«Te falta disciplina» es una de las críticas que más oí en mis primeros veinticinco años de vida: en boca de mi padre, de mi maestra de dibujo, de la mayoría de mis profesores del colegio y del instituto, y de los entrenadores que tuve cuando de chaval jugaba al fútbol. «Tienes talento, pero te falta disciplina; acabarás contando batallitas en un bar de mala muerte sobre el genio que eras», me decían. Me parecían exageraciones, críticas de personas resentidas por su falta de talento. De hecho, yo solía decir que la disciplina era el recurso de la gente sin talento.
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Sigue a Cromos en WhatsAppEn el colegio tenía una manía tremenda a los alumnos que siempre hacían los deberes y entregaban los trabajos a tiempo. ¡No podía concebir que hubiese compañeros que incluso pasaban los apuntes a limpio! Creo que no estudié para un examen hasta que oposité para la Policía Local a los veintiún años. No sabía ni cómo se hacía. Uno de mis mejores amigos en primaria era un empollón, y cuando llegaba la época de los exámenes no podía quedar conmigo porque tenía que estudiar. «No me fastidies, tío, ¿en serio?», le decía. Él me respondía que en estudiar radica la diferencia entre sacar un siete y sacar un nueve o más. Yo a eso le contestaba que prefería sacar un siete sin estudiar que un nueve estudiando. Así era yo; estaba convencido de que era el único que entendía todo ese carnaval al que llamamos «vida».

Joan Gallardo (Manacor, Mallorca, 1984) es escritor, mentor y padre de dos hijos. Lleva muchos años reflexionando, leyendo y estudiando sobre la vida, la felicidad, la fortaleza, el miedo y la paz interior.
Con el fútbol pasaba lo mismo. Yo era de los buenos, de los muy buenos, pero tenía una mentalidad lamentable. Por ejemplo, solía llegar tarde a entrenar para así saltarme el calentamiento, correr y hacer ejercicios de preparación física. fingía alguna molestia que desaparecía en cuanto pasábamos a los ejercicios con el balón. «Correr es de cobardes», solía decir tronchándome de risa. «Soy el mejor del equipo; el entrenador no me dejará sin jugar solo por no hacer estos puñeteros ejercicios». Un entrenador al que llegué a querer de verdad me dijo que tenía el talento de un jugador de primera división y la disciplina de un alcohólico en paro de ciento treinta kilos de peso. Escuché a escondidas a ese mismo entrenador decirle a mi padre: «Tu hijo podría llegar a ser profesional, pero sin disciplina no jugará ni con aficionados». Se quedó corto, a los dieciocho años dejé de jugar. Ya lo decía Robert de Niro en Una historia del Bronx: «No hay cosa más triste que el talento malgastado; ya puedes tener todo el talento del mundo, que si no haces lo que debes no consigues nada».
La verdad es que no sé si habría llegado lejos en el fútbol o en los estudios, pero sí sé que la disciplina era la única forma de averiguarlo. Y yo no tenía ninguna. No es que piense demasiado en ello; me encanta mi vida actual y no cambiaría nada de lo sucedido en el pasado, pues todo ha sido necesario para llegar hasta aquí, hasta este momento en que estoy escribiendo nada más y nada menos que mi segundo libro, pero a veces me pregunto: «¿Qué habría pasado con mi vida si hubiese aprendido antes a ser tan disciplinado como lo soy ahora?». Y siempre termino encontrando la respuesta. La respuesta es que no me estaría haciendo esa pregunta porque lo habría descubierto.
¿Quién es Joan Gallardo?
Como mentor, su agenda está repleta de deportistas de alto nivel, empresarios, profesionales de la salud y personas de todo tipo que buscan claridad y dirección en la vida para explotar su potencial y no desviarse del camino de la felicidad y la paz interior.
Nunca renuncies a ser feliz fue su primer libro, y miles de personas relanzaron su vida con él. Ahora, con Las 48 reglas de la disciplina, Joan te ayudará a reconciliarte con la disciplina y a desarrollar, al fin, todo el potencial que llevas dentro.
*Texto publicado con autorización de la editorial Grijalbo.