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Juan David Martínez, el titán que acerca a los jóvenes a la Universidad

El ganador en la categoría de Educación dicta clases a jóvenes de clase alta para garantizar el ingreso a la universidad de muchachos de escasos recursos económicos.

Por Carlos Eduardo Barragán Rozo

18 de diciembre de 2015

Juan David Martínez el titán que acerca a los jóvenes a la Universidad

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Dos cosas impresionan de Juan David Martínez: primero la sencillez y, segundo, la convicción con la que define lo que hace: dictar clases a domicilio a los niños ricos de Cartagena para con ese pago preparar y financiar el ingreso de los más pobres a la universidad pública.  ¿Pero cómo un joven de 24 años, graduado en literatura piensa en el altruismo como proyecto de vida? Pues basta oír su historia para descubrir que ese es su evangelio de vida.

Cuando tenía solo 10 años y su mamá persiguió el amor y otros demonios por Simití, en el sur de Bolívar, David tuvo que vivir con su papá que ya tenía otra familia. “Solo fueron seis meses en los que aclaré que papá para mí fue un apellido y una mensualidad, pero en cambio la abuela, se dedicó a enamorarme de los libros, a través de los cuentos que leíamos en voz alta.

Cuando se reencontró con su mamá, que ya era bibliotecaria de Simití, David vivió en carne propia la guerra en la que se trenzaron paramilitares y guerrilla por el territorio. Cada día, como mínimo, en el pueblo había una viuda y cuatro huérfanos. “En las noches me dediqué a reconstruir las historias de la abuela y me gané un concurso de cuento, cuyo premio nos ayudó a subsistir”, dice el Titán.

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“Mi proyecto puede inspirar a otras personas a través del ejemplo, pero sobre todo, a los jóvenes para que se empoderen y me sigan a mí y a los demás titanes”.

 

Su mamá se dio una tercera oportunidad en el amor y llegaron dos nuevos hermanos con un médico que los tuvo que dejar por falta de empleo, entonces David salió a la calle a trabajar y allí se encontró con su benefactor, el primer novio de su madre quien con el compromiso de guardar silencio, le dio todo para estudiar y llevar a casa. 

Él le regaló el dinero para inscribirse en la universidad; llegó a la facultad de literatura y lingüística y cuando justo iba de regreso a Simití a contar la noticia, sicarios asesinaron al hombre que le ayudó. Luego vinieron tiempos difíciles porque como pudo trabajaba en un supermercado de Cartagena para financiar sus estudios. 

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Pasaba las noches en vela leyendo, porque consideraba que ese es el más bello trabajo que tiene un literato. Un día vio un aviso en el que ofrecían trabajo para maestros de preuniversitarios y se fue a enseñar. “Duré muy poco porque la madre de una niña adinerada me pidió que le diera clases a domicilio a su hija, una niña tímida e introvertida. Como la literatura es como una medicina, la pequeña se enamoró de los libros y empecé a ser recomendado en la ciudad”, agrega.

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La clave, dice Juan David, es enseñar con amor, inculcando valores de emprendimiento, excelencia y  puntualidad. Y cuenta que un día, un amigo le pidió que ayudara a preparar a unas niñas del humilde barrio Nelson Mandela. Fue tal el entusiasmo que le produjo el trabajo, que con su sueldo de las clases a domicilio, les pagó el pin para presentar el examen de ingreso a la Universidad a sus alumnas. Al final, solo pasó una. Allí nació la idea de crear su fundación de dictar clases a domicilio para preparar y financiar a estos jóvenes. Ya son más de 200 los que se han formado con él desde que arrancó. 

“Para los domicilios contrato profesores de muy alto nivel, bilingües, a quienes les pago bien y el resto se va para los muchachos que preparamos los fines de semana en la escuela del barrio”, cuenta David, al agregar que hoy está replicando lo que alguien hizo por él cuando estaba buscando la manera de salir adelante. Esos jóvenes que entran a la universidad van con el mismo objetivo: ayudar después a que otros logren sus sueños.

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Palabras de ganador

Este premio significa que sí se puede, que hay una esperanza para ganar metas más altas y subir montañas más altas. Para mi comunidad es un gran sueño porque ellos entienden que hay alguien que los está apoyando sin ánimo de lucro, sin política y que hay un héroe que puede respaldarlos y los apoya cuando salen del colegio. Para mi proyecto, el premio significa una alarma de que no hay que dormirse y hay que seguir subiendo cumbres.

Mi participación en Titanes me dejó una lección: cuando los altruistas compiten solamente el pueblo se beneficia. Las únicas batallas que debemos tener son entre personas que ayudamos a los demás.

Siempre me motivó el deseo de dejar huella en el universo, de que nuestro nombre nunca muera y de que la juventud se engrandezca a través de esta semilla que yo empecé a engendrar.

Les digo a los empresarios colombianos que el emprendimiento del siglo XXI necesita de aporte social, que si no apoyan a lo social, los emprendedores como yo los vamos a superar. Tienen que donar porque la sociedad es la que está esperando por los recursos que ellos generan, dar empleo no es la ayuda, la ayuda es algo más.

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Lo primero que tienen que saber los jóvenes emprendedores es que tienen que educarse financieramente, lastimosamente la educación no nos da los parámetros de emprendimiento y finanzas, si ustedes quieren ser grandes emprendedores deben organizarse, aprender a leer de finanzas personales, de inversiones y tienen que olvidarse que el dinero es todo porque no lo es.

 
Fotos: Cortesía Caracol. 

Por Carlos Eduardo Barragán Rozo

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