen mirando y dicen “oiga, yo sigo vivo” (sonríe).

 

Piedad: (sonríe) Bueno, esperemos. Eso todavía no…

 

Elsa: No sabes.

 

Piedad: No sé qué decir. Los románticos concebían la muerte como una gran aventura. Yo no me hago ilusiones. Si me dieran esa sorpresa, me gustaría mucho.

 

Elsa: La disfrutarías. A mis pacientes ateos yo les digo “hagamos un trato, yo le voy a hablar con todo el respeto y sin venderle una idea porque usted me la tenga que creer, porque le va a pasar si no me la cree. Pero si llego a tener razón, a usted le va a servir. Si no tengo razón, a usted no le va a pasar nada, porque cuando se muera, simplemente, va a estar disuelto y no va a pasar nada. Pero qué tal que se muera y no tenga las instrucciones. Es como uno llegar a una ciudad y no saber qué le va a pasar y se pierde”. Tengo un diálogo muy amable con mis pacientes ateos que están enfrentando la muerte…

 

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Le médica Elsa Lucía Arango escribió Experiencia con el cielo, sobre esos seres que se comunican desde otro plano.

 

Piedad: Acabo de ingresar a ese grupo (sonríe). Es que sucede que el mundo, en verdad, está escindido entre orientales y occidentales. Los occidentales cogemos por el camino de la ciencia y de la comprobación y en los orientales ha primado el pensamiento mágico y el pensamiento simbólico. Entonces, por eso es tan difícil reconciliarnos. 

 

Elsa: No, ahora está ocurriendo  un complemento maravilloso. Ahora tú ves una enorme cantidad de gente meditando. Ves a Chopra y Ophra haciendo meditación juntos. Los monjes de un Ashram, vienen a…

 

Piedad: Sí, pero eso es una banalización.

 

Elsa: No es banalización, nos están acercando a una propuesta distinta. El hecho de que haya tanta gente vegetariana, no es banalización; el hecho de que haya tanta gente joven que haya encontrado en el yoga una forma de manejar sus emociones y sentimientos…

 

Piedad: No, claro que no.  Yo sé que hay esos puntos de contacto, yo misma he hecho yoga…

 

Elsa: Por eso, entonces está ocurriendo una aproximación. Cosas que para mí son enormemente espirituales, otros dirán que es loco. Empezó en la historia de occidente a disminuir el número de matanza animal.

 

Piedad: Yo sé, y eso se está planteando en este momento por el efecto de los gases de los animales en la atmósfera, pero eso es una razón científica. No es una razón mágica.

 

Elsa: Pero la gran mayoría lo hace por compasión, porque la ONU ha pedido que los carnívoros dejen de comer.  Eso es espiritualidad.

 

Piedad: No, yo entiendo que el mundo está tomando una conciencia ecológica que nos va a llevar a grandes cambios.

 

Elsa: Eso es espiritualidad.

 

Piedad: Pero esa forma de razonar a partir de la causa y el efecto, es la manera de razonar de occidente. Los orientales ya no cambiarán eso de nuestra cultura.

 

Elsa: Pero yo creo que cada vez hay un porcentaje mayor de gente, y me encanta, que es gente joven, que piensa distinto. Tienen incorpordo el yoga, consumen comidas distintas, meditan… 

 

Piedad: Son cositas, nosotros hacemos acupuntura y ellos toman antibióticos. 

 

Elsa:  Claro, se están fusionando los dos, y no sabemos quién se está pervirtiendo y quién está sanando. Seguramente los estamos pervirtiendo a ellos.

 

Piedad: No, me parece que esas alianzas son apenas naturales, interculturales, pero de ahí a pensar que yo voy a reencarnar...

 

Elsa: En Bogotá el porcentaje de gente que creía en la reencarnación, hace 20 años, era el 60%. Cuando vino Brian Weiss hicieron la encuesta. El padre Llano dijo que nos deberían excomulgar a todos los que creyeramos en la reencarnación, el 60%  es altísimo.

 

Piedad: No, lo que pasa es que aquí pulula el pensamiento mágico, porque esta es una sociedad religiosa hasta la médula. A mí me educaron en el pensamiento mágico, pensando que Dios me estaba mirando y que yo tenía que hacerle campito aquí al ángel o a Dios.   

 

Elsa: Me encantaría que me aclararas el significado de la palabra magia.

 

Piedad: Es una manera coloquial. Pero magia es un milagro, por ejemplo. Todo lo que se sale de las leyes que rigen el universo visible en el que nos movemos, es magia.

 

Elsa: Antes de terminar la conversación, me gustaría que habláramos de la felicidad. 

 

Piedad: ¿La felicidad? Yo pienso que son momentos que la vida nos depara. En un día podemos tener pequeños motivos de felicidad, desde el que nos da comernos una cosa que nos gusta, hasta cosas que son más significativas. Yo creo que de alguna manera, ir conquistando cosas que nos proponemos es también una vía de acceso a la felicidad. Aclaro, no las cosas que los demás exigen.

 

Elsa: Yo no creo que uno la pueda definir tan fácil, porque es un estado que uno experimenta. Se supone que deberíamos tener un contento más prolongado, pero estoy de acuerdo contigo, que el contento es una actitud que uno va cultivando frente a sí mismo y frente a la vida. En lo personal se da, especialmente, cuando uno es capaz de dar, y cuando uno disfruta dando y recibiendo. Entonces todo lo que implique cariño, amor, bondad, me da esos instantes de felicidad y de bienestar. Sobre todo cuando uno siente que los ha compartido con otros. 

Por Redacción Cromos

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