Hombres celosos: ¿qué siglo habita en sus cabezas?

La inseguridad desbordada saca lo peor de nosotros, tanto que no hay 'selfie' hipersexualizada ni ramo de flores que disimule la horrible y penosa enfermedad de los celos.

Por Boris Zapata

09 de julio de 2019

Pixabay

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Mi padre es un celoso enfermizo, si hoy él saliera con una feminista, su relación no duraría media hora. En casa la situación se ponía peluda cuando mamá tenía fiestas con sus amigos y amigas del trabajo. Para que ella saliera a divertirse con sus colegas profesores, mi papá tenía que ir a acompañarla (vigilarla) o no había parche.

Sí, éramos la familia Picapiedra. Un día mi mamá accedió a ir con él y al final juró no volver a hacerlo. Prefirió anularse socialmente que repetir otro episodio vergonzante, que incluyó un horrible show de celos y una pena con sus amistades que, a pesar de las décadas transcurridas, tiene clavada en su corazón como una esquirla imposible de extraer (También le puede interesar Sexo con la pareja: ¿deseamos el cuerpo o lo que representa la persona?).

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A mamá no le gusta hablar de esos años y se da muy duro por lo permisiva que fue. Víctima de su generación camandulera, en mi adolescencia me dijo lo siguiente, sin desarrollar la explicación: “nunca te metas con una persona celosa”. Tampoco necesitaba explayarse, yo sabía lo que era alguien celoso pura sangre. ¡Me dio la existencia! En mi poca inteligencia emocional, de jóven intuía que no quería repetir su historia ni ser como él.

A veces me pregunto cómo serían los celos de mi papá si tuviera redes sociales. ¿Cómo reaccionaría ante un 'like' de uno de los tantos amigos de mamá? Por mi salud mental prefiero no saberlo. Sé que sería un salvaje medieval, uno de los peores de la historia, un potencial homicida.

Algo de lo malo se hereda, algo de sus celos enfermizos y ridículos debe correr por mi sangre. No he protagonizado episodios de ceguera emocional. No soy de los idiotas a los que se les inflan las venas porque mi novia sale con amigos, de los que se enoja porque mi pareja baila reguetón en una discoteca mientras veo fútbol en la tele de la habitación. Tampoco soy de los que hace inteligencia de “likes” y comentarios sospechosos de "enemigos" en Instagram.  De solo imaginarme como mi viejo me dan ganas de desaparecer.

No sé lo que son los celos enfermizos. He pensado en ellos y creo saber lo que voy a hacer el día que descubra una infidelidad: me pondré muy muy triste, internamente me emputaré como nunca y daré por terminada la relación. Coletazos de violento, ofensas que me desahoguen y shows como los de los videos virales, tan fáciles de encontrar en Youtube, se los dejo a mi padre. Son su patrimonio.

El día de mis cuernos lloraré lo que tenga que llorar.

Por Boris Zapata

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