“Voy a referirme al reconocimiento, que es una valoración intelectual a lo que uno hace, por valores no necesariamente comerciales. El reconocimiento se refiere al rol de lo que haces dentro del contexto de una cultura o profesión. En cambio, el éxito puede ser comercial, pero no necesariamente intelectual y yo como artista no lo busco. El reconocimiento se manifiesta cuando la gente se fascina y se emociona con mis creaciones. Es una experiencia estética que completa la obra.
El reconocimiento se comparte en familia, pues mis hijos, mi esposo y mi madre son los primeros que me respaldan. Me fortalece su fe y apoyo sin importar lo absurdo que parezca lo que quiero hacer. Los artistas tomamos riesgos, nos atrevemos a hacer cosas que nadie ha hecho antes. Navegamos en terreno desconocido.
Mi primer contacto con el arte fue cuando era niña, en la retrospectiva de Jesús Soto en el Planetario de Bogotá. Tal vez sucedió en 1969 o algo así. Era una exposición de arte óptico, genial e interactiva. Uno se movía y las imágenes también se movían. La gocé tanto que ahora soy artista. Antes de hablar de mi carrera, debo reconocer mis pasiones. Admiro mucho la naturaleza, especialmente las criaturas pequeñas porque son tan complejas y tan chiquitas al mismo tiempo.
También me inspiran Leonardo Da Vinci desde cuando era niña; E.O. Wilson, el biólogo especialista en hormigas, quien inventó el término biodiversidad y sociobiología. También admiro a Rudolf Blaska, artista del vidrio del siglo XIX; David Wilson, artista de Los Ángeles, pero el humano que más me ha parecido un genio absoluto es el arquitecto catalán Gaudí, quien diseñó la Sagrada Familia, templo emblemático que todavía está en construcción. Usó geometrías inspiradas en la naturaleza y logró implementarlas a escala arquitectónica.
Reconozco que antes de mi obra estaban ellos. Hoy estoy trabajando en arte urbano, con modelos a pequeña escala para luego elaborarlos a escala grande con ayuda de ingenieros y arquitectos. Trabajar a una escala pequeñita me transforma, siento que entro en otro mundo. Me es cómodo trabajar de esta manera, porque desde hace tiempo vengo trabajando con miniaturas. Trabajar en pequeño es difícil y es un reto. Lo mismo fue cuando quería hacer todos los aparatos para el circo de las Pulgas Cardoso. Para mí, es fascinante el trabajo con las manos. Me relaja completamente, me absorbe. A medida que pasa el tiempo, siento que mis ideas van cambiando. Abren espacio a otras, viajan con un hilo, lo que permite su conexión. Voy paso a paso, y no me alcanza el tiempo para lo que quisiera hacer.
El mundo físico es muy lento, mientras que el mundo de las ideas es instantáneo. Es un gran conflicto. Pero soy perseverante, así que voy pasito a pasito, desarrollando cada idea. En ocasiones es difícil conseguir soluciones técnicas a lo que quiero hacer. A nivel de investigación me gusta aprender, volverme experta en lo que estoy haciendo. Eso me encanta y esa es la parte más interesante, que nunca se agota”.
Foto: Ross Harley.