No se ha detenido un momento. Sandra Morelli, la primera mujer Contralora del país no se ha detenido un solo momento. Se levanta temprano aunque no salga de su casa, revisa la prensa, mira a sus cinco perros, a sus dos gatos, a sus peces dorados y verdes en los dos inmensos acuarios que tiene en su casa, una de las pocas que sobrevive entre los edificios que quedan al frente del parque El Virrey. Despierta a su hijo Gianfranco, de 7 años, y lo despide para ir al colegio. Su única compañía, desde que Heinrich Bach, su compañero, murió de forma trágica hace cerca de cinco años. Se viste, siempre de acuerdo con las tendencias, y sale a cumplir una lucha contra el tiempo; visitas, controles y reuniones hasta que se acaba el día, mientras vela, con un exagerado sentido de la responsabilidad, por que los dineros públicos no se entretengan en el bolsillo de algún político.
De su padre, Gianfranco Morelli, un ingeniero que emigró junto a su hermano en 1938 a Suramérica, y terminó sin pensarlo en Colombia, porque no quería prestar en su patria servicio militar, la Italia fascista de Mussolini que se preparaba para la guerra, heredó el temple ante la adversidad y el amor por la opera; por Verdi y Puccini, por Pavarotti y Plácido Domingo. El único legado que no heredó de él fue su convicción política de izquierda, pues ella se considera una liberal acérrima.
De su madre, una de las primeras abogadas que tuvo el país, Teresita Rico, quien llegó a ser magistrada del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, dice que heredó su vocación y su amor al derecho. Morelli siempre fue una estudiante aplicada, casi ‘nerda’ dicen los que la recuerdan. Estudió derecho en la Universidad Externado de Colombia. Fue becada por la universidad con el galardón Baldomero Sanín Cano para continuar su Especialización en Derecho Administrativo en Italia, a donde viajó feliz de seguir los rastros de su herencia paterna. Después no se detuvo y estudió, becada por el Programa Erasmus de la Comunidad Económica Europea, derecho administrativo, ciencia de la administración y servicios públicos, en La Sorbonne de París y en Montpelier. Luego, nuevamente becada, esta vez por el Ministerio de Relaciones en Italia, estuvo en la División para la Cooperación al Desarrollo.
Más de dos años de intenso estudio y trabajo que le dejaron, entre otros conocimientos, el manejo de cuatro idiomas: francés, español, inglés e italiano, y una que otra anécdota. De Bolonia no olvida el día en que se vistió con una pesada toga, en un verano de 40 grados, para presentar un examen importante ante una de las cortes. Cuando llegó vio que las eminencias que tenían que escucharla estaban vestidas con pantalones cortos y sandalias. Desde entonces, al recordar la toga que casi la asfixia, siempre piensa, por encima de los protocolos, en su bienestar y comodidad.
Esta bogotana de 45 años, muy cercana al ex presidente Álvaro Uribe, llegó a la Contraloría después de varios cargos importantes en el sector privado, siendo la dirección jurídica de la Federación de Cafeteros el paso crucial que le abrió las puertas al cargo de contralora. A cinco meses de su posesión, Morelli sabe que los retos que enfrenta no son nada fáciles, tiene en sus manos la labor de investigar con lupa e independencia los escándalos que han sacudido al país en los últimos años.