Historia y magia al recorrer el set de las películas de Harry Potter
Quisiera decir que fue el búnker de Churchill y presumir de mi curiosidad histórica. Pero no. O, por qué no, decir que fueron las esculturas del Partenón y fajarme una diatriba sobre la inmoralidad que significa que el símbolo más importante de Grecia esté en una sala del Museo Británico y no en Atenas. Pero tampoco. Sería deshonesto escribir en estas páginas de un cuadro, una obra de teatro, un palacio, un castillo o un plato de fish & chips. Porque lo más memorable de mi último viaje a Londres no fue nada de eso: fue el tour de los estudios cinematográficos en los que se grabaron las ocho películas de Harry Potter.
Tengo 40 años. No tengo edad para saber de Hogwarts, Dumbledore o Quidditch. Lo que tengo es edad para ser la tía de un niño de ocho años enamorado de Hermoine Granger. Por él, sin mucha expectativa, decidí, luego de una auténtica odisea para conseguir unas boletas con transporte incluido, hacer el dichoso tour. Preocupada de irme a aburrir durante las más de tres horas que dura la visita, intenté hacer un curso exprés de hechizos y pociones: me leí el primer libro de la serie y vi un par de videos en YouTube. Me ilustré sobre la cabaña de Hagrid, sobre su enorme nobleza, sobre las tiendas del callejón Diagon y sobre cómo acceder a la plataforma 9 3/4 de donde sale el Hogwarts Express. Pues resulta que no había necesidad alguna de estudiar tanto porque es tan divertido para eruditos, como mi sobrino, como para analfabetas como yo. Quizás, incluso más, para analfabetas como yo.
Las instalaciones donde se encuentra Warner Bros Studios Leavesden, a unos 20 kilómetros de Londres, fueron durante la Segunda Guerra Mundial propiedad del Ministerio de Defensa. Allí operaba una importante fábrica de aviones de guerra, la más grande del mundo en ese momento, donde la Havilland producía el Mosquito y el bombardero Halifax. Luego se convirtió en una fábrica de motores de helicópteros de la Rolls-Royce. A comienzos de los 90 cayó en desuso y la Rolls-Royce contempló convertir el enorme terreno en un resort con campo de golf. Su reinvención en estudio de grabación nació de una urgencia: la producción de James Bond, que no encontraba donde grabar GoldenEye, descubrió que los hangares abandonados se acomodaban perfectamente a las exigencias de una superproducción cinematográfica. Siguieron, entre otras películas, una Mortal Kombat, el Episodio Uno de La guerra de las galaxias y Sleepy Hollow.
El 29 de septiembre del año 2000 empezó la filmación de Harry Potter y La piedra filosofal. Una década más tarde, el 21 de diciembre de 2010, se terminó de grabar Harry Potter y Las reliquias de la muerte. Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint, protagonistas de las ocho películas, trabajaron, estudiaron y se hicieron adultos en ese set. Es un espacio que se siente real. Casi. Quizás porque todo lo que hay fue usado en las películas. Porque ahí está el Gran Comedor donde se reúnen los miembros de Gryffindor, porque se puede ver el cuarto minúsculo en el que dormía Harry debajo de la escalera de sus tíos, porque ahí está la oficina de Dumbledore y porque ahí, gracias a un fondo verde, se puede jugar Quidditch. Para devolverlo a la realidad y sacarlo del universo mágico de Harry Potter lo espera a la salida una tienda de tamaño obsceno donde una varita mágica cuesta 25 libras.
A bordo del bus rojo
El metro de Londres es excelente. Pero nada supera montar en los famosos buses rojos de dos pisos e ir viendo la ciudad. Por eso una buena app sería una que le ayude a encontrar las rutas, los paraderos y los horarios de los buses. Yo no la he usado, pero The Telegraph recomienda UK Bus Checker.
Foto: AFP.