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Antes de irnos a vivir, mi novia y yo compartíamos colchón los sábados y domingos, por eso era lejana la posibilidad.
Una vez nos juntamos, sucedió a las dos semanas. Netfilx estaba puesto en la pantalla de televisor, habíamos cenado hamburguesa y me acompañaba una cerveza fría que tuvo mucho que ver con lo que voy a narrar a continuación.
Soplado, corto, similar a un silbido. Fue cavernoso porque ocurrió bajo la cobija. Porque la ventana estaba a medio abrir, era imposible que el hilo de aire disimulara mi falta.
Mi novia lo iba a oler. Una de dos: ella se iba a ir de la habitación, muerta de rabia y vergüenza, acusándome de cochino criminal y yo sin poder hablar, o se quedaría a respirarlo entero, como si fuera parte de ella.
Sucedió lo segundo. Su actitud fue un acto de amor. En aquel instante el olor se sintió como una sombra repentina, mezcla de la cena y ese indefinible nosequé que cada ser humano aporta a sus propios pedos.
Sin querer queriendo, mi novia lo cató y luego se tapó la nariz. Arqueó las cejas y se rió bajo el cuello del pijama. Con más valentía que pena, me levanté a abrir la ventana y el frío bogotano absorbió una porción del inesperado veneno.
La gracia de mi novia era espontánea, contagiosa, alegremente infantil. Aunque burlarse de mí no estaba en el guion de la noche, hizo bromas hasta que nos quedamos dormimos (También le puede interesar Para vivir en pareja solo necesitas el sentido común).
Ahora me pregunto qué habría pasado si su reacción era otra. Que de lo enojada (muy enojada) se mudara a la cama de huéspedes.
Ahora me respondo: sencillamente hoy no estaríamos juntos. Su buena onda fue una demostración de que puedo seguir siendo el de siempre, incluso si se trata de pedos que se escapan sin avisar.
Por supuesto, siempre voy a preferir correr al baño, abrir el grifo lavamanos para que haya ruido y tirármelos sin temor a que me descubra.
Un pedo puede ser gracioso, pero compartirlos con frecuencia, por deporte, puede deteriorar el vínculo.
Mi pareja y yo procuramos sacarle jugo a las situaciones. Mientras continúe siendo un episodio esporádico, los que estén por venir serán bienvenidos. Nos amamos tanto que ni el más fétido de los aires pondrá en peligro la relación. Al menos por ahora.
En año y medio de concubinato, las flatulencias no son un problema para nosotros.
