
Muro 1: anhelar demasiadas cosas y creer que todo es tan fácil como dar un like
¿Estás gordo? Sí.
¿Te vas a meter a Crossfit? Claro, esta vez sí.
¿Cuántos libros leíste en 2017? No me acuerdo, como dos. El de liderazgo era cortico.
¿Cambiarás la dinámica trabajo-casa, casa-trabajo? Siempre respondo sí y este año no será la excepción: sí.
Al final enero, febrero, marzo, abril… todos los meses del año se parecen, aunque enero no tanto, ya que es el único mes en donde te fijas metas concretas que son imposibles de ejecutar, porque justamente las marcaste tú. Son tan originales que se parecen a las de la gente que conforma ese universo en el que metes todo lo que llamas compañero o compañera. Tu compañero de oficina que siempre te encuentras en el ascensor también quiere leer libros, perfeccionar el inglés, tener plata para pagar el plan de Avantel (está mejor que el de Claro) y bajar de peso para registrar guapo, incluso en las fotos casuales.
¿Qué esperas para cambiar de metas? No sé qué estoy esperando.
Entonces, redondeando, ¿qué vas a hacer este 2018? Voy a procurar que mis deseos sean menos clichés.
Primera palabra aprendida este 2018: procrastinar.
Muro 2: renegar de la soledad
¿Es mejor tener un Harvey Weinstein o no levantar ni polvo? Ninguna de las dos. Ya tenemos que lidiar con la existencia de nosotros mismos, como para que la soledad se nos convierta en una carga. La existencia a veces es compleja en su forma más simple; como si fuéramos idiotas, terminamos sintiéndonos mal porque no tenemos pareja. Nomás porque es chévere ver películas sin que nadie te las comente, vale la pena darle la oportunidad a la soltería.
Bonus: La última de Rambo, Shakespeare enamorado, Bastardos sin gloria, Blue Valentine son algunas pelis producidas por Harvey para ver solo en casa.
Muro 3: llegar a odiar tu profesión (sobre todo, lo que pagaste por estudiar)
Estudiaste comunicación porque te obligaron a leer a García Márquez en el colegio. Sin poder cumplir el sueño de jugar fútbol profesional, te antojaste de trabajar en el equipo de investigación de un periódico, luego ser corresponsal en París y después cerrar con broche de oro con el Premio Nobel de Literatura. Pero en cuarto semestre de universidad te diste cuenta que no te alcanza para ser el más pilo de la clase. Una vez graduado, por las sorpresas que da la vida, llegaste al periodismo (no me refiero a la revista juvenil de la U), pero en la era de las redes sociales, en el que existen las palabras “clics”, “virales”, “visitas”, te obligaste a soñar en grande con pegarle a la campana haciendo notas poco investigadas, llenas de imágenes chistosas, en formato top, porque al lector de hoy le da pereza leer un texto de largo aliento. Esa es la profesión que te tocó, como a García Márquez en su día le correspondió la suya.
Muro 4: depender de un dios
Si tu caso es aferrarse a un ser superior para pedirle y recontra pedirle (claro, y agradecerle), es más sensato vivir sin solicitar favores a una fuerza imperceptible. Con el respeto que se merecen los devotos, yo, que fui católico hasta que vi clases en la universidad, recomiendo escuchar la intuición y hacerse el autoexamen de la cabeza, con el fin de determinar qué puedes corregir. Hay decisiones que dependen de nosotros, como atreverse a analizarte un ratico. Definitivamente ayuda saber para qué eres bueno y para qué eres malo. Si eres de lo que la tiene clara para pedir, entonces pide.
Muro 5: es verdad que hay una escuela que forma jefes que están esperando para cortarte las alas
Respetar al que es imposible respetar, saludar al que no quieres encontrarte, morirte de la envidia porque ese personaje que tiene una oficina más grande que tu sala, es quizás el verdadero reto de tu vida adulta. Durante cinco años, yo tuve al peor y aquí estoy. Si sobreviví a un mediocre con poder, pues claro que tengo derecho a sentirme orgulloso de ser un sobreviviente. Si no puedes cambiar de trabajo y el diálogo no sirvió (mi ex jefe jamás ha tenido una conversación, lo de él es un monólogo permanente), es valioso contar hasta diez y recordar que las pesadillas tienen fin. Además, necesitas el sueldo para pagar tu plan de celular.
Muro 6: vivir hiperconectado al celular
Es tuya la mano que vive agarrada de un dispositivo. De este modo te aseguras de desbloquear la pantalla un promedio de cuatro veces por minuto, si estás en una reunión o hablando con alguien a quien seguramente le sucede lo mismo. No eres de los que se afana porque no encuentra rápido las aplicaciones de Instagram, WhatsApp o Facebook, porque las tienes de primeras. Necesitas del estímulo digital para poder ser. Es decir, chatear, leer notas como ésta o ver fotos de otra gente. Tu cabeza se ocupa con demasiada información estéril, por eso eres un maldito hipersensible sobreestimulado. Ojalá vivieras la vida con más tiempos muertos, en los que la vista se te pierde mirando la alfombra, como sucedía en los noventas o como lo hacían tus papas en su juventud.
Muro 7: amargarse con poco
Vivimos un enero aguado y, a estas alturas del año (¡ya estamos a mediados de enero!), te sigues amargando por las nubes oscuras en el cielo, que pronto salpicarán las botas de tus pantalones. Si buscas pretextos para estresarte, según el IDEAM estos días son perfectos. Aprovéchalos al máximo para renegar de los trancones, de la tarifa del Uber, de la ciudad en general. Como si nunca lo hubieras hecho, indígnate al máximo, arruina tu instante, que en un rato se te pasará cuando vuelvas a Instagram.
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