
Ojalá todas recordemos la película que me hizo pensar en este tema: Her, protagonizada por Joaquín Phoenix y la voz sensual de Scarlett Johansson, dirigida por Spike Jonze. Para las que no la conocen, se las recomiendo y les cuento de qué va: un despechado, buen y agraciado hombre se enreda (literalmente) con un sistema operativo inteligente, más parecido a un humano que a un computador. Les ocurre todo lo común en una pareja: sienten celos, amor y, por supuesto, experimentan los placeres de una relación sexual. La escena erótica, memorable, transcurre mientras el video está negro; solo se escuchan las voces de los protagonistas, los gemidos de Samantha (el sistema operativo) y las exclamaciones del momento final. Alcanzan el orgasmo juntos, solo con susurros, palabras y respiración.
Más parecido a sexo telefónico que a cualquier otra cosa. Lo cierto es que la escena nos recuerda que las fronteras del sexo se han desdibujado, aún más en esta época donde estar conectados a todo tipo de dispositivos electrónicos es lo normal. Es ahí cuando las compañías que trabajan en el volátil mundo del sexo y la pornografía entran a revolucionar la industria.
Camsoda, una de las redes sociales eróticas con más seguidores en internet, lanzó recientemente una experiencia para tener sexo virtual en línea. La cosa funciona así: se adquieren los dispositivos necesarios para vivir la experiencia; gafas de realidad virtual y teledildonics (aparatos que se usan para “sentir” el sexo a distancia). Para cada género hay un artefacto diferente.
Para él se usa una especie de funda (masturbador masculino inteligente) que se inserta en el pene y genera las sensaciones que va dictando la aplicación (según lo que la otra persona decida), y para ella está el vibrador inteligente, capaz de mandar diferentes intensidades de presión. Las dos personas, escogidas previamente, empiezan una experiencia que promete “estimular la imaginación”, así lo promocionan en la página web de la empresa.
Debo confesar que tengo mis reservas frente al asunto. Ya la escena erótica de Her, que les esbocé al principio, me parece impresionante, especialmente al final de la faena, cuando el protagonista debe enfrentarse a la soledad de un encuentro pos coital virtual, donde no hay lugar para el aliento del otro, el sudor, la respiración, la piel. Imaginarme inmersa en una de estas experiencias, me estremece.
“No podemos llamar a esa experiencia sexo, es más bien una masturbación mental; parecido a tener en un vibrador en la mano y estar hablando por teléfono con alguien. Eso no es sexo. El sexo implica proximidad, contacto, sensaciones. Esto se puede comparar, básicamente, con ver porno. Creo que después de experimentar este tipo de actividades, como el sexo en realidad virtual, le queda a la persona un vacío difícil de alimentar. En cualquier relación sexual (así no haya amor) hay un momento de entrega y de comunicación. Si uno lo hace por curiosidad está bien, pero si ya sucede por necesidad o se vuelve una costumbre, tenemos que reevaluar la situación”, afirma María de la Paz Serpa, médica especialista en sexología. La idea de un encuentro bajo los parámetros de la realidad virtual le genera casi lo mismo que a mí, escozor.
Me adhiero a la opinión de la sexóloga pero confieso que la curiosidad me gana y que sería capaz de probarlo, incluso con mi pareja pues este tipo de experiencias generan dinamismo en la relación, a veces afectada por la monotonía y la costumbre. No quisiera que ninguno de los dos lo convirtiera en un hábito, ni que las gafas de realidad virtual y los masturbadores inteligentes reposaran en una caja debajo de nuestra cama.
No en vano Theodore, el protagonista de Her, termina con una sensación de desasosiego, con un vacío que no logra llenar nunca, que incluso logra transmitirle al espectador. Her, como una premonición del futuro, nos revelaba en el 2013 que la tecnología tendría tanta inherencia en la vida del ser humano que llegaría a suplir las necesidades básicas, como el sexo, el contacto, el intercambio de sensaciones… Me niego a pensar que en un futuro unas gafas y una funda para el pene se conviertan en las nuevas parejas de los humanos, perdiendo el valiosísimo contacto físico, los dedos sobre la carne, la respiración sobre la piel, las palabras recitadas con sigilo al oído. Bienvenido el sexo de realidad virtual siempre que sea para experimentar, divertirse y curiosear, no para reemplazar la maravilla del encuentro humano.
El poder de la palabra
- El sexo virtual es ideal para parejas que se separan físicamente por un tiempo, pues les permite una nueva manera de relacionarse sexualmente, a pesar de la distancia.
- Hay que tener mucha precaución a la hora de elegir la persona con la que se va a practicar este tipo de juegos, pues así como existen usuarios que solo quieren diversión, están aquellos que no dudarán en grabar o sabotear al otro, exponiendo su intimidad en el peligroso mundo virtual.
- Para sacarle el mayor provecho a estas aplicaciones, lo ideal es no olvidarse del poder de la palabra. Esta es una herramienta importantísima en una relación sexual, aún más cuando prescindimos de la presencia física y real.
Ilustración: @niatrestildes